Una vez hubo un Rey totalmente Obsesionado con la verdad y que había ejecutado a muchos inocentes por determinar que eran mentirosos habiéndole impuesto delitos falsos mediante rápidos juicios.
Un buen día se dirigió a la multitud en la ciudad donde estaba su suntuoso castillo diciendo: “A partir de ahora no habitará ningún mentiroso entre los muros de mi ciudad. Aquel que mienta será directamente llevado a la horca para morir.”
Estas palabras llegaron a oídos de un Ermitaño que recorría el país y quiso entrar en la ciudad para resguardarse unos días.
En las puertas de la ciudad los guardias le preguntaron: “¿Dónde vas Ermitaño? ¿Que te trae a nuestra ciudad?”
Y el Ermitaño respondió: “Vengo a morir en la horca.”
En esto que fué llevado a presencia del Rey que le preguntó: “Ermitaño, ¿Porqué dijiste que has venido a morir en la horca?”
A lo que el Ermitaño respondió: “Porque es cierto, sé que no me creerás y me ahorcarás.”
Entonces el Rey agregó: “No podemos ahorcarte porque, ¿No comprendes que si te ahorcamos entonces habremos cometido algo injusto porque tu tendrías razón?”
Y el Ermitaño añadió: “Ahora mismo acabas de comprender la Verdad. TU VERDAD.”
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