Los zombis y demonios no los verán los raptados (144.000), pero los demás sí, será en las COPAS DE LA IRA... al final, en los 3 días y dos noches de oscuridad... amanecerá al tercer día La Primavera de Dios !!
Si quieres aprender más: click aquí
Quienes hayais visitado las profecías anteriores, os habrá llamado la atención que en algún caso, se habla de misteriosos seres que acechan de noche -o cuando no hay Luz- a las personas que se quedan en la Tierra, después de que hayan sucedido determinadas catástrofes; del estilo de lo que nos habla el Apocalipsis o Libro de las Revelaciones: plagas, rapto, copas de la ira, etc.
Se trata de ZOMBIS. Sí, eso que crees absurdo. De hecho las leyendas suelen venir de oídas de hechos reales. Realmente estos seres intraterrenos son reales y no sabemos muy bien porqué... pero parece que están comenzando a salir para zamparse a muchos de los que están declarados como desaparecidos (otros lo son por lamentables celebraciones aberrantes de poderosos satánicos). Cuidadín por la noche... comiencen a ir por lugares luminosos y de abundante gente, sobretodo ahora en Hallowen... ya sabeis que al caer el sol buscan víctimas. Esto es real basado en testimonios... mira por ejemplo:
http://www.youtube.com/watch?v=P37laTkxFgw
Hoy te traigo algo aparatoso para tu lógica. Contranatura... te dejo con ello haber como lo puedes asimilar. Lo que está claro es que debe comenzar a liberarse la información de todo lo oculto porque el cambio de energía ( a positiva....) viene muy fuerte. La convulsión previa va a ser rápida y no debemos atragantarnos.
Adjunto el Libro de Max Brooks. Es un poco fuerte y creo que exagera el asunto de la invasión, he quitado los detalles de las armas que debemos tener porque se pasa un monton... pero por otra parte nos puede aportar información muy real.. extraela tú mism@:
ZOMBI – GUIA DE
SUPERVIVENCIA
INTRODUCCIÓN
Los muertos están entre nosotros. Zombis, gules -sin importar su
etiqueta-, estos sonámbulos suponen la mayor amenaza para la humanidad, aparte
de la humanidad en sí misma. Llamarlos a ellos depredadores y a nosotros presas
sería impreciso. Son una plaga, y la raza humana su huésped. Las víctimas
afortunadas son devoradas: sus huesos roídos hasta quedar limpios, su carne
consumida. Los que no son tan afortunados pasan a formar parte del grupo de los
atacantes, transformándose en monstruos pútridos y carnívoros. Como todos
pensamos, una guerra convencional resultaría inútil con estas criaturas. La
ciencia para acabar con la vida, desarrollada y perfeccionada desde el
principio de nuestra existencia, no puede protegernos de un enemigo cuya vida
no puede terminar. ¿Significa esto que los muertos vivientes son
invencibles? No. ¿Se puede acabar con estas criaturas? Sí. La ignorancia es el
aliado más fuerte de los no muertos; el conocimiento, su enemigo más mortal. Por
eso se ha escrito este libro: para proporcionar el conocimiento necesario para
sobrevivir a estas bestias infrahumanas.
Sobrevivir es la palabra clave que hay que recordar-ni la victoria,
ni la conquista-, únicamente sobrevivir. Con este libro no vas a aprender a ser
un cazador de zombis profesional. Aquel que desee dedicar su vida a tal
profesión debería buscar en otra parte. Este libro no está escrito para la
policía, los militares o cualquier otra corporación gubernamental. Estas
organizaciones, si deciden admitirlo y prepararse para la amenaza, tendrán
acceso a recursos mucho más sofisticados de los que utilizarán los
particulares. Por ellos se ha escrito esta guía de supervivencia: particulares,
personas que no disponen de mucho tiempo y recursos pero que, sin embargo, se
niegan a convertirse en víctimas.
Por supuesto, se necesitarán otras muchas habilidades (instinto de
supervivencia, liderazgo, incluso primeros auxilios) en cualquier encuentro
con un muerto viviente. No se incluyen en este trabajo porque se pueden
encontrar en textos convencionales. El sentido común te dirá lo que debes
estudiar como complemento a este manual. Además, se han omitido todas las
materias que no se refieren directamente a los muertos vivientes.
Con este libro aprenderás a reconocer a tu enemigo, a elegir las armas
adecuadas, las técnicas para acabar con ellos y todo sobre la preparación y la
improvisación cuando estés defendiendo, huyendo y atacando. También se hablará
de la posibilidad de que llegue el Día del Juicio Final, en el que los muertos
vivientes reemplazarían a la humanidad como especie dominante del planeta.
No descartes ningún apartado de este libro por suponer que se trata de
un drama hipotético. Cada mínimo detalle de conocimiento ha sido reunido con
gran esfuerzo y experiencia. Los datos históricos, los experimentos en
laboratorios, la investigación de campo y los relatos de los testigos oculares
(entre los que se incluye el autor) han servido para crear este libro. Incluso
el escenario del Día del Juicio Final es una extrapolación de los
acontecimientos ocurridos en la vida real. Muchos de los casos reales están
recogidos en el capítulo de brotes registrados. Estudiándolos probaremos que
cada lección que aprendemos con este libro se basa en hechos históricos.
Dicho esto, el conocimiento es sólo una parte de la lucha por la
supervivencia. El resto depende de ti. Tu elección personal y tus ganas de
vivir resultarán primordiales cuando los muertos comiencen a atacarnos. Si no
cuentas con eso, nada te protegerá. En la última página de este libro, hazte
una pregunta: ¿Qué harías? ¿Terminar tu existencia con actitud pasiva o
levantarte y gritar: «¡No acabarás conmigo! ¡Sobreviviré!»? Eso depende de ti.
NOTA DEL AUTOR
Como este libro lo ha escrito un ciudadano de Estados Unidos, las
páginas contienen referencias específicas a aspectos muy americanos. No cabe
duda de que ejemplos que reflejan la adoración cultural hacia los automóviles o
las pistolas resultarán extraños, incluso inútiles en relación a la crisis
internacional. Es cierto que algunos ejemplos estadounidenses no podrán
aplicarse, pero las lecciones que esconden tras ellos ¡sí! La filosofía de
este libro nunca ha sido estrictamente estadounidense. Las tácticas y
estrategias se aplican a aquellos humanos preocupados por sobrevivir en
cualquier lugar, independientemente de la nacionalidad o el emplazamiento.
La amenaza zombi es en verdad una amenaza internacional. Los
ciudadanos de Europa occidental y de las islas británicas cuentan con una densa
población, carecen de crímenes violentos (relativamente) y han vivido casi dos
generaciones de paz, estabilidad y prosperidad económica; pero quizá ahora son
más vulnerables a los muertos vivientes que en cualquier otro momento de la
historia. El que crea que el Parlamento Europeo puede resolver un ataque zombi
con la misma facilidad que soluciona una huelga de camioneros haría bien en
estudiar la última vez que una plaga llegó a aquellas tierras. Un brote podría
empezar con cinco zombis en Andalucía y en tres semanas haber llegado a miles
en el Distrito de los Lagos en Inglaterra.
Asimismo, ciudadanos de países geográficamente tan aislados como
Australia y Nueva Zelanda están en grave peligro de
dejarse llevar por un falso sentimiento de seguridad. Como veremos en
posteriores temas, que incluyen una colección de ataques registrados, la
distancia física nunca supone un impedimento. Los residentes de estos países
deberían velar por la seguridad de las zonas extensas con baja densidad de
población. En teoría esto es correcto, ya que la zona austral y meridional de
los Alpes podría proporcionar una protección adecuada, pero: ¿Cómo llegar allí?
¿Cómo vivir? ¿Qué harías si te encontraras allí con zombis?
Este libro lo puedes aplicar tanto si eres de Glasgow como de Ciudad
del Cabo, de Dublín o de Hobart. Ha llegado la hora de dejar aparte nuestras
fronteras artificiales y unirnos contra la amenaza común de la extinción. Este
no es tiempo para el estéril y obsoleto nacionalismo. Los muertos vivientes se
ciernen sobre nosotros en todo el mundo y como un solo mundo podremos
sobrevivir.
LOS NO MUERTOS: MITO Y REALIDAD
Nace de la tumba. Su cuerpo es el hogar de los gusanos y la mugre. No
hay vida en sus ojos, no hay calidez en su piel, su pecho no se mueve. Su alma,
tan vacía y oscura como el cielo nocturno. Se ríe de la espada, escupe a la
flecha, porque no dañarán su carne. Hasta la eternidad caminará por la Tierra,
olisqueando la dulce sangre de los vivos, obsequiándose con los huesos de los
condenados. Cuidado, porque es el muerto viviente.
-TEXTO HINDÚ DESCONOCIDO, CIRCA 1000 A.
C.
ZOM-BI: [Góm.bi] sust. también
ZOM-BIS pl. /. Un
cadáver viviente que se alimenta de la carne de los humanos. 2. Un hechizo vudú
para revivir a los muertos. 3. Un dios serpiente vudú. 4. Alguien que se mueve
y actúa con aturdimiento, «como un zombi». [Palabra originaria del Africa
occidental.]
¿Qué es un zombi? ¿Cómo se crean? ¿Cuáles son sus puntos fuertes y
cuáles sus puntos débiles? ¿Qué necesitan? ¿Cuáles son sus deseos? ¿Por qué son
tan hostiles con los humanos? Antes de hablar sobre las técnicas de
supervivencia, debes conocer aquello a lo que intentas sobrevivir.
Debemos empezar separando los hechos reales de la ficción. Los muertos
andantes no son ni obra de la magia negra, ni tampoco de una fuerza
sobrenatural. Tienen su origen en un virus conocido como Solanum, palabra
latina utilizada por Jan Vanderhaven, el primero en descubrir
esta enfermedad.
SOLANUM: EL VIRUS
El Solanum funciona viajando dentro del sistema sanguíneo, desde el
punto de entrada inicial hasta el cerebro. De un modo que aún no se ha llegado
a comprender del todo, el virus usa las células del lóbulo frontal para la
replicación y las destruye en el proceso. Durante este periodo, cesan todas las
funciones del cuerpo. Cuando se para el corazón, se da por muerto
al sujeto infectado. El cerebro, sin embargo, continúa vivo pero
inactivo, mientras el virus muta las células y las convierte en un órgano
completamente nuevo. La particularidad más decisiva de este nuevo órgano es su
independencia del oxígeno. Si eliminamos la necesidad de este elemento tan
importante, el cerebro de los no muertos puede utilizar, pero no depende de él
en ninguna medida, el complejo mecanismo de apoyo del cuerpo humano. Una vez completada
la mutación, este nuevo órgano reanima el cuerpo convirtiéndolo en una forma
que guarda poco parecido (fisiológicamente hablando) con el cadáver original.
Algunas de las funciones corporales continúan siendo constantes, otras operan
de manera diferente y las restantes se inhabilitan para siempre. Este nuevo
organismo es un zombi, un miembro de los muertos vivientes.
1.
Origen
Desgraciadamente, las investigaciones intensivas aún no han encontrado
ningún ejemplo aislado de Solanum en la naturaleza. Los resultados obtenidos al
analizar la tierra, el agua y el aire de todos los ecosistemas en todo el
mundo, incluyendo la fauna y la flora, han sido negativos. Mientras escribo
este libro, la investigación continúa.
2.
Síntomas
La relación de horas que aparece a continuación esboza el proceso de
conversión de un humano infectado (varias horas arriba o abajo, dependiendo de
la persona):
Hora 1: Dolor y decoloración (marrón-morado) de la zona infectada. La
herida se coagula inmediatamente (dado que la infección proviene de una
herida).
Hora 5: Fiebre (37-39° C), convulsiones, demencia leve, vómitos,
dolor intenso en las articulaciones.
Hora 8: Entumecimiento de las extremidades y del área infectada,
aumento de la fiebre (39-41° C), aumento de la demencia, pérdida de la
coordinación muscular.
Hora 11: Parálisis de la zona inferior del cuerpo, entumecimiento
general, disminución de la frecuencia cardiaca.
Hora 16: Coma.
Hora 20: Parada cardiaca. Actividad cerebral nula. Hora 23:
Resurrección.
3. Transferencia
El Solanum es cien por cien contagioso y cien por cien letal.
Afortunadamente para la raza humana, el virus no se transmite ni por el agua ni
por el aire. No se conoce ningún contagio del virus en humanos por medio de los
elementos de la naturaleza. La infección sólo puede darse a través del contacto
directo de fluidos. La mordedura de un zombi, a pesar de que es la forma de
transferencia más conocida, no es, en absoluto, la única. Hay humanos que se
han infectado por rozar una herida abierta contra otra de un zombi o al ser
salpicados con sus restos después de una explosión. El desenlace que conlleva
la ingesta de carne infectada (suponiendo que la persona no tenga ninguna llaga
abierta en la boca), más que la infección, suele ser la muerte permanente. Se
ha comprobado que la carne infectada es altamente tóxica.
No existe información alguna (histórica, experimental o cualquier
otra) sobre las consecuencias de mantener relaciones sexuales con una especie
no muerta, pero, como apuntamos anteriormente, la naturaleza del Solanum
indica un alto riesgo de infección. Advertir de un caso como este resultaría
inútil, puesto que una persona lo suficientemente irracional para intentarlo
estaría tomando una actitud pasiva para con su propia seguridad. Muchos afirman
que, dada la coagulada naturaleza de los fluidos corporales de los no muertos,
las posibilidades de infectarse por un contacto que no fuera un mordisco
deberían ser pocas. Sin embargo, debemos recordar que un único organismo es
suficiente para empezar el ciclo.
4. Infección de las otras especies
El Solanum es letal para todas las criaturas vivas, sin tener en
cuenta el tamaño, la especie o el ecosistema al que pertenezcan. Sin embargo,
sólo los humanos resucitan. Los estudios demuestran que cuando el Solanum
infecta un cerebro que no es humano, este muere horas después de la muerte de
su huésped, lo que demuestra que el cadáver del animal puede combatirlo. Los
animales infectados expiran antes de que el virus pueda replicarse
completamente en sus cuerpos. La infección por la picadura de insecto, como la
de los mosquitos, también puede descartarse. Los experimentos han demostrado
que todos los insectos parásitos perciben el virus y rechazan a un huésped
infectado el cien por cien de las veces.
5. Tratamiento
Una vez que un humano se infecta, no se puede hacer gran cosa por
salvarlo. Esto se debe a que el Solanum es un virus y no una bacteria, por lo
que los antibióticos no hacen efecto. La inmunización, la única forma de
combatir el virus, es igualmente inútil, ya que incluso la dosis más pequeña
provocaría la infección completa. Se está llevando a cabo la investigación
genética. Los objetivos van desde formar anticuerpos humanos más potentes
hasta una estructura celular resistente o un antivirus diseñado para
identificar y destruir el Solanum. Estos y otros tratamientos más resistentes
se encuentran por el momento en las etapas más iniciales, sin ningún éxito
previsible en un futuro cercano. Las experiencias vividas en la vida real han
llevado a la inmediata escisión del miembro infectado (suponiendo que ese sea
el lugar de la mordedura), pero tales tratamientos son poco seguros, con menos
de un diez por ciento de índice de éxito. En general, el humano infectado está
condenado desde el momento en que el virus entra en su sistema. Debería suicidarse
y debería también recordar que el cerebro es lo primero que debe eliminarse. Se
han registrado casos en que sujetos que acaban de infectarse, y que mueren por
circunstancias ajenas al virus, pueden, aun así, resucitar. Estos casos suelen
ocurrir cuando el sujeto expira cinco horas después de la infección. No
obstante, la persona que muere tras ser mordida o que se infecta de algún otro
modo, debería ser inmediatamente eliminada. (Véase «Deshacerse del cuerpo», p.
42.)
6. Resucitar a los muertos
Se ha llegado a sugerir que los cadáveres humanos aún frescos podían
resucitar si se les introducía Solanum después de la defunción. Esto es una
falacia. Los zombis ignoran la carne necrótica y, por consiguiente, no puede
transferirse el virus. Los experimentos llevados a cabo durante la Segunda
Guerra Mundial (véase «Ataques registrados», p. 265 y ss.) han demostrado que
inyectar Solanum en un cadáver resultaría fútil porque un sistema sanguíneo
paralizado no podría transportar el virus al cerebro. Inyectarlo directamente
en un cerebro muerto tampoco serviría de nada, ya que las células muertas no
podrían responder al virus. Solanum no da
la vida: la altera.
CUALIDADES DE LOS ZOMBIS
1. Habilidades físicas
Con demasiada frecuencia se dice que los no muertos poseen unos
poderes sobrehumanos: fuerza inusual, velocidad del rayo, telepatía, etc. Las
historias van desde zombis que vuelan por los aires a zombis que escalan
superficies verticales como arañas. Mientras se inventan esas características
para darle más dramatismo a la situación, el gul se aleja bastante de este
demonio mágico y omnipotente. Nunca olvides que el cuerpo de un no muerto es,
antes que otra cosa, humano. Los cambios se observan en la manera en que un
cerebro recién infectado usa el cuerpo resucitado. No habría forma de que un
zombi pudiera volar a menos que los humanos pudieran volar. Pasa lo mismo con
el dominio de la fuerza, la teletransportación, el traspaso de objetos sólidos,
la transformación en lobo, la respiración del fuego o una amalgama de
diferentes talentos místicos atribuidos a los muertos andantes. Imagina que el
cuerpo humano es un juego de herramientas. El cerebro sonámbulo posee estas
herramientas y, únicamente esas
herramientas, están a su disposición. No puede crear nuevas como de la nada.
Pero puede, como comprobarás, usar estas herramientas en combinaciones poco
convencionales, o hacer que duren más allá de los límites humanos normales.
A. Vista
Los ojos de un zombi no son diferentes de los de un humano corriente.
Aunque aún son capaces (dado el índice de descomposición) de transmitir
señales visuales al cerebro, la forma en que el cerebro interpreta dichas
señales es otro asunto. Los estudios son inconcluyentes en lo que concierne a
las habilidades visuales de los no muertos. Pueden captar a la presa a distancias
comparables a las humanas, pero si pueden distinguir a un humano de uno de
ellos aún está por debatir. Una de las teorías sugiere que los movimientos que realizan
los humanos son más
rápidos y suaves que los de los no muertos, lo que causa que llamen la
atención al ojo zombi. Se han realizado experimentos en los que humanos han
intentado confundir a gules que se acercaban, imitando sus movimientos y arrastrando
los pies mientras cojeaban con torpeza. Hasta la fecha, ninguno de estos
intentos ha tenido éxito. Se ha llegado a sugerir que los zombis poseen visión
nocturna, un hecho que explica su habilidad para la caza nocturna. Esta teoría
ha sido desacreditada por el hecho de que todos los zombis son expertos
alimentándose de noche, incluso aquellos que no tienen ojos.
B. Oído
No cabe duda alguna de que los zombis poseen un oído excelente. No
sólo pueden detectar el sonido, también pueden determinar su dirección. El
alcance básico parece ser el mismo de los humanos. Los experimentos con
frecuencias extremadamente altas y bajas han producido resultados negativos.
Los exámenes también han mostrado que los zombis se sienten atraídos por
cualquier sonido, no sólo por los que producen las criaturas con vida. Se ha
documentado que los gules perciben sonidos que el oído humano ignora. La más
probable, aunque indemostrable, explicación es que los zombis dependen de
todos sus sentidos en igual medida. Los humanos se orientan con la vista desde
su nacimiento y dependen de otros sentidos sólo si pierden el primero. Tal
vez, esta discapacidad no la comparten con los muertos andantes. De ser así,
esto explicaría su habilidad para cazar, luchar y alimentarse en total
oscuridad.
C. Olfato
A diferencia del oído, los no muertos tienen un sentido del olfato más
agudo. Tanto en situaciones de combate como en las pruebas de laboratorio, han
sido capaces de distinguir el olor de una presa viva de las otras. En muchos casos,
y contando con una orientación del viento ideal, se ha comprobado que los
zombis huelen los cadáveres frescos a una distancia de más de un kilómetro. De
nuevo, esto no significa que los gules tengan un sentido del olfato mayor que
el de los humanos, simplemente es que ellos se valen más de él. No se sabe
exactamente qué secreción en particular es la que indica la presencia de la
presa: el sudor, las fero-monas, la sangre, etc. En el pasado, la gente
pretendía moverse sin ser detectada por las áreas infestadas intentando camuflar
el olor humano con perfumes, desodorantes u otro producto químico de
olor fuerte. Ninguno tuvo éxito. En la actualidad se llevan a cabo experimentos
con vistas a sintetizar el olor de los seres vivos para usarlo como señuelo o
incluso repelente de los muertos andantes. Quedan años para que se encuentre un
producto que funcione.
D. Gusto
No se sabe mucho sobre las papilas gustativas alteradas de los muertos
andantes. Los zombis tienen la habilidad de distinguir la carne humana de la de
los animales, y prefieren la primera. Los gules poseen también una habilidad
asombrosa para rechazar la carroña en favor de la carne fresca recién muerta.
Un cuerpo humano que lleve muerto entre doce y dieciocho horas será rechazado
como comida. Lo mismo pasa con los cadáveres que han sido embalsamados o
preservados de cualquier otra forma. Todavía no sabemos si esto tiene algo que
ver con el gusto. Puede
que tenga que ver con el olfato o, quizá, con otra clase de instinto que no
hemos descubierto. ¿Por qué exactamente la carne humana es preferible? La
ciencia todavía tiene que encontrar una respuesta a esta confusa, frustrante y
terrorífica pregunta.
E. Tacto
Los zombis no perciben, literalmente, los estímulos físicos. Todos los
receptores nerviosos siguen muertos después de la resurrección. Verdaderamente
se trata de su ventaja más grande y terrorífica sobre los vivos. Nosotros, como
humanos, tenemos la habilidad de experimentar el dolor físico como un signo de
deterioro corporal. Nuestro cerebro clasifica tales sensaciones, las agrupa
teniendo en cuenta el estímulo que las provoca y después archiva la información
para usarla como aviso en futuras lesiones. Este es el don de la fisiología y
el instinto que nos permite sobrevivir como especie. Por esta razón valoramos
virtudes como el coraje, que inspira a las personas a realizar acciones a pesar
de las señales de peligro. La incapacidad de reconocer y evitar el dolor es lo
que convierte a los muertos andantes en criaturas tan formidables. No notan las
heridas y, además, estas no les impiden atacar. Aunque el cuerpo de un zombi
sufra daños severos, continuará atacando hasta que no quede nada de él.
F. Sexto sentido
Las investigaciones realizadas a través de la historia, combinadas
con los estudios de campo y de laboratorio, han demostrado que los muertos
andantes atacan incluso cuando todos sus órganos sensoriales han sido dañados o
se han descompuesto por completo. ¿Significa esto que los zombis poseen un
sexto sentido? Tal vez. Los seres vivos usan menos del 5 % de su capacidad
cerebral. Es posible que el virus pueda estimular otras habilidades sensoriales
que la evolución ha olvidado. Esta teoría es la que se discute más
acaloradamente en la guerra contra los no muertos. Hasta ahora, no hay pruebas
científicas que apoyen a ningún bando.
G. Cicatrización
A pesar de las leyendas y las tradiciones
antiguas, la fisiología de los no muertos ha demostrado no poseer poderes de
regeneración. Las células que están dañadas siguen estando dañadas. Cualquier
herida, sin importar su tamaño o su naturaleza, seguirá abierta mientras que
esté en fase de resurrección. Se han llevado a cabo una variedad de
tratamientos médicos para estimular el proceso de cicatrización en gules
capturados. Ninguno resultó positivo. Esta incapacidad para repararse a sí
mismos, algo que los seres vivos poseemos, supone una importante desventaja
para los no muertos. Por ejemplo, cada vez que nos esforzamos físicamente,
nuestros músculos se desgastan. Con el tiempo, estos músculos se reconstruyen y
pasan a ser más fuertes que antes. La masa muscular de un gul permanecerá
dañada, reduciendo su efectividad cada vez que la use.
H. Descomposición
La esperanza de vida media
para los zombis -cuánto tiempo es capaz de funcionar antes de descomponerse del
todo- es de tres a cinco años. Por muy fantástico que suene -el cuerpo humano
es capaz de prevenir los efectos naturales de descomposición- lo que causa su
putrefacción es biología básica. Cuando un cuerpo humano muere, su carne inmediatamente
se cubre de billones de organismos microscópicos. Estos organismos siempre
estuvieron presentes en el entorno externo y dentro del cuerpo. Mientras
vivimos, el sistema inmunológico funciona como una barrera entre estos
organismos y su objetivo. Cuando morimos, la barrera se abre. Los organismos
empiezan a multiplicarse exponencial-mente cuando se alimentan y, por esa
razón, el cadáver sufre un colapso a nivel celular. El olor y la decoloración
asociados con la carne en descomposición son el efecto del proceso biológico
del trabajo de estos microbios. Cuando pides un bistec «muy hecho», estás
pidiendo un trozo de carne que ha empezado a pudrirse; lo que antes era carne
dura, ha sido reblandecida por microorganismos que han colapsado su fibra
robusta. En un periodo corto de tiempo, ese bistec, igual que un cadáver
humano, se quedará en nada, dejando tan sólo material demasiado duro y falto de
nutrientes para ningún microbio, como huesos, dientes, uñas y pelo. Este es el
ciclo de la vida normal, la forma en que la naturaleza recicla los nutrientes
y los hace volver a la cadena alimenticia. Para parar este proceso y preservar
el tejido muerto, es necesario situarlo en un entorno inapropiado para las
bacterias, como puede ser un lugar con temperaturas muy bajas o muy altas, o en
compuestos químicos tóxicos como el formaldehído, o, en este caso, saturarlo
con Solanum.
Casi todas las especies de microbios que están implicadas en la
descomposición humana normal han rechazado en repetidas ocasiones la carne
infectada por el virus, embalsamando al zombi eficazmente. Si este no fuera el
caso, combatir a los muertos vivientes sería tan fácil como evitarlos durante
varias semanas o incluso días hasta que se pudrieran y quedaran únicamente los
huesos. Los investigadores deben aún encontrar la causa exacta de esta
condición. Se ha descubierto que al menos una especie de microbio ignora los
efectos de repulsión del Solanum: de otro modo, los no muertos permanecerían en
perfecto estado de conservación para siempre. Asimismo, se ha determinado que
las condiciones naturales como la humedad y la temperatura juegan un papel
importante. Los no muertos que frecuentan los pantanos de Luisiana puede que no
duren tanto como los que viven en zonas frías, o en el seco desierto de Gobi.
Las situaciones extremas, como el frío intenso o la inmersión en líquidos
conservantes, podrían, hipotéticamente hablando, permitir a la especie de los
no muertos vivir indefinidamente. Se sabe que estas técnicas permiten a los
zombis actuar durante décadas, incluso siglos. (Véase «Ataques registrados», p.
239 y ss.) La descomposición no supone que un miembro, de los muertos andantes
simplemente se desplome. La putrefacción afectaría a varias partes del cuerpo
en momentos diferentes. Se han encontrado especímenes con el cerebro intacto
pero el cuerpo descompuesto. Otros con el cerebro parcialmente podrido podían
mantener ciertas funciones corporales, pero el resto estaban totalmente
paralizadas. Recientemente, circula una teoría popular que intenta explicar la
historia de la momia del antiguo Egipto como uno de los primeros ejemplos del
embalsamado de un zombi. Las técnicas de conservación permitían que vivieran
durante varios miles de años después de haber sido sepultados. Cualquiera con
un conocimiento mínimo del antiguo Egipto encontraría esta historia falsa y
ridicula: ¡El paso más importante y complicado en la preparación del faraón
para su entierro era la extracción del cerebro!
I. Digestión
Pruebas recientes han descartado, de una vez por todas, la teoría de
que la carne humana supone el combustible para los no muertos. El tracto
digestivo de un zombi está completamente inactivo. El sistema complejo que
procesa la comida, que extrae los nutrientes y excreta los restos no se tiene
en cuenta en la fisiología de un zombi. Las autopsias que se han llevado a cabo
en no muertos controlados han demostrado que su alimento
permanece en su estado original, sin digerir en ninguna de las
secciones del tracto. La materia, que mastican parcialmente y que se pudre de
forma lenta, continuará acumulándose mientras el zombi devore más víctimas,
hasta que salga, a la fuerza, por el ano, o literalmente haga que estallen el
estómago o los intestinos. Aunque estos ejemplos que resultan impresionantes
sobre la falta de digestión son escasos, cientos de informes de testigos
oculares confirmaron que los no muertos tenían el vientre hinchado. ¡Un
espécimen capturado y analizado detenidamente contenía 96 kilos de carne
dentro de su sistema! Existen casos aún menos numerosos que han confirmado que
los zombis continúan alimentándose hasta mucho después de que su tracto
digestivo le haya explotado desde dentro.
J. Respiración
Los pulmones de los no muertos continúan funcionando en lo que se
refiere a inhalar aire y expulsarlo de su cuerpo. Esta función otorga a los
zombis su firma personal: el gemido. Lo que los pulmones y la química del
cuerpo no consiguen, sin embargo, es extraer el oxígeno y eliminar el dióxido
de carbono. Dado que el Solanum obvia la necesidad de ambas funciones, el
sistema respiratorio queda obsoleto en el cuerpo de un gul. Esto explica cómo
los muertos vivientes pueden caminar bajo el agua o
sobrevivir en entornos letales para los humanos. Sus cerebros, como ya se dijo
antes, no dependen del oxígeno para sobrevivir.
K. Circulación
Resultaría inapropiado decir que los zombis no tienen corazón. Lo que no
sería inapropiado decir, sin embargo, es que no han encontrado ninguna
utilidad para él. El sistema circulatorio de un no muerto es poco más que una
red de tubos inútiles llenos de sangre coagulada. Pasa lo mismo con el sistema
linfático, así como con otros fluidos corporales. A pesar de que esta mutación
pareciera otorgarle a los no muertos una ventaja sobre el resto de la
humanidad, en realidad ha demostrado ser una bendición. La falta de masa de
fluidos previene la fácil transmisión del virus. Si esto no fuera cierto, el
combate cuerpo a cuerpo sería prácticamente imposible, ya que el humano que se
defendiera sería salpicado con toda seguridad con sangre u otros fluidos.
L. Reproducción
Los zombis son criaturas estériles. Sus órganos sexuales están
necróticos y son impotentes. Se han hecho intentos para fertilizar óvulos de
zombi con esperma humano y viceversa. Ninguno tuvo éxito. Los no muertos
tampoco muestran signos de deseo sexual, ni hacia su especie ni hacia los
vivos. Hasta que las investigaciones puedan demostrar algo diferente, el gran
miedo de la humanidad -que los muertos se reprodujeran y trajeran al mundo más
muertos- resulta ser una imposibilidad reconfortante.
M. Fuerza
Los gules poseen la misma fuerza bruta que los vivos. Qué potencia
pueda ser ejercida depende en gran medida del zombi en cuestión. La masa
muscular que posee una persona viva será toda la que posea muerta. A diferencia
de un cuerpo vivo, no se ha descubierto si las glándulas suprarrenales
funcionan en los muertos, despojando a los zombis del estallido temporal de
potencia del que disfrutamos los humanos. La única ventaja sólida que los
muertos vivientes poseen es una resistencia increíble. Imagina que estás
entrenándote o realizando cualquier otro acto de ejercicio físico. Lo más
probable es que el dolor y la extenuación dicten tus límites. Estos factores no
se aplican a los muertos. Continuarán una acción, con la misma energía dinámica,
hasta que los músculos literalmente acaben por descomponerse. A pesar de que
los gules van debilitándose progresivamente, esto les permite un poderoso
primer ataque. Muchos grupos de tres o incluso cuatro humanos, físicamente en
forma, cayeron ante un único zombi decidido.
N. Velocidad
Los muertos andantes suelen
moverse con los hombros caídos o cojeando. Incluso sin heridas o una
descomposición muy avanzada, su falta de coordinación provoca que anden a grandes
zancadas de forma inestable. La velocidad viene determinada principalmente por
la longitud de las piernas. Los gules más altos darán zancadas más largas que
sus homólogos de piernas más cortas. Al parecer los zombis son incapaces de
correr. El índice de velocidad más rápido es de apenas un paso cada 1,5
segundos. Al igual que con la fuerza, la ventaja de los muertos sobre los vivos
es su falta de cansancio. Los humanos que crean que pueden aventajar a los no
muertos que los persigan, deberían acordarse del cuento de la liebre y la
tortuga, teniendo en cuenta, claro, que en este caso la liebre tiene muchas
posibilidades de ser devorada viva.
O. Agilidad
Un humano posee una destreza un 90 % mayor que la del gul más fuerte.
En algunos casos se debe a la rigidez general que sufre el tejido de sus
músculos necrosados (de ahí sus pasos torpes). El resto se debe a sus
primitivas funciones cerebrales. Los zombis apenas tienen coordinación
mano-ojo, una de sus grandes debilidades. Nadie ha visto jamás saltar a un
zombi, ni de un lado a otro, ni, simplemente, de arriba abajo. Balancearse por
una superficie estrecha es, del mismo modo, lo más hábiles que pueden ser.
Nadar es también una función reservada exclusivamente para los vivos. La
teoría demuestra que, si el cadáver de un no muerto está lo suficientemente
hinchado para alcanzar la superficie, puede suponer un peligro a flote. Sin
embargo, esto no es muy común, porque si el cuerpo se encuentra en un índice
bajo de descomposición, no puede acumularse el gas dentro del cuerpo. Los
zombis que caminan o caen en el agua deambularán sin rumbo por el fondo hasta
terminar disolviéndose. Pueden ser escaladores con éxito, pero sólo en ciertas
circunstancias. Si los zombis perciben que la presa se encuentra encima, por
ejemplo, en el segundo piso de una casa, siempre intentarán llegar hasta ellos.
Intentarán escalar cualquier superficie sin importar lo inviable o imposible
que resulte. En todas, excepto en las situaciones más fáciles, estos intentos
han terminado en derrota. Incluso en el caso de las escaleras, donde sólo se
requiere la coordinación mano-mano, únicamente uno de cada cuatro zombis lo
consigue.
2. Patrones de comportamiento
A.
Inteligencia
En repetidas ocasiones se ha demostrado que nuestra mayor ventaja
sobre los no muertos es nuestra habilidad para pensar. La capacidad mental
promedio del zombi se encuentra por debajo de la de un insecto. En ninguna
ocasión han demostrado habilidad alguna para razonar o usar la lógica.
Intentar llevar a cabo una tarea, fallar, entonces por ensayo y error descubrir
una nueva solución es una habilidad que comparten muchos miembros del reino
animal pero que los muertos andantes han perdido. Los zombis han fallado
repetidas veces en los laboratorios los test de inteligencia ajustados al nivel
de los roedores. Un caso realizado en exteriores exponía a un humano de pie al
final de un puente desplomado frente a una docena de zombis al otro lado. Uno
por uno, los muertos andantes caían por uno de los lados al intentar
inútilmente alcanzarlo. En ningún momento ni uno sólo de ellos se dio cuenta de
lo que estaba pasando y cambió su táctica en modo alguno. De forma contraria al
mito y a la especulación, nunca se ha visto a los zombis usando herramientas de
ningún tipo. Incluso coger una piedra para usarla como arma está más allá de su
entendimiento. Esta simple tarea probaría un proceso de pensamiento básico que
implica comprender que la roca es un arma más eficiente que la mano desnuda. De
un modo irónico, la era de la inteligencia artificial nos ha permitido
identificarnos más fácilmente con la mente del zombi que con la de nuestros
más primitivos ancestros. Existen escasas excepciones,
pero incluso los ordenadores más avanzados carecen de la habilidad para pensar
por sí solos. Hacen lo que están programados para hacer, nada más. Imagina un
ordenador programado para llevar a cabo una función. Esta función no se puede
parar, modificar o eliminar. No puede almacenarse ningún dato nuevo. No puede
instalarse ninguna orden nueva. Este ordenador desempeñará una única función,
una y otra vez, hasta que la fuente de energía finalmente se termine. Así es el
cerebro de un zombi. Conducido por el instinto, es una máquina monotarea
impenetrable, que no puede forzarse y que únicamente puede ser destruida.
B. Emociones
No se conocen sentimientos de ningún tipo en los muertos andantes.
Toda clase de guerra psicológica, desde enfurecer a los no muertos a provocar
que sientan piedad, ha acabado en desastre. Alegría, tristeza, fe, ansiedad,
amor, odio, miedo; todos estos sentimientos y miles más que constituyen el corazón
humano resultan tan inútiles para los muertos vivientes como el órgano
del mismo nombre. ¿Quién sabe si esto supone para la humanidad su mayor
debilidad o su mayor fuerza? El debate continúa, y probablemente lo haga para
siempre.
C. Recuerdos
En la actualidad, creemos en vano que un zombi retenga los
conocimientos de su anterior vida. Oímos historias sobre muertos que vuelven a
sus lugares de residencia o de trabajo, utilizando maquinaria que les es
familiar, o incluso mostrando compasión para con sus allegados. En realidad, no
existe ni una mínima prueba que avale esta falsa esperanza. Probablemente, los
zombis no podrían mantener los recuerdos de su anterior vida ni a nivel
consciente ni subconsciente, porque ¡ninguno de estos existe! Nunca podrán
entretener a un gul con la mascota de la familia, con los parientes vivos, con
sus vecinos, etc. No importa qué persona fuera en su anterior vida, esa persona
se ha ido, ha sido reemplazada por un autómata desprovisto de mente con el
único instinto de alimentarse. Esta situación implora la siguiente pregunta:
¿Por qué los zombis prefieren las zonas urbanas a las afueras? Para empezar,
los no muertos no prefieren la ciudad, sino que simplemente se quedan en el
lugar donde resucitaron. En segundo lugar, la principal razón por la que los
zombis tienden a quedarse en las ciudades en lugar de desplegarse hacia las
afueras es debido a que las zonas urbanas contienen una mayor concentración de
presas.
D. Necesidades físicas
Además del hambre (que discutiremos más tarde), los muertos no han
mostrado ninguna de las necesidades o carencias expresadas en vida mortal.
Nunca se ha visto a los zombis dormir o descansar bajo ninguna circunstancia.
No han reaccionado ni al frío ni al calor extremo. En condiciones
meteorológicas extremas, nunca han buscado refugio. Incluso algo tan simple
como la sed es desconocido para los muertos vivientes. Desafiando a todas las
leyes de la naturaleza, el Solanum ha creado lo que podría describirse como un
organismo autosuficiente en todos los aspectos.
E. Comunicación
Los zombis no poseen habilidades para el lenguaje. Aunque sus cuerdas
vocales están capacitadas para el habla, su cerebro no. La única habilidad
vocal parece ser un lamento profundo. Los zombis liberan este gemido cuando
identifican a la presa. El sonido perdura bajo y constante hasta que se realiza
el contacto físico. Entonces, cambia de tono y volumen cuando el zombi comienza
su ataque. Este sonido espeluznante, asociado comúnmente con los muertos
andantes, sirve como llamada para otros zombis y, tal y como se ha descubierto
recientemente, es un arma psicológica muy potente. (Véase «Defendiendo», p.
105)
F. Dinámicas sociales
Siempre han proliferado teorías de que los no muertos funcionan como
una fuerza colectiva, como un ejército comandado por Satán o una colmena de
algún tipo de insecto que se siente atraído por las feromonas; la idea más
reciente afirma que consiguen consenso de grupo mediante telepatía. Lo cierto es
que los zombis no poseen organización social de la que hablar. No hay
jerarquía, no hay una cadena de mando, no se dirigen hacia ningún tipo de
colectivización. Una horda de no muertos, sin tener en cuenta tamaño o
apariencia, es, simple y llanamente, un grupo de individuos. Si cientos de
gules convergen en el emplazamiento de una víctima, se debe a que cada uno se
ha dejado llevar por su propio instinto. Los zombis parecen ignorarse entre
ellos. No se ha observado nunca que reaccionen a la visión de otro a ningún
alcance. Esto nos devuelve a la cuestión de la percepción: ¿Cómo puede un zombi
distinguir entre uno de los suyos y un humano u otra presa en el mismo campo de
acción? Aún no se ha encontrado una respuesta. Los zombis eluden la presencia
de otros zombis del mismo modo que eluden objetos inanimados. Cuando se chocan
con otro de ellos, no expresan ningún intento de relacionarse o comunicarse.
Los zombis que se alimentan del mismo cadáver tiran de la carne en repetidas
ocasiones en lugar de apartar a empujones a sus competidores. La única
sugerencia de esfuerzo en común se ha observado en ataques en grupo notorios:
el gemido de un gul llamando a otros que puedan percibir tal sonido. Una vez
que oyen el lamento, otros muertos andantes casi siempre convergen en su
emplazamiento. Un estudio antiguo expuso la teoría de que se trataba de un acto
deliberado cuando un explorador usaba su gemido como señal para que los otros
atacaran. Sin embargo, ahora sabemos que esto ocurre por puro accidente. El gul
que gime cuando detecta a una presa lo hacen debido a una reacción instintiva,
y no como alerta.
G. Cazar
Los zombis son organismos migratorios, no muestran aprecio alguno
hacia el territorio o el concepto de hogar. Viajarán
kilómetros y quizá, con el tiempo suficiente, cruzarán continentes en su
búsqueda de comida. Su patrón de búsqueda es fortuito. Los gules se alimentan
por la noche y durante el día. En realidad, más que buscar una zona de forma
deliberada, se topan con ella. No detectan ciertas zonas ni edificios a no ser
que en ellas haya alguna presa. Por ejemplo, algunos han buscado en granjas y
otras construcciones rurales mientras que otros del mismo grupo han ignorado
por completo aquel lugar. Las zonas urbanas requieren más tiempo para explorarlas,
por eso los no muertos permanecen más tiempo en dichas áreas, aunque ningún
edificio servirá de precedente sobre otro. Los zombis parecen ignorar
totalmente lo que les rodea. Por ejemplo, no mueven los ojos de ninguna manera
para obtener información sobre un nuevo objeto. Arrastran los pies en silencio,
miran al infinito, deambulan sin rumbo fijo hasta detectar a la presa. Tal y
como se ha discutido anteriormente, los no muertos poseen la extraña habilidad
de dirigir un ataque a la localización exacta de la víctima. Una vez que se
produce el contacto, el anteriormente callado y abstraído autómata se
transforma en algo más parecido a un misil dirigible. La cabeza se vuelve
inmediatamente en la dirección de la víctima. La mandíbula cae, los labios se
contraen y desde las profundidades de su diafragma surge un gemido. Una vez que
se realiza el contacto, los zombis no pueden distraerse en modo alguno.
Continuarán persiguiendo a la presa y pararán sólo si pierden el contacto, si
realizan una matanza con éxito o si son destruidos.
H. Motivación
¿Por qué los no muertos atacan a los vivos si se ha demostrado que la
carne humana no tiene una función nutritiva? ¿Por qué su instinto les lleva al
asesinato? La verdad intenta eludirnos.
La ciencia moderna, combinada con datos históricos, ha demostrado que
los vivos no son las únicas delicias del menú de los no muertos. Los equipos de
rescate cuando entran en zonas infestadas las describen, de modo consecuente,
como desprovistas de toda vida. Cualquier criatura, sin importar su tamaño o
especie, será consumida por un zombi en pleno ataque. La carne humana, sin
embargo, siempre será preferible a otras formas de vida. Un experimento
consistía en exponer ante un espécimen capturado dos cubos idénticos de carne:
uno de carne humana y otro de carne animal. En repetidas ocasiones el zombi
prefirió la humana. No se sabe aún por qué. Lo que sí puede confirmarse, más
allá de toda duda, es que el instinto provocado por el Solanum convierte a los
no muertos en asesinos y devorado-res de cualquier criatura viva que descubran.
Al parecer, no hay excepciones.
I. Matar a los muertos
Aunque parezca que destruir a un zombi puede ser simple, no hay nada
más lejos de la realidad. Tal y como hemos visto, los zombis no requieren ninguna
de las funciones fisiológicas que los humanos necesitamos para sobrevivir. La
destrucción o el daño severo al sistema circulatorio, digestivo o
respiratorio no harían nada a un miembro de los muertos andantes, en tanto en
cuanto esas funciones no se mantienen en el cerebro. Simplemente piensa que
existen miles de formas de matar a un humano y sólo una de matar a un zombi. El
cerebro debe ser destruido, de cualquier manera posible.
J. Deshacerse del cuerpo
Los estudios muestran que el Solanum puede vivir en el cuerpo de un
zombi destruido durante otras cuarenta y ocho horas. Se ha de tener un cuidado
extremo a la hora de deshacerse del cadáver de un no muerto. La cabeza en
particular conlleva el mayor riesgo, dada su concentración del virus. Nunca cargues
con el cadáver de un no muerto sin ropa protectora. Trátalo como si fuera
cualquier clase de material tóxico o altamente letal. La cremación es la forma
más segura y efectiva de eliminarlo. A pesar de los rumores de que quemar un
grupo de cadáveres podría propagar Solanum en forma de plaga a través del
aire, el sentido común nos diría que ningún virus es capaz de sobrevivir al
calor intenso, por no hablar de un incendio.
K. ¿Domesticación?
Repetimos, el cerebro de un zombi ha demostrado ser, hasta el momento,
inalterable. Los experimentos que se han realizado con productos químicos,
cirugía e incluso descargas electromagnéticas, han dado resultados negativos.
La terapia para cambiar su comportamiento y otros intentos para entrenar a los
muertos vivientes como bestias de carga o algo parecido también han acabado en
fracaso. De nuevo, no podemos cambiarle el chip a la máquina. Será tal como es
o no será.
EL ZOMBI VUDÚ
Si los zombis son la creación de un virus y no de la magia negra,
entonces ¿cómo se explican los llamados «zombis vudú», muertos que han sido
desenterrados y condenados a pasar la eternidad como esclavos de los vivos?
Sí, es cierto que la palabra «zombi» originalmente proviene de la palabra
kimbundu «nzúmbe», término que describe el alma de una persona muerta, y sí,
los zombis y la zombificación forman parte integral de la religión afrocaribeña
conocida como vudú. Sin embargo, el origen de su nombre es la única similitud
entre el zombi vudú y el zombi viral. Aunque se dice que los houngan
vudú (sacerdotes) pueden convertir humanos en zombis mediante la
magia, la práctica se basa, fuera de toda duda, en ciencia pura. El «polvo
zombi», la herramienta usada por el houngan para
la zombificación, contiene una neurotoxina muy potente (los ingredientes
exactos se guardan en el más estricto secreto). La toxina paraliza de forma
temporal el sistema nervioso del humano, creando un estado de hibernación
extrema. Con el corazón, los pulmones y otras funciones corporales operando al
más mínimo nivel, sería comprensible que un médico forense con poca experiencia
declarara muerto al sujeto paralizado. Muchos humanos fueron enterrados en este
estado y se despertaron gritando en la oscuridad más absoluta en sus ataúdes.
¿Entonces, qué hace a los humanos convertirse en zombis? La respuesta es
simple: el daño cerebral. Muchos de los que fueron enterrados vivos acabaron
muy pronto el aire que había en sus ataúdes. Los que se recuperaron (si son
afortunados) casi siempre habían sufrido daño cerebral por la falta de oxígeno.
Estas pobres almas caminan arrastrándose con pocas habilidades cognitivas, o,
ciertamente, en libre albedrío, y a menudo se confunden con los muertos
vivientes. ¿Cómo distingues a un zombi vudú de una especie auténtica? Las
señales son obvias.
Los zombis vudú muestran emociones. Las
personas que sufren daño cerebral a causa del polvo aún son capaces de mostrar
los sentimientos normales de un humano. Sonríen, lloran, incluso gruñen con
furia si se hacen daño o, por el contrario, lo han provocado (algo que los
zombis de verdad nunca harían).
Los zombis vudú piensan. Tal y como se ha
afirmado antes, cuando un zombi de verdad se topa contigo, inmediatamente se
dirige hacia a ti como una bomba inteligente. Un zombi vudú tratará por un momento
de averiguar quién o qué eres. Tal vez se te acerque, tal vez recule, o quizá
continúe su observación mientras su cerebro dañado trata de analizar la
información que se le da. Lo que un zombi vudú nunca
hará es alzar sus brazos, dejar caer su mandíbula, desatar un
infernal gemido y andar a tropezones directamente hacia ti.
Un
zombi vudú siente dolor. Un zombi vudú que
tropieza y se cae, sin duda alguna sujetará su rodilla magullada y gimoteará.
Asimismo, uno que sufra por otra herida anterior se la cuidará o, por lo
menos, será consciente de la existencia de la herida. A diferencia de un zombi
de verdad, los zombis vudú no ignoran cuándo sufren cortes profundos.
Los zombis vudú reconocen el fuego. Eso
no quiere decir que les den miedo las llamas. Aquellos que han sufrido un daño
cerebral severo tal vez no recuerden lo que es el fuego. Se pararán a
examinarlo, tal vez incluso lleguen a tocarlo, pero retrocederán una vez sepan
que causa dolor.
Los zombis vudú reconocen lo que hay a su alrededor. Al
contrario que un zombi de verdad, que sólo reconoce a su presa, los zombis vudú
reaccionan a los cambios repentinos de luz, sonido, sabor y olor. Se ha
observado que los zombis vudú ven la televisión o los flashes de luz de gran
colorido, escuchan música, se encogen por un trueno e incluso perciben a otros
como ellos. Esto último ha resultado crítico en algunos casos en los que se
equivocaron al identificarlos. Al no reaccionar en modo alguno ante otros
zombis (se miran, hacen ruidos, incluso se tocan las caras) pudieron ser exterminados
por accidente.
Los zombis vudú NO tienen supersentidos. La
persona que sufre los efectos debilitantes del polvo zombi continúa dependiendo
de su vista antes que de otros sentidos. No se puede mover a la perfección en
la oscuridad, oír una pisada a 450 metros u oler a un ser vivo en el viento.
Los zombis vudú en realidad pueden ser sorprendidos por alguien que camina
justo delante de ellos. Sin embargo, esto no es recomendable, puesto que un
zombi asustado puede reaccionar de forma violenta.
Los zombis vudú pueden comunicarse. Aunque
no siempre es el caso, muchos de estos individuos pueden responder a las
señales audiovisuales. Muchos entienden palabras, algunos incluso comprenden
oraciones simples. Muchos zombis vudú poseen la habilidad de hablar, de forma
simple por supuesto, y en raras ocasiones mantienen conversaciones extensas.
Los zombis vudú pueden ser controlados. Aunque
no siempre es cierto, muchos de los cerebros humanos dañados pierden mucha de
su autorrealización y se convierten en seres muy susceptibles a la sugestión.
Ordenarle a un sujeto que pare o se vaya puede ser suficiente para librarse de
un zombi vudú. Esto ha dado lugar a una situación peligrosa: las personas que
se equivocan pensando que pueden controlar o adiestrar a zombis de verdad. En
varias ocasiones, algunos tercos insistieron en que, de manera simple, podían
ordenar a sus muertos vivientes que pararan. Cuando sintieron que unas manos
frías y podridas les agarraban por las extremidades y unos dientes sucios y
raídos estaban mordiéndoles, descubrieron, demasiado tarde, a lo que se estaban
enfrentando en realidad.
Estas características deberían darte una buena idea sobre cómo
diferenciar a un zombi vudú de uno de verdad. Una nota final: los zombis vudú
se encuentran sobre todo en la África subsahariana, el Caribe, América Central
y del Sur, y el sur de Estados Unidos. Aunque no es imposible encontrar a
alguien convertido en zombi por un houngan, las
posibilidades de tal encuentro son escasas.
EL ZOMBI DE HOLLYWOOD
Desde que los muertos vivientes llegaron a la gran pantalla, su mayor
enemigo no han sido los cazadores, sino los críticos. Estudiosos,
investigadores, incluso ciudadanos preocupados, han afirmado que estas
películas retrataban a los muertos vivientes de manera fantástica y poco
realista. Abrumadoras armas, secuencias de acción físicamente imposibles,
personajes humanos de características imponentes y, encima de todo eso, gules
mágicos, invencibles, incluso cómicos que han añadido colores al arcoíris de
controversia que supone el «cine de zombis». Críticas ulteriores admitían que
este «estilo recargado» cercano al cine de sonámbulos enseñaba a los espectadores
lecciones que acabarían con su muerte en un encuentro real. Estas acusaciones
serias exigían una defensa igualmente seria. Mientras que algunas películas de
zombis están basadas en hechos reales, su objetivo, de hecho el objetivo de
casi cada película de todo género, siempre ha sido, ante todo, entretener. A
no ser que discutamos sobre documentales de verdad (e incluso algunos son edulcorados),
los realizadores deben tomarse algunas licencias artísticas para hacer
su trabajo más apetecible a la audiencia. Incluso las películas que están basadas
en hechos reales sacrifican la pura realidad por el bien de la historia.
Algunos personajes serán una amalgama de individuos de la vida real. Otros
serán pura ficción con el fin de explicar ciertos hechos, facilitar la línea
narrativa o simplemente añadir sabor a la escena. Uno podría argumentar que el
papel de un actor es desafiar, educar e instruir a la audiencia. Podría ser
cierto, pero intenta impartir conocimiento a una audiencia que se va o se queda
dormida durante los primeros diez minutos de la película. Si aceptas esto para
producir una película entenderás por qué el cine de zombis en Hollywood se
desvía, en ocasiones a lo loco, de la realidad en la que está basado. En
resumen, usa estas imágenes según la intención de sus realizadores: como un
modo de entretenimiento temporal, de forma alegre y no como modo de ayuda para
tu supervivencia.
LOS BROTES
Aunque cada ataque zombi es diferente, dado el número, el terreno, la
reacción del pueblo en general, etc., su nivel de intensidad puede medirse en
cuatro categorías diferentes.
Clase 1
Este es un brote leve, normalmente en países del Tercer Mundo o en
zonas rurales del Primer Mundo. El número de zombis para esta clase de brote
oscila entre uno y veinte. El número total de víctimas (incluyendo a los
infectados) puede variar entre uno y cincuenta. La duración, desde el primer
caso hasta el último (conocido), va desde veinticuatro horas hasta catorce
días. La zona infestada será pequeña, no más de un radio de treinta kilómetros.
En muchos casos, los límites vendrán determinados por las fronteras naturales.
La reacción es limitada, puede que exclusivamente provenga de los ciudadanos o
de alguna ayuda adicional de las fuerzas locales de la ley. La cobertura de
los medios de comunicación será mínima, y si se presenta. Si los medios de
comunicación se encuentran allí, busca historias comunes como homicidios o
«accidentes». Este es el tipo de brote más común y también el que más
fácilmente pasa desapercibido.
Clase 2
En este nivel de brote se incluyen las zonas urbanas o las zonas rurales
con alta densidad de población. El número total de zombis oscilará entre veinte
y cien. Las víctimas humanas llegarán a ser hasta varios cientos de personas.
La duración de un ataque de clase 2 no es mucho más larga que la de un brote de
clase 1. En algunos casos, un mayor número de zombis hará desencadenar una
respuesta más inmediata. Un brote en una zona rural de poca población podría
extenderse a un radio de ciento sesenta kilómetros, mientras que un brote
urbano podría comprender únicamente algunos edificios. La eliminación sería,
por supuesto, más organizada. La actuación civil sería reemplazada por fuerzas
locales, nacionales e incluso federales. Si es un ataque leve se puede buscar
ayuda militar adicional, a la Guardia Nacional si estamos en Estados Unidos o a
su equivalente fuera de este país. La mayoría de las veces, para aliviar el
pánico, estas unidades toman una actitud menos combatiente, aportando
asistencia médica, control de multitudes y apoyo logístico. Los brotes de clase
2 casi siempre atraen a la prensa. A no ser que el ataque ocurra en una zona
aislada por completo del mundo, o una donde los medios de comunicación se
controlen estrictamente, la historia será contada. Esto no quiere decir, sin
embargo, que vaya a contarse fielmente.
Clase 3
Una crisis de verdad. Los brotes de clase 3, más que cualquier otro,
demuestran la amenaza real a la que nos exponen los muertos vivientes. Los
zombis son miles y abarcan una zona de varios cientos de kilómetros. La
duración del ataque y un posible proceso de limpieza lento podrían durar hasta
varios meses. No habría cabida para la censura de los medios o los encubrimientos.
Incluso sin la atención de los medios, la magnitud del ataque al completo
dejaría demasiados testigos oculares. Se trata de una batalla completamente
desarrollada, donde las fuerzas de la ley serían reemplazadas por unidades de
tropas regulares. En la zona infestada quedaría declarado el estado de alarma,
así como en las áreas colindantes. Cuenta con la ley marcial, viajes
restringidos, suministros racionados, control federal de los servicios y
custodia estricta de las comunicaciones. Llevará tiempo desarrollar todas estas
medidas. La fase inicial será un caos hasta que aquellos que están en el poder
lleguen a controlar la crisis. Disturbios, saqueos y pánico generalizado se
añadirán a sus dificultades, atrasando más aún una respuesta efectiva.
Mientras esto ocurriera, los que viven en el área infestada estarían a merced
de los no muertos. Aislados, abandonados y rodeados de gules, dependerían
únicamente de ellos mismos.
Clase 4
(Véase «Vivir en un mundo no muerto», pp. 194-226)
DETECCIÓN
Todo brote de no muertos, sin tener en cuenta la clase, tiene un
principio. Ahora que hemos definido al enemigo, el siguiente paso es la alarma
previa.
Saber qué es un zombi no te servirá de nada si no eres capaz de
reconocer un brote antes de que sea demasiado tarde. Esto no quiere decir que
construyas un puesto de mando contra zombis en
el sótano, claves alfileres en un mapa y acapares la radio de onda corta. Lo
único que se requiere es buscar las señales que a una mente desentrenada se le
pasarían por alto. Estas señales incluyen:
Homicidios donde las víctimas son ejecutadas mediante un tiro en la
cabeza o por decapitación. Ha ocurrido muchas veces: la gente reconoce qué tipo
de brote es e intenta afrontar el problema con sus propias manos. Casi
siempre, las autoridades locales los acusan de asesinos y son perseguidos como
tales.
Personas desaparecidas, particularmente en zonas salvajes o
deshabitadas. Hay que prestar mucha atención a si uno o más miembros de la
búsqueda desaparecen también. Si la historia se televisa o fotografía, fíjate
en el nivel de armamento que lleva el equipo de búsqueda. Más de un rifle por
grupo podría significar que se trata de algo más que una simple operación de
rescate.
Casos de «enajenación violenta» en los que el sujeto ataca a amigos o
familiares sin usar armas. Date cuenta de si el atacante muerde o intenta
morder a las víctimas. Si lo hace, ¿aún permanece alguna de las víctimas en el
hospital? Trata de descubrir si alguna de las víctimas murió, de forma misteriosa,
en los días posteriores al mordisco.
Disturbios u otro altercado civil que empiece sin ser provocado u
otra causa lógica. El sentido común te dirá que la violencia en cualquier
estrato social no ocurre sin un catalizador como la tensión racial, las
acciones políticas o las decisiones legales. Incluso la llamada «histeria
colectiva» puede llevarnos hasta el origen del problema. Si no lo descubre
nadie, encontrarán la respuesta en alguna otra parte.
Muertes por enfermedad en las que no se determina la causa o parecen
altamente sospechosas. Los decesos por enfermedades infecciosas son, si
comparamos con hace un siglo, escasos en el mundo industrializado. Por esa
razón, los nuevos casos siempre atraen a los medios. Fíjate en los casos donde
la naturaleza exacta de la enfermedad quede sin explicar. También estáte alerta
de aquellas explicaciones sospechosas como el virus del Nilo occidental o la
enfermedad de las «vacas locas». Podría tratarse de ejemplos de encubrimiento.
Cualquiera de las anteriormente citadas donde se prohíba la presencia de los
medios de comunicación. Es extraño que en Estados Unidos se censure por
completo una noticia. Si se da el caso debemos observarlo inmediatamente como
una luz roja. Por supuesto, puede haber muchas razones diferentes a un ataque
de muertos vivientes. Por otra parte, cualquier evento que provoque
restricciones de un gobierno tan consciente como nosotros de los medios merece
gran atención. Lo cierto es que, sea lo que sea, no puede ser bueno.
Una vez que el acontecimiento capta tu atención, síguele el rastro.
Anota la localización y la distancia a la que se encuentra de ti. Busca
incidentes similares en los alrededores o cerca del emplazamiento original. Si,
en los siguientes días o semanas, esos incidentes tienen lugar, estúdialos
cuidadosamente. Anota la respuesta de las fuerzas de la ley y otras agencias
gubernamentales. Si reaccionan más enérgicamente con cada caso, hay
posibilidades de que esté teniendo lugar un brote.
ARMAS Y TÉCNICAS DE COMBATE
Eran al menos quince o veinte; hombres, mujeres, niños. Abrimos fuego
a setenta, quizá ochenta metros. Veía cómo salían volando pedazos de carne. ¡Nuestros
disparos dañaban sus jilas! Pero seguían avanzando. ¡Simplemente, siguieron
avanzando! Divisé a uno y dejé escapar una ráfaga de mi BXP. Sé que le rompí en
dos la columna porque aquel hombre se dejó caer como una hoja. Aún con espasmos
en las piernas, ¡se arrastraba hacia mí! A veinte metros, abrimos fuego con el
Vektor. ¡Nada! Veía cómo los trozos de órganos y huesos les salían disparados
por la espalda. Había extremidades literalmente serradas por las
articulaciones. La SS77 es la mejor ametralladora jamás construida: 840 metros
por segundo, 800 disparos por minuto; pero no estaba consiguiendo
¡absolutamente nada! Con las granadas sólo habíamos conseguido derribar a uno
de ellos. ¡A uno! Su cuerpo mutilado estaba inmóvil pero la cabeza aún intentaba
mordernos. [Nombre no revelado] empezó
a disparar con su RPG. El maldito proyectil dio de lleno en un blanco fácil de
atacar ¡y destrozó una roca que había detrás! Finalmente, cuando estaban a
cinco metros de nosotros, usamos la poca gasolina que nos quedaba para el
lanzallamas. Los hijos de puta se encendieron como antorchas pero ¡no se
detuvieron! Uno de ellos agarró a [Nombre no revelado], haciéndolo
prender también mientras le mordía en el cuello. Vi al resto de aquellas cosas rodearlo conforme nos perdíamos
entre la jungla. Una multitud de cuerpos agachados ardiendo desgarrando a otra
antorcha humana que no dejaba de gritar. ¡La puta que parió al demonio, ¿qué
diablos se suponía que teníamos que hacer?!
—MERCENARIO SERBIO DURANTE LA GUERRA CIVIL DE ZAIRE, 1994
Elegir las armas correctas (nunca lleves sólo una) puede establecer la diferencia entre un montón de
zombis muertos o convertirte en uno de ellos. Cuando te enfrentas con un no
muerto, es fácil creer en la estrategia de supercomando: cargar con las armas
más pesadas y más potentes posibles y salir a patearles el culo. No sólo es absurdo, también es suicida. Los zombis no establecen torres
de control al más puro estilo de Tras la línea enemiga, con un derribo en
masa a la primera descarga teatral de artillería. Armarse para el encuentro con
un zombi requiere una consideración especial, tener la cabeza bien fría y hacer
un análisis práctico de todos los factores implicados.
REGLAS GENERALES:
¡OBEDECE LA LEY!: Las regulaciones gubernamentales sobre armas de fuego y explosivos
dependen de donde te encuentres. Sigúelas al pie de la letra.
AQUÍ A MAX SE LE VA LA OLLA Y RELATA UNS LISTA DE ARMAS CON SUS CONSECUENCIAS Y REQUISITOS.... EN FIN LO HE QUITADO PORQUE SE SALE...
INCLUSO SE DEDICA A DETALLAR COMO SOBREVIVIR A UN ATAQUE, LO CUAL ME PARECE APOLOGÍA DEL MIEDO.
.....
F. Deshazte de todos los cuerpos. Ya sea zombi o humano, un cadáver
sigue siendo un cadáver. La bacteria que hay en la carne podrida puede resultar
un serio peligro para tu salud. Todos los cuerpos que haya en tu perímetro
deben ser quemados o enterrados. Los cuerpos que haya más allá de tus muros
deben quemarse. Para hacer esto, simplemente coloca una escalera por tu lado
del muro, vierte gasolina sobre el gul recién muerto, enciende una cerilla y
déjala caer. Aunque esto atraiga a más no muertos, es necesario arriesgarse
para deshacerse de un peligro que ya está presente.rido.
....
Bueno ya está bien... pasaré a otro capítulo:
DURACIÓN
¿Cuánto tiempo tendrás que llevar
esta existencia primitiva? ¿Cuánto tiempo ha de pasar para que los zombis se
desintegren hasta convertirse en polvo? ¿Cuánto tiempo has de esperar antes
de que la vida pueda volver aunque sea a una apariencia de normalidad?
Lamentablemente, no hay cifra exacta. El primer zombi que aparezca tardará, a
menos que se congele, embalsame o se preserve de cualquier otro modo, cinco
años en descomponerse por completo.
......................
Que si van a tomar el planeta y otras suposiciones del autor...
bla bla bla.......
......................
ATAQUES REGISTRADOS
Esta no es una lista de todos los
ataques zombi a través de la historia. Este apartado simplemente relata todos
los ataques cuya información se ha documentado, ha sobrevivido y ha hecho
pública el autor de este libro. Los relatos de sociedades con una historia oral
han sido más difíciles de adquirir. Demasiado a menudo estas historias se han
perdido cuando sus sociedades se han fragmentado como resultado de la guerra,
la esclavitud, los desastres naturales o simplemente la corrupción de la
modernización internacional. Quién sabe cuántas historias, cuánta información
vital -tal vez incluso una cura- se han perdido a través de los siglos. Incluso
en una sociedad tan bien informada como la nuestra, sólo se registra una
fracción de los brotes. En parte, esto se debe a varias organizaciones
políticas y religiosas que juraron guardar en secreto lodo conocimiento sobre
los muertos vivientes. Esto también se debe a la ignorancia de un brote zombi.
Aquellos que sospechan la verdad pero temen por su credibilidad, en la mayoría
de los casos, ocultarán la información. Esto nos deja una lista corta pero bien
documentada. Nota: Estos eventos se han ordenado en el orden cronológico de
incidencia, no de descubrimiento.
60.000 A. C, KATANDA, ÁFRICA CENTRAL
Recientes expediciones
arqueológicas descubrieron una cueva a orillas de la zona alta del río Semliki
que contenía trece cráneos.
Todos habían sido aplastados. Muy
cerca de ellos había una gran pila de cenizas fosilizadas. Los análisis en los
laboratorios determinaron que las cenizas eran los restos de trece Homo sapiens
En la pared de la cueva hay pintada una figura humana, con las manos alzadas en
postura amenazadora y una mirada diabólica. Dentro de su enorme boca está el
cuerpo de otro humano, este descubrimiento no ha sido aceptado como un
incidente zombi auténtico. Una corriente de opinión afirma que los cráneos
aplastados y los cuerpos quemados eran un modo de deshacerse de los gules,
mientras el dibujo de la cueva sirve de aviso. Otros académicos solicitan algún
tipo de prueba física, como un resto de Solanum fosilizado. Aún se están
esperando los resultados, Si se confirma la autenticidad en Katanda, surgirá en
nuestras cabezas la siguiente pregunta: ¿Por qué pasó un intervalo de tiempo
tan grande entre este primer brote y el que le sigue?
3000 A. C, HIERACÓMPOLIS, EGIPTO
En 1892, una excavación británica
desenterró una tumba sin inscripción. No pudieron encontrarse pistas que revelaran quién era la
persona que la ocupaba ni nada sobre su posición en la sociedad. El cuerpo fue
encontrado fuera de la cripta abierta, hecho un ovillo en una esquina y sólo
parcialmente descompuesto. Miles de marcas de arañazos adornaban la superficie
del interior de la tumba, como si el cadáver hubiera intentado abrirse camino
hacia el exterior. ¡Los expertos forenses revelaron que las marcas se habían hecho
durante un periodo de varios años! El cuerpo mismo tenía varias marcas de
mordiscos en el radio derecho. La marca de los dientes mostraba que eran humanos.
La autopsia completa reveló que el cerebro seco y parcialmente descompuesto no
sólo correspondía a los que están infectados con Solanum (el lóbulo frontal
había desaparecido por completo) sino que también contenía restos del virus.
Existe en la actualidad un debate enfurecido sobre si este caso provocó o no que los últimos egipcios
extrajeran el cerebro a las momias.
500 A. C, ÁFRICA
Durante el viaje para explorar y
colonizar la costa occidental del continente, Hanno de Cartago, uno de los
antiguos marineros más famosos de la civilización occidental, escribió en su
diario de a bordo:
A la orilla de una gran jungla, donde las verdes
colinas esconden sus copas sobre las nubes, mandé una expedición tierra
adentro en busca de agua dulce. [....] Nuestros adivinos nos advirtieron sobre
esta expedición. Según ellos se trataba de una tierra maldita, lugar de
demonios abandonado por los dioses. Ignoré tales advertencias y pagué el
precio más alto. [...] De treinta y
cinco hombres que envié, sólo siete regresaron. [...] Los supervivientes sollozaban un cuento sobre monstruos de
la jungla. Hombres con colmillos de serpiente, garras de leopardo y ojos que
ardían como las llamas del Infierno. Las espadas de bronce les cortaban la
carne, pero no sangraban. Se alimentaron de nuestros marineros y el viento se
llevó sus llantos [...] nuestros
adivinos nos alertaron sobre los supervivientes que habían sido heridos,
afirmando que traerían dolor a todo aquel que los tocara. [...] Nos apresuramos hacia los barcos y
abandonamos a aquellas pobres almas en aquella tierra de hombres-bestia. Que
los dioses me perdonen
Como saben la mayoría de lectores, mucho del trabajo
de Hanno resulta polémico y es tema de debate entre los historiadores
académicos. Dado que Hanno también describió un enfrentamiento con grandes
criaturas parecidas a los monos que él apodó «gorilas» (los gorilas actuales
nunca han habitado esa parte del continente) puede deducirse que ambos
incidentes son producto tanto de su imaginación como de la de los historiadores
posteriores. Incluso si tenemos en cuenta esto y sin considerar la exageración
obvia de los colmillos de serpiente, las garras de leopardo y los ojos
ardientes, la descripción básica de Hanuo se acerca bastante a la de los
muertos andantes.
329 A. C, AFGANISTÁN
Una columna macedonia sin nombre,
construida por el legendario conquistador Alejandro Magno, fue visitada muchas
veces por las fuerzas soviéticas especiales durante su propia guerra de
ocupación. A ocho kilómetros de este monumento, una unidad descubrió los restos
antiguos de lo que se creyó que eran unas instalaciones militares del ejército
heleno. Entre otros objetos, había una vasija de bronce pequeña. El dibujo de
la inscripción mostraba: (1) un hombre mordiendo a otro hombre; (2) la víctima
yaciendo en el lecho de muerte; (3) la víctima volvía de nuevo a la vida, y de
nuevo volvía a (I) mordiendo a otro hombre. La naturaleza circular de esta
vasija, al igual que los dibujos en sí mismos, podrían ser la prueba de un
brote no muerto que Alejandro presenció o que le relató alguien de las tribus
locales.
212 A. C, CHINA
Durante la dinastía Qin, todos
los libros no relacionados con asuntos prácticos como la agricultura o la
construcción fueron quemados por orden del emperador para protegerse contra
«pensamientos peligrosos». Nunca sabremos si los relatos sobre los ataques
zombis terminaron en llamas. Esta sección oculta de un manuscrito médico,
preservado dentro de la pared de la casa de un erudito chino que fue ejecutado,
podría ser la prueba de tales ataques:
El único tratamiento para las víctimas de la
Pesadilla de la Vigilia Eterna es una desmembración completa seguida de las
llamas. Debe sujetarse al paciente, llenársele la boca de paja y entonces
amarrarlo bien. Deben extirparse todos los miembros y órganos, evitando el
contacto con cualquier fluido corporal. Debe quemarse todo hasta que sólo
queden cenizas para seguidamente esparcirlas todas al menos a doce pies en
todas direcciones. Cualquier otro remedio no bastará, puesto que la enfermedad
no tiene cura [...] el deseo de carne
humana es insaciable. [...] Si
las víctimas son numerosas y no hay esperanza de poder contenerlas, debe
realizarse la decapitación inmediatamente [...] la pala shaolin es el
arma más veloz para realizar esta tarea.
No hay mención a las víctimas de esta Pesadilla de
la Vigilia Eterna como seres realmente muertos. Sólo el fragmento sobre el
ansia que sienten por la carne de los sanos y el «tratamiento» en sí, sugieren
la presencia de los zombis en la antigua China.
121 D. C, FANUM COCIDI, CALEDONIA (ESCOCIA)
Aunque se desconoce la fuente del brote, sus
acontecimientos están bien documentados. El jefe bárbaro de la zona, creyendo
que los no muertos estaban simplemente locos, envió a más de
3000 guerreros a «poner fin a esta sublevación demente». Su resultado:
más de 600 guerreros devorados, el resto herido y finalmente transformado en
muertos andantes. Un comerciante romano llamado Sextus Sempronios Tubero, que
viajaba por esa región en aquel momento, presenció la batalla. Aunque no se dió cuenta de
que los muertos andantes eran sólo eso, Tubero vio lo suficiente para fijarse
en que la decapitación era el único modo de que los zombis dejaran de ser una amenaza. Apenas hubo escapado, Tubero
contó este acontecimiento a Marcus Lucius Terentius, comandante de la
guarnición militar más próxima en la Britania romana. Estaban a menos de un día
de 9000 zombis. Siguiendo el flujo de refugiados, estos gules continuaron
migrando al sur, en dirección constante hacia territorio romano. Terentius solo
contaba con una cohorte (480 hombres) a su disposición, los refuerzos se
encontraban a tres semanas de allí. Terentius ordeno primero cavar dos zanjas
estrechas de dos metros de profundidad que finalmente alinearía para formar un
pasillo recto de más de un kilómetro de largo. El resultado fue similar a un
embudo
abierto hacia el norte. Entonces
ambas zanjas se llenaron de bitumen liquidum (aceite crudo: se usaba
normalmente para encender lámparas en esta parte de Britania). Cuando los
zombis se acercaron, prendieron el aceite. Todos los gules que cayeron en la zanja quedaron
atrapados dentro de sus límites profundos y se incineraron. El resto fue forzado hasta el
túnel, donde no más de 300 podían mantenerse en fila de pie. Terentius ordenó a
sus hombres que sacaran las espadas, alzaran los escudos y avanzaran hacia el
enemigo. Después de nueve horas de batalla, todos los zombis habían sido
decapitados. Las cabezas partiéndose rodaban hacía la zanja para ser
incineradas. Las bajas romanas sumaron 150 muertos, sin heridos (los
legionarios mataron a cualquier camarada mordido).
Las ramificaciones de este brote fueron inmediata e históricamente
importantes. El emperador Adriano mandó compilar toda la información sobre el
brote en un trabajo inteligible. Este manual no sólo detallaba el patrón de
comportamiento de los zombis y las instrucciones sobre los métodos más
eficientes de deshacerse de los cuerpos, sino que también recomendaba una
aplastante fuerza numérica «que se enfrentara al pánico inevitable del
populacho general». Una copia de este documento, conocido simplemente como
«Orden del Ejército XXXVII», fue distribuida a cada legión a través del
imperio. Por este motivo, los brotes en zonas bajo el dominio romano nunca
volvieron a alcanzar un número crítico v por eso nunca fueron registrados en
detalle. También se cree que el primer brote impulsó la construcción del Muro
de Adriano, una estructura que aislaba de forma eficaz Caledonia del norte del
resto de la isla. Este es un brote de clase 3 de manual y, con mucho, el mayor
registrado.
140-41 D. C, THAMUGADI, NUMIDIA (ARGELIA)
Seis pequeños brotes entre los
nómadas del desierto fueron registrados por Lucius Valerius Strabo, gobernador
romano de la provincia. Todos los brotes fueron aplastados por dos cohortes de
la base de la Tercera Legión Augusta. Número total do zombis abatidos: 134.
Bajas romanas: 5. Aparte del informe oficial, una entrada del diario personal
de un ingeniero del ejército registra un descubrimiento significativo:
Una familia de la zona permaneció prisionera en su
casa durante al menos doce días mientras las criaturas salvajes arañaban e
intentaban abrirse camino en vano por las puertas cerradas con cerrojos y las
ventanas. Después de que acabáramos con la mugre y rescatáramos a la familia, su conducta parecía cercana a la locura. Por
lo que pudimos deducir, los gemidos de las bestias, día tras día, noche tras
noche, demostraron ser una forma de tortura despiadada
Este es el primer reconocimiento
conocido de daño psicológico causado por un ataque zombi. Al estar los seis
incidentes muy próximos en el tiempo puede considerarse creíble que uno o más
zombis de ataques anteriores sobrevivieran el tiempo suficiente para volver a infectar una
población.
156 D. C, CASTRA REGINA, GERMANIA (SUR DE
ALEMANIA)
El ataque de diecisiete zombis
acabó infectando a un clérigo importante. El comandante romano, al reconocer
las señales de un recientemente transformado
zombi, ordenó a sus tropas que destruyeran al antiguo hombre santo. Los
ciudadanos de la zona encolerizaron y se desencadenaron disturbios. Número de zombis
abatidos: 10, incluyendo al hombre santo. Bajas entre los romanos: 17, todos
durante los disturbios. Número de civiles asesinados por las medidas represivas
de los romanos: 198.
177 D. C, EMPLAZAMIENTO SIN NOMBRE CERCA DE
TOLOSA, AQUITANIA (SUROESTE DE FRANCIA)
Una carta personal, escrita por
un comerciante durante un viaje para ver a su hermano en Capua, describe al
agresor:
Vino desde el bosque un hombre que apestaba a
podrido. Su piel grisácea dejaba entrever muchas heridas de las que no emanaba
la sangre. Al ver al niño gritar,
pareció que el cuerpo le temblaba de excitación. Su cabeza se volvió en la
dirección del niño; su boca abierta en un gemido estremecedor. [...] Darius, el anciano veterano de la
legión, se acercó [...] apartando
hacia un lado a la madre, agarró al niño con un brazo y empuñó su gladius con
el otro. La cabeza de la criatura le cayó sobre los pies y rodó colina abajo
antes de que el resto del cuerpo la siguiera. [...]
Darius insistió en que llevaran ropas de cuero cuando tiraran el cuerpo al
fuego [...] la cabeza, que aún se
movía mordiendo de un modo desagradable, alimentó las llamas.
Este pasaje debería tomarse como la típica actitud
romana hacia los muertos vivientes: sin miedo, sin supersticiones, simplemente
otro problema que requiere una solución práctica. Este fue el último ataque
registrado durante el Imperio romano. Los siguientes brotes ni se combatieron
con la misma eficacia ni fueron registrados con la misma claridad.
SIGLO VIII D. C, FRISIA (NORTE DE HOLANDA)
Aunque parece que este
acontecimiento tuvo lugar en o alrededor del año 700 d. C, las pruebas físicas
las aporta un cuadro descubierto recientemente en la bóveda del Rijksmuseum de
Amsterdam. El análisis de los materiales fija la
fecha señalada arriba. El cuadro muestra un grupo de caballeros con armadura
completa atacando a una multitud de hombres rabiosos con carne gris, flechas y
otras heridas cubriendo sus cuerpos y sangre chorreando de sus bocas. Mientras
las dos fuerzas se enfrentan en el centro del lienzo, los caballeros empuñan la
espadas para decapitar al enemigo. Se ve a tres zombis en la esquina de la parte
inferior derecha, agachados sobre el cuerpo de un caballero muerto. Han quitado
parte de su armadura y han arrancado una extremidad de su cuerpo. Los zombis se
alimentan de la carne expuesta. Como el cuadro en sí no está firmado, nadie ha
determinado aún de dónde procede esta obra o cómo terminó en el museo.
850 D. C, REGIÓN DESCONOCIDA DE SAJONIA (NORTE DE ALEMANIA)
Bearnt Kuntzel, un fraile que peregrinaba a Roma,
registró este incidente en su diario personal. Un zombi que apareció
deambulando de la Selva Negra mordió e infectó a un granjero de la zona. La
víctima resucitó varias horas después de fallecer y atacó a su propia familia.
Desde ese momento, el brote se extendió a la aldea entera. Los que
sobrevivieron huyeron al castillo del señor, sin darse cuenta de que algunos de
ellos habían sido mordidos. Cuando el brote se extendió aún más, los aldeanos
vecinos se dirigieron en tropel a la zona infestada. El clero de la zona creyó
que los no muertos habían sido infectados por el espíritu del demonio y que el
agua bendita y los ensalmos desterrarían a los espíritus malignos. La «búsqueda
sagrada» terminó en una masacre, con la congregación entera o devorada o
convertida en muertos vivientes.
Desesperados, los señores y los caballeros vecinos
se unieron para «purificar a la prole infernal en las llamas». Esta fuerza
destartalada quemó todas las aldeas y zombis en un radio de ochenta kilómetros.
Ni los humanos que no habían sido infectados sobrevivieron a la masacre. El
castillo original del señor, habitado por personas que se habían visto
acorraladas por los no muertos, se había transformado para entonces en una
prisión de más de 200 gules. Como los habitantes habían bloqueado las puertas y
subido el puente levadizo antes de perecer, los caballeros no pudieron entrar
al castillo para purificarlo. El resultado: la fortaleza se declaró
«embrujada». Más de una década después, los campesinos que pasaban cerca de
allí podían oír los gemidos de los zombis que había aún dentro. Según las
cifras de Kuntzel, se contabilizaron más de 573 zombis y más de 900 humanos
fueron devorados. Kuntzel cuenta también las represalias masivas contra un
pueblo judío cercano, culpado del brote por su falta de «fe». El trabajo de
Kuntzel sobrevivió en los archivos del Vaticano hasta su descubrimiento accidental
en 1973.
1073 D. C, JERUSALÉN
La historia del doctor Ibrahim
Obeidallah, uno de los pioneros más importantes en el campo de la fisiología
zombi, tipifica los grandes progresos y los trágicos retrasos en el intento de
la ciencia por entender a los no muertos. Una fuente desconocida causó un
brote de quince zombis en Jaffa, una ciudad de la costa palestina. La milicia
local, que utilizó una copia traducida de la Orden del Ejército Romano XXXVII,
exterminó con éxito la amenaza con un mínimo de bajas humanas. Una mujer
recientemente mordida quedó al cuidado de Obeidallah, un físico y biólogo
eminente. A pesar de que la Orden del Ejército X XXVII hablaba de la
decapitación inmediata y la incineración de todos los humanos a los que
hubieran mordido, Obeidallah convenció (o quizá sobornó) a la milicia para que
le permitiera estudiar a la mujer moribunda. Se alcanzó un compromiso en el
que se le permitía trasladar el cuerpo, y todo su equipo, a la cárcel. Allí, en
la celda, bajo el ojo vigilante de la ley, observó a la víctima retenida hasta
que expiró, y continuó estudiando el cadáver mientras se reanimó. Realizó
numerosos experimentos al gul retenido. Descubriendo que todas las funciones
fisiológicas necesarias para mantenerse vivo habían dejado de funcionar,
Obeidallah probó científicamente que el sujeto estaba físicamente muerto pero
que aún funcionaba. Viajó por Oriente Medio recabando información sobre otros
brotes posibles.
La investigación de Obeidallah documentó la fisiología completa de los
muertos vivientes. Sus notas incluían informes sobre el sistema nervioso, la
digestión, incluso el ritmo de descomposición en relación con el entorno. Este
trabajo también incluía un estudio completo de los patrones de comportamiento
de los muertos vivientes, un logro extraordinario, siempre que fuera cierto. De
forma irónica, cuando los caballeros cristianos invadieron Jerusalén en 1099,
este hombre fue decapitado como adorador de Satán y casi toda su obra fue
destruida. Algunos fragmentos sobrevivieron en Bagdad durante los siglos
siguientes con el rumor de que sólo una fracción del texto original sobrevivió.
La historia de la vida de Obeidallah, sin embargo, excepto los detalles de sus
experimentos, sobrevivió a la matanza de los cruzados, junto con su biógrafo
(un historiador judío y anterior colega). El hombre escapó a Persia, donde el
trabajo fue copiado, publicado y consiguió un modesto éxito en varias cortes de
Oriente Medio. Una copia permanece en los Archivos Nacionales de Tel Aviv.
1253 D. C, FISKURHOFN, GROENLANDIA
Continuando la gran tradición de
la exploración nórdica Gunnbjorn Lundergaart, un jefe islandés, estableció una
colonia a la entrada de un fiordo aislado. Se ha dicho que en la partida había
153 colonos. Lundergaart volvió a Islandia después de un invierno,
presumiblemente para procurarse provisiones y nuevos colonos. Cinco años
después, Lundergaart volvió y encontró el complejo de la isla en ruinas. De los
colonos, sólo encontró tres docenas de esqueletos; los huesos limpios de carne.
También se dice que encontró tres seres: dos mujeres y un niño. Su piel tenía
manchas grises y los huesos atravesaban la carne en algunos sitios. Las heridas
eran obvias, pero no había restos de sangre. Cuando fueron vistos, las figuras
se volvieron y se acercaron a la partida de Lundergaart. Sin dar respuesta a la
comunicación verbal, atacaron a los vikingos e inmediatamente fueron cortados
en pedazos. El escandinavo, al creer que la expedición al completo estaba
maldita, ordenó que quemaran todos los cuerpos y las estructuras artificiales.
Como su propia familia estaba entre los esqueletos, Lundergaart ordenó a sus
hombres que lo mataran a él también, que desmembraran su cuerpo y lo echaran a
las llamas. El «Cuento de Fiskurhofn» que la patrulla de Lundergaart contó a
unos monjes viajeros irlandeses sobrevive en los Archivos Nacionales de
Reykiavik, Islandia. No se trata realmente del relato más fiel sobre un ataque
zombi de la civilización escandinava antigua, sino que también puede explicar
por qué los asentamientos vikingos en Groenlandia se desvanecieron
misteriosamente durante los primeros años del siglo catorce.
1281 D. C, CHINA
El explorador veneciano Marco
Polo escribió en su diario que durante una visita al palacio de verano del
emperador en Xanadú, l'.ublai Khan le mostró una cabeza de zombi cortada
conservada en un tarro de líquido alcohólico transparente (Polo describió el
liquido como «con la esencia del vino pero transparente y ácido para el
olfato»). Esta cabeza, afirmó Khan, la había cogido su abuelo, Gengis, cuando
volvió de sus conquistas en el Oeste, Polo escribió que la cabeza se percató de
la presencia de todos.
Incluso les miró con sus ojos
casi descompuestos. Cuando se acercó a tocarla, la cabeza trató de morderle los
dedos. Khan le castigó por este acto estúpido, volviéndole a contar el relato
de un oficial de bajo rango de la corte que había intentado lo mismo y fue
mordido por la cabeza cortada. El oficial «parecía haber muerto días después
pero se levantó para atacar a sus sirvientes». Polo afirma que la cabeza
permaneció «con vida» durante su estancia en China. Nadie sabe cuál fue el
destino de esta reliquia. Cuando Polo volvió de Asia, su historia fue suprimida
por la Iglesia católica y por eso no aparece en la publicación oficial de sus
aventuras. Los historiadores han especulado que, ya que los mongoles llegaron
tan lejos como a Bagdad, la cabeza puede ser uno de los sujetos originales de
Ibrahim Obeidallah, lo cual da a esta cabeza el récord de la reliquia viva mejor conservada y más antigua de
un espécimen zombi.
1523 D. C, OAXACA, MÉXICO
Los nativos hablan de una enfermedad que oscurece el
alma, causando la sed de la sangre de sus hermanos. Hablan de hombres, mujeres,
incluso niños cuya carne ha pasado a ser gris con partes pútridas y de olor
impuro. Una vez que la oscuridad se cierne sobre ellos, no hay forma de
curarlos, excepto con la muerte, que sólo puede conseguirse a través del fuego,
debido a que el cuerpo se vuelve resistente a todas las armas del hombre. Creo
que es una tragedia de los paganos, que, al no conocer a Nuestro Señor Jesucristo,
no conocen la cura para esta enfermedad. Ahora que hemos bendecido a estas
masas con la luz y la verdad de Su amor, debemos esforzarnos en buscar a estas
almas oscurecidas y purificarlas con toda la fuerza del Cielo.
Este texto fue tomado, supuestamente, de los relatos
del padre Esteban Negrón, un cura español y estudiante de Bartolomé de las
Casas, previamente editado desde sus trabajos originales y recientemente
descubierto en Santo Domingo. Las opiniones sobre la autenticidad de este
manuscrito varían. Algunos creen que es parte de una orden del Vaticano para
suprimir toda la información al respecto. Otros creen que se trata de una elaborada
patraña en la línea de los Diarios de Hitler.
1554 D. C, AMÉRICA DEL SUR
Una expedición española bajo el
mando de Don Rafael Cordoza se adentró en la jungla amazónica en busca de la
legendaria El Dorado, la Ciudad de Oro. Los guías tupís lo alertaron para que
no entrara en una zona conocida como el Valle del Sueño sin Fin. En él, le
advirtieron, encontraría una raza de criaturas que gemían como el viento y
sentían sed de sangre. Muchos hombres habían entrado en este valle, contó el
tupí. Ninguno regresó jamás. Muchos de los conquistadores sintieron miedo al
oír este aviso y suplicaron volver a la costa. Cordoza, al creer que el tupí se
había inventado esta historia para esconder la ciudad dorada, obligó a su
expedición a que continuara. Cuando anocheció, docenas de muertos andantes atacaron
el campamento. Lo que ocurrió aquella noche sigue siendo un misterio. Según
proclamó un pasajero del Santa Verónica, el barco que llevó a Cordoza de
América del Sur a Santo Domingo, él fue el único superviviente en alcanzar la
costa. Si luchó hasta el final o si abandonó simplemente a sus hombres nadie lo
sabe. Un año después, Cordoza llegó a España, donde contó toda la historia
sobre este ataque a la Corte Real en Madrid y a la Santa Inquisición en Roma.
Acusado por la Corte Real de despilfarrar los recursos de la corona y de
hablar sobre actos blasfemos por la Santa Inquisición, el conquistador fue
despojado de su título y murió en la más profunda pobreza. Su historia es una
recopilación de fragmentos de muchos textos referidos a este periodo de la
historia de España. No se ha descubierto ningún texto original.
1579 D. C, PACÍFICO CENTRAL
Durante su circunnavegación del
globo, Francis Drake, el pirata que más tarde se convirtió en un héroe
nacional, paró en una isla sin nombre para repostar provisiones de comida y
agua fresca. Los nativos le advirtieron que no visitara un cayo pequeño cercano
que estaba habitado por «los dioses de la muerte», Según la costumbre, los
muertos y enfermos terminales eran puestos en esta isla, donde los dioses se apoderarían
de ellos, de su cuerpo y su alma, para vivir eternamente. Drake, fascinado por
su historia, decidió investigar. Observando desde el barco vio como una partida
de nativos en la orilla puso el cuerpo de un hombre muerto en la playa de la
isla. Después de gritar varias veces con una caracola, los nativos regresaron
al mar. Unos momentos más tarde, varias figuras aparecieron tambaleándose
lentamente desde la jungla. Drake vio cómo se alimentaban del cadáver antes de
perderlos de vista mientras se alejaban encorvados. Para su asombro, el cuerpo medio comido se levantó sobre
sus pies y cojeó tras ellos. Drake nunca habló de este incidente en toda su
vida. Los hechos se descubrieron en un diario secreto que mantuvo oculto hasta
su muerte. Este diario, que pasó de coleccionista en coleccionista, finalmente
encontró su sitio en la biblioteca del almirante Jackie Fischer, el padre de la
moderna Marina Real. En 1907, Fischer mandó hacer unas copias y se lo dio a
varios de sus amigos como regalo de Navidad. Junto a las coordenadas exactas,
Drake proclamó esta masa de tierra «la isla de los malditos».
1583 D. C, SIBERIA
Una partida de exploradores del
infame cosaco Yermak, perdida y muerta de hambre en la helada naturaleza
salvaje, fue refugiada por una tribu asiática indígena. Una vez que
recuperaron las fuerzas, los europeos compensaron la amabilidad de la tribu
declarándose ellos mismos los soberanos de aquella aldea y se establecieron
allí durante el invierno hasta que llegara la fuerza principal de Yermak.
Después de darse el festín varias semanas con la comida que la aldea había
reunido, los cosacos destinaron entonces su apetito a los aldeanos. En un acto
salvaje de canibalismo, se comieron a treinta personas, mientras el resto huía
selva adentro. Los cosacos agotaron esta nueva fuente de alimento en días.
Desesperados, se dirigieron hacia el cementerio de la aldea, donde se cree que
las bajas temperaturas habían mantenido algunos de los cadáveres frescos. El
primer cuerpo exhumado fue una mujer de unos veinte años, que había sido
enterrada con las manos y los pies atados y la boca amordazada. Cuando se
descongeló, la mujer muerta revivió. Los cosacos estaban estupefactos.
Esperando aprender cómo había conseguido tal proeza, le quitaron la mordaza. La
mujer mordió en la mano a uno de los cosacos. Con duradera falta de visión,
ignorancia y brutalidad, los cosacos la desmembraron, la asaron y comieron su
carne. Sólo dos se abstuvieron: el guerrero herido (sus camaradas creían que no
había que desperdiciar la comida con los moribundos) y un hombre profundamente
supersticioso que creía que la carne estaba maldita. En cierta manera, tenía
razón. Todos los que comieron la carne del zombi murieron aquella noche. El
hombre herido expiró a la mañana siguiente.
El único superviviente intentó quemar los cuerpos. Mientras preparaba la
pira funeraria, el cadáver que había sido mordido revivió. Al verse perseguido
por este nuevo zombi, el solitario superviviente se dirigió hacia la estepa.
Tras una hora de persecución, el zombi se congeló. El cosaco deambuló durante
varios días han que fue rescatado por otra partida de exploradores de Yermak.
Su relato fue documentado por un historiador ruso, el padre Pielio Georgiavich
Vatutin. La obra se mantuvo oculta durante varían generaciones, guardada en un
monasterio aislado en la isla de Valam, en el lago Ladoga. Sólo ahora está
siendo traducida al inglés. No se sabe nada sobre el destino de los aldeanos
asiáticos o incluso sobre cuál es su identidad real. El genocidio posterior
contra este pueblo por Yermak dejó pocos supervivientes. Desde un punto de
vista científico, este relato representa el primer suceso conocido de un zombi
completamente congelado.
1587 D. C, ISLA ROANOKE, CAROLINA DEL NORTE
Los colonos ingleses, aislados de
cualquier apoyo de Europa, enviaban partidas de caza regulares al continente en
busca de comida. Una de estas partidas desapareció durante tres semanas Cuando
volvió un único superviviente, describió que les habían atacado «una pandilla
de salvajes [...] con la carne pútrida y piel minada con gusanos; insensibles a
la pólvora y a los disparos». Aunque sólo mataron a uno de los once hombres de
la partida, cuatro de ellos fueron desfigurados salvajemente. Esos hombres
murieron al día siguiente, los enterraron y a continuación, unas horas
después, se levantaron de sus poco profundas tumbas. El superviviente juró que
los que antes eran camaradas se habían comido vivos al resto de la partida y
que sólo él pudo escapar. El juez de la colonia acusó al hombre de mentiroso y
de asesino. Lo ahorcaron a la mañana siguiente.
Enviaron una segunda expedición para que recogiera los cuerpos «por
miedo a que sus restos fueran profanados por los paganos». La partida de cinco
hombres volvió en un estado cercano al colapso, con mordeduras y arañazos que
les cubrían el cuerpo. En el continente, les habían atacado los «salvajes» que
describiera el superviviente muerto al que ahora justificaban y también
algunos de los miembros de la primera partida de caza. Estos nuevos
supervivientes, tras un periodo de examen médico, fallecieron con algunas
horas de diferencia. Los entierros se celebrarían al amanecer del día
siguiente. Esa noche, resucitaron. Los detalles no son muy precisos, al igual
que el resto de la historia. Una versión describe la infección final y la
destrucción de la ciudad entera. Otra describe a la población de Croatan reconociendo
el peligro por lo que era, cercando y quemando a todos los colonos de la isla.
En un tercer relato, estos mismos nativos americanos rescataron a los
habitantes supervivientes de la ciudad y mataron a los no muertos y a los que
estaban heridos. Estas tres historias han aparecido en relatos de ficción y
textos históricos durante los últimos dos siglos. Ninguna presenta una explicación
irrefutable a por qué el primer asentamiento inglés en América del Norte se
desvaneció literalmente sin dejar rastro.
1611 D. C, EDO, JAPÓN
Enrique da Silva, un comerciante
portugués que hacía negocios en las islas, escribió este pasaje
en una carta a su hermano:
El padre Mendoza, que volvía a saborear el vino
castellano de nuevo, habló de un hombre que se había convertido recientemente
a su fe. Este salvaje era miembro de una de las órdenes más secretas en esta
tierra bárbara y exótica, «La hermandad de la vida». De acuerdo con el clérigo
anciano, esta sociedad secreta entrena a asesinos, y hablo con todo sinceridad,
con el propósito de ejecutar demonios. […] Estas
criaturas, según su explicación, fueron en el pasado seres humanos. Después de
morir, unos demonios invisibles los hacían revivir [...] y se alimentaban de la carne de los vivos. Para combatir
este terror, «La hermandad de la vida» había sido formada, según Mendoza, por
el propio shogim. [...] Existen desde
hace mucho [...] entrenados en el
arte de la destrucción. [...]
Tienen una extraña manera de ir a la
batalla sin armas dedicando la mayor parte del tiempo a evitar que los demonios
les capturen, retorciéndose igual que una serpiente cuando los intentan
capturar. [...] Las armas, que de forma extraña tienen la forma de las cimitarras
orientales, se diseñaron para cortar cabezas. [..,]
Su templo, aunque el lugar donde se
localiza queda en secreto, parece poseer una habitación donde las cabezas
cortadas de los monstruos que han abatido vivas y aím gimiendo adornan las
paredes. Los reclutas de alto rango, preparados para formar parte de la
hermandad, deben pasar una noche entera en esta habitación, sin ninguna compañía
excepto la de estos objetos profanos. [...]
Si la historia del padre Mendoza es cierta, esta es, tal y como sospechábamos,
la tierra de un demonio impío. [...]
De no ser por el atractivo de la seda y las especias, haríamos bien en evitarla
a toda costa. [...] Pregunté al
anciano cura dónde se encontraba este converso, para poder escuchar las palabras
de este relato de sus propios labios. Mendoza me dijo que lo habían encontrado
muerto hacía casi dos semanas. «La hermandad» no permite que se desvelen sus
secretos ni que los miembros renuncien a su lealtad.
Existieron muchas sociedades
secretas en el Japón feudal. «La hermandad de la vida» no aparece en ningún
texto, pasado o presente. Da Silva comete algunas imprecisiones históricas en
su carta, como cuando se refiere a la espada japonesa como «cimitarra». (No
estaría mal que los europeos aprendieran algunos detalles de la cultura
japonesa.) La descripción de las cabezas que siguen gimiendo también es una
imprecisión, porque una cabeza cortada no podría producir ningún sonido sin el
diafragma, los pulmones y las cuerdas vocales. Si esta historia es cierta, sin
embargo, podría explicar por qué ha habido tan pocos brotes registrados en
Japón a diferencia del resto del mundo. O bien la cultura japonesa ha creado un
muro de silencio muy eficaz alrededor de sus brotes o «La hermandad de la vida»
cumplió su misión. De cualquier forma, no se encontraron informes de brotes
relativos a Japón hasta la segunda mitad del siglo XX.
1690 D. C, ATLÁNTICO SUR
El buque mercante Marialva
abandonó Bissau, al oeste de África, con un grupo de esclavos para Brasil.
Nunca llegó a su destino. Tres años después, en mitad del Atlántico sur, el
navío danés Zeebrug divisó el Marialva a la deriva. Enviaron una partida con el
propósito de salvarlos. Al llegar, encontraron una mercancía de no muertos
africanos que aún estaban encadenados a sus camas, retorciéndose y gimiendo. No
había rastro de la tripulación y cada uno de los zombis tenía por lo menos un
mordisco en el cuerpo. Los daneses, que
creían que el barco estaba maldito, remaron a toda prisa hacia su navío y
contaron lo que habían encontrado al capitán. Inmediatamente, este mandó hundir
al Marialva a cañonazos. Como no hay forma de saber exactamente cómo llegó a
bordo la infección, todo lo que sabemos en pura especulación. No se encontraron
botes salvavidas abordo Sólo se encontró el cuerpo del capitán, encerrado en su
camarote, con una herida en la cabeza de haberse pegado un tiro él mismo.
Muchos creen que, como los africanos estaban todos encadenados, la primera
persona infectada debió de ser un miembro de la tripulación portuguesa. De ser
cierto esto, los desafortunados esclavos tuvieron que soportar ver cómo sus
captores se devoraban e infectaban los unos a los otros tras la lenta
transformación en muertos vivientes, el virus abriéndose camino a través de sus
sistemas. Incluso peor es la horrible posibilidad de que uno de los miembros de
la tripulación atacara e infectara a un esclavo encadenado. Este nuevo gul,
sucesivamente, mordería a la persona encadenada y gritando a su lado. Continuando
fila abajo hasta que finalmente los gritos se apagaran y se llenara todo de
zombis. Imaginar a los que se encontraban al final de la fila, viendo cómo su
futuro se arrastraba lenta y directamente hacia ellos, cada vez más cerca,
basta para evocar las peores pesadillas.
1762 D. C, CASTRIES, SANTA LUCÍA, EL CARIBE
La historia de este brote todavía
es contada hoy tanto por los isleños del Caribe como por los inmigrantes del
Caribe en Reino Unido. Funciona como una poderosa advertencia, no sólo del
poder de los muertos vivientes, sino también de la frustrante incapacidad de
los humanos para unirse y luchar contra ellos. Un brote de origen impreciso
comenzó en la zona blanca pobre de la pequeña y superpoblada ciudad de Castries
en la isla de Santa Lucía. Varios negros liberados y residentes mulatos se
dieron cuenta del origen de la enfermedad e intentaron alertar a las autoridades. Fueron
ignorados. El brote fue diagnosticado como una forma de rabia. El primer grupo
de personas que se infectó fue encerrado en la cárcel de la ciudad. A los que
mordieron mientras intentaban contenerlos los enviaron a casa sin ofrecerles
tratamiento alguno. En cuarenta y ocho horas, todo Castries era un caos. La
milicia local, al no saber cómo detener el ataque, fue aplastada y consumida.
Los blancos que quedaban consiguieron huir a las plantaciones de las afueras.
Como a muchos de ellos les habían mordido, al final extendieron la infección a
la isla entera. Diez días después, el 50 % de la población blanca había muerto.
El cuarenta por ciento, más de varios cientos de individuos, merodeaban por la
isla convertidos en zombis resucitados. El resto escapó en las diferentes embarcaciones
que pudieron encontrar o permanecieron escondidos en las dos fortalezas de Vieux Fort y Rodney Bay. Esto
dejó una considerable fuerza de esclavos negros que se encontraron ahora libres pero a merced de los no muertos.
A diferencia de los habitantes blancos, los antiguos
esclavos tenían un profundo conocimiento cultural de su enemigo, una ventaja que
reemplazó al pánico con la determinación. Los esclavos de todas las
plantaciones se organizaron en equipos de caza muy disciplinados. Armados con
antorchas y machetes (los blancos que huyeron se habían llevado con ellos todas
las armas de fuego) y aliados con los negros y los mulatos liberados que
quedaban (Santa Lucía tenía comunidades pequeñas pero importantes de ambas
razas), rastrearon la isla de norte a sur. Se comunicaban con tambores, por lo
que los equipos compartían la inteligencia y las tácticas de batalla
coordinadas. Como una ola, lenta y premeditada, limpiaron Santa Lucía en siete
días. Los blancos que se encontraban aún en los fuertes se negaron a unirse a
la pelea, porque su intolerancia racial se unía a su cobardía. Diez días
después de acabar con el último zombi, las tropas de las colonias británica y francesa
llegaron. Inmediatamente, todos los que habían sido esclavos volvieron a ser
encadenados. Los que se resistieron fueron ahorcados. Como el incidente se
registró como una sublevación de los esclavos, todos los negros y mulatos que
habían sido liberados volvieron a ser esclavizados o ahorcados por ayudar en la
supuesta rebelión. Aunque no existen registros escritos, un relato oral ha
llegado hasta nuestros días. Se rumorea que existe un monumento en algún lugar
de la isla. Ningún residente declarará dónde está localizado. Si uno puede
sacar una lección positiva de Castries es que un grupo de civiles, motivados y
disciplinados, con las armas más primitivas y una comunicación básica, puede formar
un equipo formidable para
cualquier ataque zombi.
1807 D. C, PARÍS, FRANCIA
Un hombre fue admitido en el
Cháteau Robinet, un hospital para criminales dementes. El informe oficial archivado por el doctor
Reynard Boise, administrador jefe, relata: «El paciente parece incoherente,
casi animal, con un deseo insaciable de violencia. [...] Tiene una mandíbula
que muerde como la de un perro rabioso. Consiguió herir con éxito a uno de los
pacientes antes de que lo ataran». Lo historia que siguió consiste en el
interno herido recibiendo un tratamiento escaso (le vendaron las heridas y le dieron un
trago de ron) y entonces siendo colocado en una celda común con más de
cincuenta hombres y mujeres. Lo que siguió días después fue una orgía de
violencia. Los guardas y los doctores, demasiado asustados por los gritos que
salían de la celda, se negaron a entrar hasta que hubo
pasado una semana. Para entonces, lo único que quedaba eran cinco infectados,
zombis parcialmente devorados y las partes diseminadas de varias docenas de
cadáveres. Boise pronto dimitió de su puesto y se retiró a la vida privada.
Poco sabemos sobre lo que les pasó a los muertos andantes o al primer zombi que llevaron a la institución. El
propio Napoleón Bonaparte ordenó que cerraran el hospital, lo purificaran y lo convirtieran en una casa de
convalecencia para los veteranos del ejército. Además, no se sabe nada sobre la
procedencia del primer zombi, cómo contrajo la enfermedad o, de hecho, si
infectó a alguien más antes de ser enviado al Cháteau Robinet.
1824 D. C, SUDAFRICA
Este extracto fue tomado del diario de H. F. Fynn,
miembro de la expedición británica original que conoció, viajó y negoció con el
gran rey zulú Shaka.
El kraal era un hervidero de vida. [...] El joven noble se adelantó en
dirección al centro del establo. [...]
Cuatro de los mejores guerreros del rey trajeron un cuerpo; lo traían atado de
pies y manos [...] una bolsa hecha de
piel de vaca le cubría la cabeza. Este tejido servía para cubrir también las
manos y los antebrazos de los guardias, de modo que su piel nunca tocara la del
condenado. [...] El joven noble
agarró su azagaya (una lanza punzante de más de un metro de longitud) y se
lanzó de un salto al establo. [...]
El rey dio la orden con un grito y ordenó a sus guerreros que arrojaran la
carga al kraal. El condenado se pegó contra la dura tierra, haciendo ademanes
como un hombre borracho. La bolsa de piel se le escurrió de la cabeza [...] su cara, para mi asombro, estaba
terri
blemente desfigurada. Una gran protuberancia de carne había desaparecido de su cuello como si se la hubiera arrancado una bestia inmunda. Le habían arrancado los ojos, y el abismo que quedaba en ellos miraba fijamente al Infierno. De sus heridas ni siquiera fluía una gota diminuta de sangre. El rey levantó la mano, acallando a la multitud frenética. El silencio llenaba el kraal; un silencio tan completo que los pájaros parecieron obedecer la poderosa orden del rey. [...] El joven noble alzó su azagaya hasta el pecho y pronunció una palabra. Su voz era demasiado sumisa, demasiado suave para alcanzar mis oídos El hombre sin embargo, el pobre diablo, debió escuchar la voz solitaria. Volvió la cabeza lentamente, con la boca muy abierta. De sus labios magullados y rajados salió un aullido tan aterrador que hizo que me temblaran todos los huesos. El monstruo, ahora estaba convencido de que era un monstruo, se dirigió encorvado hacia el noble. El joven zulú blandió su azagaya. La agitó delante de él incrustando la oscura cuchilla en el pecho del monstruo El demonio no calló, no murió, no parecía que le hubieran agujereado el corazón. Simplemente continuó acercándose firme, imparable. El noble se retiró, temblando como una hoja cuando la lleva el viento. Se tropezó y cayó sobre la tierra que se unió a su cuerpo sudado. La multitud permaneció en silencio, mil estatuas de ébano observaban aquella trágica escena. [...] Entonces Shaka, de un salto, entró al establo y bramó: «¡Sóndela, sóndela!». Enseguida el monstruo dejó al noble que yacía en el suelo y se dirigió al rey. Con la rapidez de la bala de un mosquete, Shaka agarró la azagaya del pecho del monstruo y la dirigió hacia una de las vacías cuencas de los ojos. Entonces giró el arma como lo haría un campeón de esgrima, dando vueltas a la punta de la cuchilla dentro del cráneo del monstruo. La criatura abominable cayó de rodillas ante él, luego se tumbó, enterrando su abominable cara en la roja tierra africana.
La historia acaba bruscamente aquí. Fynn nunca
explicó qué le pasó al noble condenado o al zombi que aniquilaron. Naturalmente,
este rito de paso ceremonial plantea varias preguntas interesantes: ¿Cuándo
comenzó a utilizarse a los zombis de este modo? ¿Los zulúes tienen más de un
gul para este propósito? De ser así, ¿de qué modo los consiguen?
1839 D. C, ESTE DE ÁFRICA
El diario de viaje de Sir James Ashton-Hayes, uno de
los muchos incompetentes europeos en busca del nacimiento del Nilo, revela la
probabilidad de un ataque zombi y una respuesta organizada y culturalmente
aceptada.
Llegó al pueblo muy temprano aquella mañana, era un
joven negro con una herida en el brazo. Evidentemente al pobre salvaje le había
fallado la lanza y la cena que esperaba se había esfumado. Por muy gracioso
que parezca, los acontecimientos que siguieron me parecieron tremendamente
bárbaros. [...]En el pueblo, tanto el
doctor como el jefe de la tribu examinaron la herida, oyeron la historia del
joven hombre y asintieron con la cabeza sobre una decisión secreta. El hombre
herido, entre lágrimas, se despidió de su mujer y su familia [...] obviamente, según sus costumbres, el
contacto físico no está permitido, luego se arrodilló ante el jefe. [...]El anciano cogió un garrote largo con
la punta de hierro y entonces lo clavó en la cabeza del condenado, aplastándola
como a un gigante huevo negro. Casi de inmediato, diez guerreros de la tribu
tiraron sus lanzas, desenvainaron los primitivos sables y pronunciaron un
cántico extraño: «Nagamba ekwaga mili eereeah enge». A continuación,
simplemente se dirigieron hacia la sabana. El cuerpo del desgraciado salvaje,
para horror mío, fue desmembrado y quemado mientras las mujeres de la tribu
sollozaban frente a la columna de humo. Cuando consulté a nuestro
guía para que me diera algún tipo de explicación, simplemente encogió su diminuta
figura y respondió: «¿Quiere que se levante de nuevo esta noche?». Un pueblo
raro, estos salvajes.
Hayes se niega a decir
exactamente qué tribu era y los estudios posteriores han revelado que todos sus
datos geográficos, lamentablemente, no son precisos. (No es de extrañar que
nunca encontrara el Nilo.) Por suerte, el grito de guerra se identifico más
tarde como «Njamba egoaga na era enge», una frase kikuyi que significa «Juntos
peleamos y juntos ganamos o expiramos» Esto dio a los historiadores una pista
de que se encontraba al menos en lo que actualmente en la moderna Kenia.
1848 D. C, CORDILLERA OWL CREEK, WYOMING
Aunque probablemente no se trate
del primer ataque zombi en EEUU, se trata del primero que fue registrado. Un
grupo de cincuenta y seis pioneros
conocidos como la Partida Knudlian desapareció en la zona central de las
Montañas Rocosas de camino a California. Un
año después, una segunda expedición descubrió los restos de un campamento base
que se creyó que había sido su último lugar de descanso.
Las señales de la batalla eran
obvias. Restos de equipo roto estaban desparramados entre los carros
calcinados. También descubrimos los
restos de al menos cuarenta y cinco personas. Entre las muchas heridas, todos
compartían una fractura en el cráneo. Algunos de los agujeros parecían de bala,
otros de instrumentos romos como martillos e incluso rocas. [...] Nuestro guía, un hombre con muchos
años de experiencia en aquellos bosques, creía que no se trataba de la obra de
indios salvajes. Después de todo, decía, ¿por qué habrían de matar a nuestra
gente sin llevarse los caballos y los bueyes? Contamos los esqueletos de todos
los animales y tuvimos que darle la razón. [...]
Hubo otro factor que encontramos más alarmante y era el número de heridas por
mordeduras que tenían los muertos. Como ningún animal, ni el lobo blanco aullador
ni la hormiga diminuta, había tocado sus cadáveres, obviamos su participación
en lo acontecido. En la frontera siempre contaban historias sobre caníbales,
pero nos horrorizaba creer que tales cuentos sobre un salvajismo tan impío
pudieran ser ciertos, especialmente después de un cuento tan horrible como el
de la Expedición. [...] Sin embargo,
lo que no pudimos comprender fue por qué se habían comido entre ellos tan
rápido si aún no se habían acabado las provisiones de comida.
Este pasaje proviene de Arne
Svenson, una maestra que se convirtió en colonizadora y granjera de la segunda
expedición, Esta historia en sí misma no prueba necesariamente que se trate de
un brote de Solanum. Aparecerán pruebas más sólidas, pero habrá que esperar
otros cuarenta años.
1852 D. C, CHIAPAS, MÉXICO
Un grupo de cazadores de tesoros
americanos de Boston, James Millar, Luke MacNamara y Willard Donglass, viajaron
a esta región remota en la jungla con el propósito de saquear unas supuestas
ruinas mayas. Mientras permanecían en el pueblo de Tzinteel, fueron testigos
del entierro de un hombre al que tachaban de ser «un bebedor de la sangre de
Satán». Vieron que el hombre estaba herido, amordazado y aún vivo. Al creer que
se trataba de una ejecución bárbara, los estadounidenses lograron rescatar al
condenado. Una vez que le quitaron las cadenas y la mordaza, el prisionero
atacó al instante a los liberadores. Loa disparos no hacían efecto alguno. Mató
a MacNamara; los otros dos fueron heridos levemente. Un mes más tarde, sus
familias recibieron una carta fechada el día después del ataque. En sus
páginas, los dos hombres relataban los detalles de su aventura, incluyendo una
declaración jurada de que su amigo asesinado había «vuelto a la vida» después
del ataque. También escribieron que sus heridas superficiales de mordedura se
estaban ulcerando y que empezaban a tener una horrible fiebre. Prometían
descansar unas semanas en Ciudad de México para que les tratara un médico y
luego volverían a Estados Unidos lo antes posible. Nunca más se supo de ellos.
1867 D. C, OCÉANO ÍNDICO
Un barco de vapor inglés para el
correo, el RMS Rona, que transportaba a 137 convictos a Australia, ancló en
Bijoutier Island para ayudar a un barco sin identificar que apareció varado en
un banco de arena. La partida que enviaron descubrió a un zombi con la espalda
rota, arrastrándose por las cubiertas desiertas del barco. Cuando intentaron
ofrecerle ayuda, el zombi se inclinó hacia delante y mordió en los dedos a uno
de los marineros Mientras otro marino cortaba la cabeza al zombi con su sable los otros cogieron al camarada herido para llevarlo
de vuelta al barco. Aquella noche, colocaron al marinero herido en su litera y
le dieron un trago de ron y el cirujano del barco le prometió que lo examinaría
al amanecer. Aquella noche, el nuevo zombi resucitó y atacó a sus compañeros de
abordo. El capitán, con un ataque de pánico, ordenó que taparan con tablas la
carga, que encerraran dentro a los convictos con el gul y que continuaran el
viaje a Australia. El resto del viaje, el resonar constante de los gritos se
convirtió en gemidos. Varios tripulantes juraron oír los chillidos de agonía de
las ratas mientras se las comían vivas.
Tras seis semanas en el mar, el barco echó el ancla en Perth. Los
oficiales y la tripulación remaron a tierra para informar al alcalde mayor
sobre lo que había ocurrido. Al parecer, nadie creyó las historias de aquellos
marineros. Enviaron un contingente de tropas regulares para, y sólo por esa
razón, que escollaran a los prisioneros. El RMS Rona permaneció anclado cinco
días, esperando a que llegaran dichas tropas. El sexto día, una tormenta rompió
la cadena del ancla del barco, lo desplazó varias millas a través de la costa y
lo estrelló contra un arrecife. Los habitantes del pueblo y la antigua
tripulación del barco no encontraron rastro alguno de los no muertos. Lo único
que quedó fueron huesos de humanos y huellas que llevaban tierra adentro. La
historia del Rona era común entre los marineros a finales del siglo diecinueve
y comienzos del veinte. Los registros del almirantazgo indican que el barco se
perdió en el mar.
1882 D. C, PIEDMONT, OREGÓN
Las pruebas del ataque provienen
de una partida humanitaria enviada para investigar un pequeño pueblo con una
mina de hierro después de dos meses de aislamiento. Este grupo encontró Piedmont en ruinas. Muchas de las casas estaban
quemadas. Las que aún quedaban en pie estaban llenas de agujeros de bala. Lo
peculiar era que los agujeros dejaban ver que todos los tiros se habían dado
desde el interior, como si la lucha hubiera tenido lugar entre aquellas
paredes. Más impactante aún fue el descubrimiento de veintisiete esqueletos
mutilados y medio comidos. Una primera teoría considerando el canibalismo quedó
descartada cuando se encontraron los almacenes del pueblo con suficiente comida
para un invierno entero. Cuando investigaron la mina, la partida humanitaria
realizó su último y más terrorífico descubrimiento. Habían hecho estallar desde
dentro la entrada, Encontraron cincuenta y ocho hombres, mujeres y niños, todos
muertos de inanición. Los rescatadores determinaron que habla suficiente comida
para varias semanas almacenada y que se había consumido, por lo que sugirió que
estuvieron allí encerrados más tiempo. Una vez que se realizó un recuento
minucioso de los cadáveres, algunos mutilados y otros muertos de inanición,
faltaban al menos treinta y dos de los ciudadanos.
La teoría que acepta un mayor
grupo de personas es que, por algún motivo, un gul o un grupo de gules
surgieron de los bosques y atacaron Piedmont. Tras una batalla corta y violenta
los supervivientes llevaron toda la comida que pudieron a la mina. Después de
encerrarse, lo más probable es que estás personas esperaran un rescate que
nunca llegó. Se puede sospechar que, antes de tomar la decisión de refugiarse
en la mina, uno o más supervivientes intentaran realizar un viaje complicado a
través de los bosques en busca del puesto de vigilancia más cercano. Como no
existe ningún registro ni se encontraron los cuerpos, es lógico asumir que
estos mensajeros mencionados antes murieran en el bosque o fueran engullidos
por los no muertos. Si allí hubo zombis, no
se sabe por qué no recuperaron los restos de ninguno. Tras el incidente de
Piedmont no hubo un encubrimiento oficial. Los rumores hablan de una plaga, una
avalancha, una lucha interna y el ataque de los «indios salvajes» (no hay
nativos americanos que vivan allí, ni siquiera cerca de Piedmont). Nunca volvió
a abrirse la mina. La compañía minera Patterson (propietaria de la mina de la
ciudad) pagó 20 dolares en compensación a cada pariente de los residentes de
Piedmont a cambio de su silencio. La prueba de esta transacción aparece en los
libros de cuentas de la compañía. Esto se descubrío cuando la corporación se
declaró en bancarrota en 1931. No hubo investigaciones posteriores.
1888 D. C, HAYWARD, WASHINGTON
Este pasaje describe la aparición
del primer cazador de zombis profesional de América del Norte. El incidente
comenzó cuando un cazador de pieles llamado Gabriel Allens llegó dando bandazos
al pueblo con un corte profundo en el brazo. «Allens habló de un espíritu que
deambulaba en forma de hombre poseído, con la piel tan gris como la piedra y
los ojos fijos en la nada. Cuando Allens se aproximó al desdichado, este liberó
un atroz gemido y mordió al cazador en el antebrazo derecho.» Este pasaje
procede del diario de Jonathan Wilkes, el doctor del pueblo que trató a Allens
después del ataque. Se sabe muy poco sobre cómo se expandió la infección de la
primera víctima al resto de miembros del pueblo. Algunos datos sugieren que la
siguiente víctima fue el doctor Wilkes y a continuación tres hombres que
intentaron atarlo. Seis días después del ataque inicial, Hayward sufría un
asedio. Muchos se escondieron en sus casas y en la iglesia del pueblo mientras
los zombis atacaban implacables las barricadas. Aunque había muchas armas de
fuego, nadie se dio cuenta de la necesidad de pegarles un tiro en la cabeza. La
comida, el agua y la munición se acabaron en seguida. Nadie creía que pudieran
aguantar otros seis días.
Al amanecer del séptimo día, llegó un lakota llamado Elija Black. A
caballo, con un sable del Ejército de Caballería de EEUU, decapitó a doce gules
los primeros veinte minutos. Entonces, Black usó un pedazo de madera
carbonizado para dibujar un círculo alrededor de la torre de agua del pueblo
antes de subir a lo más alto de ella. Entre gritos, una corneta vieja del
ejército y su caballo atado como cebo, se las arregló para
atraer a todos los muertos andantes que había en el pueblo hacia su posición.
El que entraba en el círculo
recibía un tiro en la cabeza con un rifle Winchester. De este modo cuidadoso y
disciplinado, Black eliminó a la horda al completo, cincuenta y nueve zombis,
en seis horas. Para cuando los supervivientes se dieron cuenta de lo que había
ocurrido, su salvador se había ido. Los relatos posteriores consiguieron
reunir los antecedentes de Elija Black. Cuando tenía quince años, él y su
abuelo estaban cazando cuando se encontraron con la masacre de la Partida
Knudhansen. Al menos uno de los miembros había sido infectado previamente y,
una vez reconvertido, había atacado al resto del grupo. Black y su abuelo acabaron con los otros zombis
a golpes de tomahawk en la cabeza, decapitándolos y quemándolos. Uno de los supervivientes, una mujer de treinta años,
explicó cómo se extendió la infección y cómo la mitad de la partida ahora
resucitada había deambulado por el bosque. Entonces confesó que sus heridas y
las de otras personas eran maldiciones incurables. De común acuerdo, suplicaron
su muerte.
Tras este asesinato en masa por
compasión, el viejo lakota le reveló a su nieto que le había ocultado la herida
de una mordedura que había sufrido durante la batalla. La última persona a la
que dio muerte ese día Elija Black fue su propio abuelo. Desde ese momento,
dedicó su vida a cazar el resto de zombis de la Partida Knudhansen. En cada
encuentro, aprendía más y conseguía mayor experiencia. Aunque nunca llegó a
Piedmont, consiguió eliminar a nueve de los zombis del pueblo que habían
deambulado por el bosque. Cuando ocurrió lo de Hayward, Black se había convertido, con toda
probabilidad, en el principal estudioso de campo, rastreador y asesino de no
muertos del mundo. Se sabe muy poco sobre el resto de su vida o cómo terminó
finalmente En 1939 se publicó su biografía tanto en forma de libro como en una
serie de artículos que aparecieron en periódicos ingleses Como no se conserva
ninguna versión, es imposible saber con exactitud en cuántas batallas luchó
Black. Hay en marcha una investigación para localizar las copias perdidas de su
libro.
1893 D. C, FORT LOUIS
PHILIPPE, COLONIA FRANCESA DEL NORTE DE ÁFRICA
El diario de un oficial subalterno en la legión
extranjera francesa relata uno de los brotes más serios de la historia:
Llegó tres horas después del amanecer; un árabe
solitario a pie, al borde de la muerte por el sol y la sed. [...] Tras un día de reposo, con un
tratamiento y agua, relató la historia de una plaga que convirtió a las
víctimas en bestias caníbales. [...]
Antes de que nuestra expedición pudiera ir a investigar, los vigías de la
muralla sur avistaron lo que parecía ser un rebaño de animales al horizonte.
[....] A través de mis lentes, pude ver que no se trataba de bestias sino de
hombres. Su piel carecía de color, sus ropas estaban raídas y andrajosas.
Cuando el viento cambió en nuestra dirección, primero nos trajo un gemido
marchito y, a continuación, el hedor de la descomposición de aquellas
personas. [...] Supusimos que estos
pobres miserables venían pisando los talones a nuestro superviviente. No
podemos saber cómo se las arreglaron para cruzar tal distancia, sin comida ni
agua. [...] Las llamadas y los avisos
no produjeron respuesta alguna. [...]
Las explosiones de nuestros cañones no consiguieron dispersarlos. [...] ¡Parecía que los disparos de los
rifles de largo alcance no surtían efecto! [...]
En seguida, enviamos a caballo al cabo Strom a Bir-El-Ksaib mientras cerrábamos
las puertas y nos preparábamos para un ataque.
El ataque pasó a ser el asedio no muerto más largo
jamás registrado. Los legionarios fueron incapaces de llegar a entender el
hecho de que sus atacantes estuvieran muertos y gastaban la munición propinando
disparos al torso. Los tiros que accidentalmente daban a la cabeza no eran
suficientes para persuadirles de esta táctica victoriosa. Nunca volvieron a
saber nada del cabo Strom, el hombre que enviaron en busca de ayuda. Se ha
supuesto que encontró su destino con los árabes hostiles o en el desierto. ¡Sus
camaradas en el fuerte permanecieron asediados durante tres años! Por suerte,
acababa de llegar una carreta con provisiones. Había agua disponible del pozo
que impulsó la construcción del fuerte. Los animales y los caballos al final
tuvieron que sacrificarse y los racionaron como último recurso. Durante este
tiempo, el ejército de no muertos, algo más de quinientos, continuaban rodeando
las murallas. El diario cuenta que, con el tiempo, algunos fueron derribados
con explosivos caseros, cócteles Molotov improvisados e incluso arrojaban
piedras grandes desde el pretil. Sin embargo, no era suficiente para terminar
con el asedio. Los gemidos constantes volvieron locos a algunos hombres e hizo
que dos de ellos se suicidaran. Varios intentaron saltar la muralla y correr
para salvarse. Todos los que lo intentaron fueron rodeados y despedazados. Un
intento de motín redujo aún más sus filas, dejando el número de supervivientes
en sólo veintisiete personas. En ese momento, el comandante de la unidad
decidió intentar un plan más desesperado:
Todos los hombres se equiparon con todo el agua que
pudieron y la poca comida que quedaba. Destruyeron todas las escaleras y
escalinatas del pretil. [...] Nos
reunimos en la muralla sur y empezamos a llamar a nuestros torturadores,
reuniéndolos a casi todos a las puertas. El coronel Drax, con la valentía de un
hombre poseído, bajo a la plaza de
armas y quitó el cerrojo. De repente, la multitud hedionda entró en tropel en
la fortaleza. El coronel se aseguró de proporcionarles el señuelo perfecto y
los miserables lo siguieron a través de la plaza de armas, por los barracones y
el comedor, por la enfermería [...] estaba a punto de ponerse a salvo cuando una mano, mutilada
y podrida se aferró a su bota. Nosotros continuábamos llamando a las criaturas
con abucheos y silbidos, saltando como monos salvajes. ¡Llamábamos a aquellas
criaturas para que entraran en nuestro fuerte! [...] Dorset y O 'Toóle bajaron a la muralla norte [...] corrieron hacia la puerta y la
cerraron. [...] Las criaturas que
había dentro, rabiosas e irreflexivas, ¡no pensaron en abrirlas de nuevo! Al
empujarse entre ellas hacia las puertas que se abrían hacia el interior, lo
único que consiguieron fue quedarse más atrapadas aún.
En aquel momento los legionarios bajaron de un salto
al desierto, mataron a los pocos zombis que había a las afueras de las murallas
en un combate cuerpo a cuerpo depravado y a continuación recorrieron casi
cuatrocientos kilómetros hasta el oasis más cercano, en Bir Ounane. Los
registros del ejército no hablan de este asedio. No existe una explicación
sobre por qué, cuando los despachos regulares dejaron de llegar de Fort Louis
Philippe, no se enviaron equipos de investigación. El único gesto oficial hacia
cualquiera de los involucrados en el incidente fue la corte marcial y el
encarcelamiento del coronel Drax. La trascripción de su juicio, incluyendo los
cargos, no se han revelado. Hubo rumores sobre el brote en la legión, el
ejército y la sociedad francesa durante décadas. Se escribieron muchos cuentos
sobre «el asedio del Diablo». A pesar del rechazo del incidente, la legión
extranjera francesa nunca volvió a enviar otra expedición a Fort Louis
Philippe.
1901 D. C, LU SHAN, FORMOSA
Según Bill Wakowski, un marinero
americano que servía en la flota asiática, varios campesinos de Lu Shan se
levantaron de sus camas y atacaron al pueblo. Debido a la lejanía y a la falta
de comunicación por cable (teléfono/telégrafo), en Taipei no pudieron recibir
noticias hasta siete días después.
Misioneros estadounidenses, rebaño del pastor
Alfred, pensaron que se trataba del castigo de Dios hacia los chinos por no
aceptar Su palabra. Sabían que la fe y el Santo Padre sacarían al diablo que
llevaban dentro. Nuestro maestro les ordenó no moverse de allí hasta que
pudiera reunir una escolta armada. El pastor Alfred no supo de ella. Mientras
el viejo hombre enviaba un telegrama para pedir ayuda, se dirigieron al río. [...] Nuestra partida en tierra y un pelotón
de tropas nacionalistas llegaron al pueblo a mediodía. [...] Había cuerpos y restos de ellos por todas partes. El suelo
estaba pegajoso. Y el olor, por Dios santo, ¡qué olor! [...] Entonces una de esas cosas surgió de entre la niebla, unas
criaturas desagradables, unos diablos con forma humana. Les bloqueamos el paso
durante al menos noventa metros. No funcionó nada. Ni los rifles Krag, ni el
cañón Gatling. [...] Creo que Rilev
perdió el juicio. Preparó su bayoneta e intentó ensartar a una de aquellas
bestias. A su alrededor se unieron doce más. ¡Con la velocidad del rayo pasó a
ser sólo huesos! ¡Resultaba espantoso! [...]
Y llegó, como un brujo calvo, un doctor o un monje, como quieras llamarlo [...] balanceando lo que al parecer era una
pala lisa con una cuchilla en forma de luna menguante [...] debía de haber diez, tal vez veinte cadáveres a sus pies [...] corría, hablando sin cesar como un
loco, señalando a su cabeza y más tarde a la del resto. El viejo hombre, sólo
Dios sabe cómo reconoció lo que el chino estaba murmurando: nos ordenó que
consiguiéramos todas las cabezas de las bestias. [...] Les disparamos a quemarropa. [...] Mientras recogíamos los cuerpos, descubrimos entre los
chinos unos cuantos hombres blancos, nuestros misioneros. Uno de los nuestros
encontró un monstruo con la columna aplastada por las balas. Aún estaba vivo,
agitando los brazos, separando sus dientes sangrientos ¡dejando escapar aquel
gemido nauseabundo! El viejo hombre lo reconoció: era el pastor Alfred. Rezó un
padrenuestro y a continuación le pegó un tiro al padre en la sien.
Wakowski vendió su relato a la revista sobre
misterios Cuentos macabros, un acto que le supuso la expulsión de su cargo y el
encarcelamiento. Cuando salió de la cárcel, Wakowski se negó a concertar más
entrevistas. En la actualidad, la Marina de EEUU niega la historia.
1905 D. C, TABORA, TANGANICA, COLONIA ALEMANA AL ESTE DE ÁFRICA
Las trascripciones del juicio
afirman que un guía nativo al que sólo se conocía como «Simón» fue arrestado e
imputado por decapitar a un famoso cazador blanco, Kart Seekt. El abogado
defensor de Simón, un terrateniente holandés llamado Guy Voorster, explicó que
su cliente creía que en realidad había realizado una hazaña heroica. En
palabras de Voorster:
El pueblo de Simón cree que existe una enfermedad
que arrebata la fuerza de la vida a los hombres. En su lugar queda el cuerpo,
muerto aunque aún con vida, sin sentido de uno mismo ni de sus alrededores y
cuya única fijación es el canibalismo. [...]
Además, las víctimas de este monstruo no muerto se levantan de la tumba para
devorar a más víctimas. Este ciclo se repetirá, una y otra vez, hasta que no
quede nadie sobre la faz de la Tierra excepto estas abominables criaturas. [...] Mi cliente afirma que la víctima en cuestión
regresó a su campamento base con dos días de retraso, deliraba y tenía una
herida inexplicable en el brazo. Horas más tarde fallecía. [...] Entonces mi cliente me explicó que
Herr Seerkt se levantó de su lecho de muerte para morder al resto de su
partida. Mi cliente usó un cuchillo indígena para decapitar a Herr Seerkt y
quemó su cabeza en la hoguera.
El señor Voorster añadió rápidamente que no estaba
de acuerdo con el testimonio de Simón y lo utilizó para probar que estaba loco
y que no debían ejecutarlo. Como la defensa de un demente sólo se aplicaba a
los hombres blancos y no a los africanos, Simón fue condenado a morir en la
horca. Todos los registros del juicio se conservan todavía, aunque en muy
malas condiciones, en Dares Salaam, Tanzania.
1911 D. C, VITRE, LUISIANA
Esta leyenda americana común
contada en bares y en vestuarios de instituto por todo el Sur Profundo, tiene
sus raíces en un hecho histórico documentado. La noche de Halloween, varios
jóvenes cajún tomaron parte en un reto que consistía en quedarse en el pantano desde
medianoche hasta el amanecer. En la zona se decía que originariamente los
zombis descendían desde la plantación de una familia y merodeaban por la
ciénaga, consumiendo o reanimando a cualquier humano que se cruzara en su
camino. A las doce de la mañana del día siguiente, ninguno de las adolescentes
había regresado de su reto. Se organizó una partida de búsqueda para explorar
la ciénaga. Se vieron atacados por al menos treinta gules, entre los que se
encontraban los jóvenes. La partida se retiró y sin darse cuenta mostraron el
camino de vuelta a Vitre a los no muertos. Mientras los habitantes formaban
barricadas en sus casas, un ciudadano, Henri de la Croix, creyó que empapar a
los no muertos con melaza atraería a millones de insectos que se encargarían de
devorarlos. El plan falló, y De la Croix escapó vivo a duras penas. Empaparon a
los no muertos de nuevo, esta vez con queroseno, y les prendieron fuego. Sin
percatarse de las consecuencias de este acto, los habitantes de Vitre vieron
con horror cómo los gules prendían fuego a todo lo que tocaban. Varias
víctimas, atrapadas dentro de edificios con barricadas, se quemaron vivas
mientras otras huían al pantano. Varios días después, unos voluntarios para el
rescate contaron un total de cincuenta y ocho supervivientes (en el pueblo
vivían 114). Vitre se había quemado por completo. Había no muertos y humanos
entre los cadáveres. Cuando las bajas de Vitre se añadieron a la cantidad de
cadáveres de zombis que encontraron, al menos faltaban quince cuerpos. Los
registros oficiales del gobierno en Baton Rouge describen el ataque como «un
comportamiento alborotado de la población negra», una explicación curiosa ya
que el pueblo de Vitre era enteramente blanco. Cualquier prueba de un brote
zombi proviene de cartas privadas y diarios que se hallan entre los
descendientes de los supervivientes.
1913 D. C, PARAMARIBO, SURINAM
Mientras el doctor Ibrahim
Obeidallah puede que fuera el primero en expandir el conocimiento humano sobre
los no muertos, no fue (afortunadamente) el último. El doctor Jan Vanderhaven,
muy conocido en Europa por su estudio de la lepra, llegó a la colonia de
América del Sur para estudiar un extraño brote de esta familiar enfermedad.
Los cuerpos infectados muestran síntomas similares a
los que se dan por todo el planeta: úlceras purulentas, piel moteada, la carne,
al parecer, en proceso de descomposición, etc. Sin embargo, todas las
similitudes con las afecciones convencionales terminan aquí. Estas pobres almas
parecen haber perdido por completo la cabeza. [...]
No dan muestra de ningún pensamiento
racional ni reconocen nada que les sea familiar: [...] Tampoco duermen ni beben agua. Rechazan todo tipo de comida
excepto aquella que esté viva. [...]
Ayer, un enfermero en el hospital, por puro juego, y desobedeciendo mis
órdenes, arrojó una rata herida a la celda de los pacientes. Inmediatamente,
uno de ellos agarró al bicho y se lo tragó entero. [...] El infectado se volvió casi de inmediato rabioso y hostil. [...] Mordía a todo lo que se le acercaba,
enseñando los dientes como si fuera un animal. [...] Una visitante, una mujer influyente que desafió todas las
normas del hospital, fue posteriormente mordida por su esposo infectado. A
pesar de que se utilizaron todos los métodos de trata miento conocidos, ella
entró en colapso rápidamente a causa de la herida y murió horas más tarde ese
mismo día. [...] Llevaron el cuerpo a
la plantación de la familia. [...] A
pesar de mis súplicas, no me permitieron realizarle la autopsia por la falta de
decoro que suponía. [...] Anoche
denunciaron el robo del cadáver. [...]
Los experimentos con alcohol, formalina y una tela a 90 grados centígrados han
eliminado la posibilidad de que se trate de una bacteria. [...] Además, debo deducir que el agente es
un fluido vivo contagioso [...]
apodado «Solanum».
(«Fluido vivo contagioso» era un término común antes
de adoptar la palabra latina virus.) Estos extractos provienen de un estudio de
doscientas páginas, realizado durante un año por el doctor Vanderhaven, sobre
este nuevo descubrimiento. En dicho estudio, está documentada la tolerancia del
zombi al dolor, su aparente falta de respiración, el lento proceso de
descomposición, la falta de rapidez, la agilidad limitada y la ausencia de
cicatrización. Debido al comportamiento violento de estos sujetos y al miedo
aparente de los enfermeros del hospital, Vanderhaven nunca fue capaz de
acercarse lo suficiente para hacer una autopsia completa. Por este motivo, fue
incapaz de descubrir que los muertos vivientes eran sólo eso. En 1914, regresó
a Holanda y publicó su trabajo. De forma irónica, ni recibió alabanzas ni quedó
en ridículo con la comunidad científica. Su historia, como muchas otras de la
época, quedó eclipsada por el estallido de la Primera Guerra Mundial. Existen
copias olvidadas de este trabajo en Amsterdam. Vanderhaven volvió a practicar
la medicina convencional en las Indias Orientales holandesas (Indonesia),
donde posteriormente murió de malaria. El mayor adelanto de Vanderhaven fue el
descubrimiento de un virus como culpable de la creación de los zombis y fue la
primera persona en atribuirle el nombre de «Solanum». No se sabe por qué eligió
este término. Aunque su trabajo no fue aplaudido por sus contemporáneos
europeos, ahora se lee en todo el mundo. Desafortunadamente, un país dio a los
hallazgos del buen doctor un uso devastador. (Véase «1942-45 d. C, Harbin»,
pp. 272-274.)
1923 D. C, COLOMBO, CEILAN
Este relato procede de The Oriental, un periódico para los británicos
que vivían alejados de su patria en la colonia del océano Indico. Christopher
Wells, copiloto de las líneas aéreas British Imperial, fue rescatado de una
balsa hinchable después de pasar catorce días en el mar. Antes de morir debido
a tal exposición, Wells explicó que habían transportado un cadáver descubierto
por una expedición británica en el monte Everest. El cadáver era de un europeo,
sus ropas pertenecían al siglo pasado y no tenía documentos identificativos.
Como se encontraba congelado, el líder de la expedición decidió llevarlo en el
avión a Colombo para estudiarlo en profundidad. Por el camino, el cadáver se
derritió, resucitó y atacó a la tripulación de la aeronave. Los tres hombres
lograron vencer al asaltante aplastándole el cráneo con un extintor de
incendios (como no sabían a qué se enfrentaban, simplemente se centraron en
incapacitar al zombi). Ahora que estaban a salvo de este peligro inmediato,
tenían que vérse-
las con una aeronave estropeada.
El piloto mandó por radio un mensaje de socorro, pero no tuvo tiempo de enviar
las coordenadas de posición. Los tres hombres se lanzaron en paracaídas al
océano, pero el comandante de la tripulación no se había dado cuenta de que el
mordisco que había sufrido tendría graves consecuencias. Al día siguiente,
falleció, resucitó pocas horas después e inmediatamente atacó a los otros dos
hombres. Mientras el piloto luchaba contra el asaltante no muerto, Wells, en
un ataque de pánico, echó a patadas por la borda a los dos. Después de contar
-algunos dirían que confesar- su historia a las autoridades, Wells se quedó
inconsciente y murió al día siguiente. Su historia fue tomada como el delirio
de un maniaco con insolación. Investigaciones posteriores no encontraron
pruebas ni del avión, ni de la tripulación, ni del supuesto zombi.
1942
D. C, PACÍFICO CENTRAL
Durante el avance inicial de
Japón, enviaron un pelotón de los marines imperiales para establecer una
guarnición en Atuk, una isla de las Islas Carolinas. Varios días después de su
llegada, el pelotón se vio atacado por un enjambre de zombis que procedían de
la jungla. Al principio hubo muchas bajas. Al no tener ninguna información
sobre la naturaleza de sus atacantes o la manera correcta de destruirlos, los
marines se dirigieron a la cima de una montaña fortificada al norte de la isla.
De forma un tanto irónica, como dejaban morir a los heridos, los marines que
iban sobreviviendo se evitaban el peligro de llevar a los camaradas infectados
con ellos. El pelotón se quedó atrapado en la fortaleza de la cima de la
montaña varios días, sin comida, con poca agua y sin poder comunicarse con el
exterior. Durante este tiempo, los gules asediaban su posición, incapaces de
escalar los acantilados empinados pero impidiendo cualquier posibilidad de
escapar. Después de dos semanas de encarcelamiento, Ashi Nakamura, el
francotirador del pelotón, descubrió que un tiro en la cabeza resultaba fatal
para el zombi. Saber esto permitió a los japoneses combatir por fin a sus
atacantes. Después de acabar con los gules que había alrededor a tiro de rifle,
avanzaron hasta la jungla para realizar un rastreo completo de la isla. Los
relatos de los testigos cuentan que el oficial al mando, el teniente Hiroshi
Tomonaga, decapitó a once zombis sólo con su catana de oficial (un argumento
para el uso de este arma). Tras la guerra, las investigaciones que se
realizaron y la comparación de los registros demostró que Atuk se trataba, con
toda probabilidad, de la misma isla que Sir Francis Drake describió como «la
isla de los malditos». El propio testimonio de Tomonaga, ofrecido a las
autoridades estadounidenses después de la guerra, afirmaba que, una vez que
pudieron comunicarse por radio con Tokio, el Alto Mando japonés envió
instrucciones precisas de capturar, sin matar, los zombis que quedaran. Una vez
realizada tal tarea (consiguieron atar y amordazar a cuatro gules), enviaron el
submarino imperial 1-58 para recuperar los prisioneros no muertos. Tomonaga
confesó que desconocía lo que había ocurrido con los cuatro zombis. Le ordenaron
a él y a sus hombres no hablar sobre lo ocurrido, bajo pena de muerte.
1942-45 D. C, HARBIN, GOBIERNO TÍTERE DE JAPÓN DE MANCHUKUO
(MANCHURIA)
En 1951, en su libro El sol se levantó en el Infierno,
el que fuera oficial del
Ejército de Inteligencia de EEUU, David Shore, detallaba una serie de
experimentos biológicos durante la guerra dirigidos por una unidad del ejército
japonés conocida como Dragón Negro. Uno de los experimentos, denominado «Flor
de cerezo», se organizó especialmente para crear y entrenar zombis para
introducirlos en el ejército. Según Shore, cuando las fuerzas japonesas
invadieron las Indias Orientales holandesas en 1941-42, descubrieron una copia
del trabajo de Jan Vanderhaven en una biblioteca médica en Surabaya. Enviaron
el trabajo al cuartel general de Dragón Negro en Harbin para realizar estudios
adicionales. Aunque se mandó realizar un plan teórico, no pudieron encontrar
muestras de Solanum (prueba de que la ancestral Hermandad de la Vida para
acabar con los zombis había hecho su trabajo muy bien). Todo esto cambió seis
meses después con el incidente en la isla de Atuk. Enviaron a Harbin a los
cuatro zombis retenidos. Se llevaron a cabo experimentos con tres de ellos y el
cuarto se utilizó para crear otros zombis. Shore afirma que usaban a los disidentes japoneses (todo aquel que no
apoyara el régimen militar) como conejillos de indias. Cuando resucitaron a un pelotón de cuarenta zombis, los
operativos de Dragón Negro intentaron entrenarlos como zánganos obedientes.
Obtuvieron unos resultados muy sombríos: los mordiscos convirtieron a diez de
los dieciséis instructores en zombis. Tras dos años de intentos frustrados, se
tomó la decisión de liberar la fuerza de los cincuenta zombis con los que ahora
contaban contra el enemigo sin importar en qué condiciones estuvieran. Lanzaron
en paracaídas a diez gules sobre las fuerzas británicas en Birmania. Atacaron
el avión con fuego antiaéreo antes de que llegaran a su destino, y lo
convirtieron en una bola de fuego que destruyó toda prueba de la carga no
muerta. Se intentó por segunda vez enviando a diez zombis por submarino a la
zona del canal de Panamá en la que EEUU participaba (esperaban que el
consiguiente caos frenara la construcción en el Atlántico y la limitación en el
Pacífico de los buques de guerra estadounidenses). El submarino se hundió por
el camino. Hubo un tercer intento (de nuevo en submarino) liberando a veinte
zombis en el océano cerca de la costa occidental de Estados Unidos. A medio
camino, mientras recorrían el Pacífico norte, el capitán del submarino informó
por radio de que los zombis se habían liberado de sus ataduras y estaban
atacando a la tripulación y que no tenía más opción que hundir la nave. Cuando
la guerra terminó, se envió un cuarto y último ataque. Soltaron en paracaídas
al resto de zombis en una madriguera de guerrillas chinas en la región de
Yunnan. Nueve de los zombis que se lanzaron en paracaídas recibieron un tiro en
la cabeza de los francotiradores chinos. Los tiradores de élite no se dieron
cuenta de la importancia que tenían sus disparos. Habían recibido siempre la orden de disparar a la cabeza.
El último zombi fue capturado, atado y llevado al cuartel general personal de
Mao Tse-Tung para estudiarlo. Cuando la Unión Soviética invadió Manchukuo en
1945, todos los registros y las pruebas del proyecto «Flor de cerezo» habían
desaparecido.
Shore afirma que su libro se basa en los relatos de los testimonios de
dos operativos de Dragón Negro, hombres que él personalmente interrogó después
de que se rindieran ante el ejército de EEUU en Corea del Sur al finalizar la
guerra. Al principio, Shore encontró quien le publicara su libro, una compañía
pequeña e independiente conocida como Green Brothers Press. Antes de que
llegara a las librerías, el gobierno ordenó confiscar todos los ejemplares. A
Green Brothers Press directamente se la acusó, de manos del senador Joseph
McCarthy, de publicar «material obsceno y subversivo». A causa del peso de las
deudas legales la compañía quebró. David Shore fue acusado de violar la
seguridad nacional y sentenciado a cadena perpetua en Fort Leavenworth, Kansas.
Lo absolvieron en 1961, pero murió de un ataque al corazón dos meses después de
su puesta en libertad. Su viuda, Sara Shore, mantuvo una copia secreta e
ilegal de su manuscrito hasta su muerte en 1984. Su hija, Ana, ganó hace poco
un pleito que le ha otorgado el derecho a publicarlo.
1943 D. C, COLONIA FRANCESA AL NORTE DE ÁFRICA
Este extracto proviene del
interrogatorio al primer soldado raso Anthony Marno, ametrallador de cola en el
bombardero B-24 del ejército de EEUU. Al regresar de una incursión nocturna
contra las concentraciones de tropas alemanas en Italia, la aeronave empezó a
descender sobre el desierto de Argelia. Tenían poco combustible; el piloto vio
lo que parecía ser un asentamiento civil y ordenó a su tripulación que saltara
en paracaídas. Lo que habían encontrado era Fort Louis Philippe.
Parecía sacado de la pesadilla de un crío. [...] Abrimos las puertas, no había tranca
ni nada. Caminamos hacia el patio y nos encontramos con todo aquel montón de
esqueletos. Montañas de ellos, ¡no bromeo! Amontonados por todas partes, como
en una película. Nuestro capitán, que parecía sacudir la cabeza, dijo: «Parece
que haya un tesoro enterrado aquí, ¿sabéis?». Menos mal que no había ningún
cuerpo en el pozo. Nos las arreglamos para llenar las cantimploras y cogimos
algunas provisiones. No había comida, pero ¿quién la querría?, ¿eh?
Marno y el resto de la tripulación fueron rescatados
por una caravana árabe a ochenta kilómetros del fuerte. Cuando preguntaron
sobre aquel lugar, los árabes no respondieron. En aquel momento, el ejército de
EEUU tampoco tenía los medios ni el interés para investigar unas ruinas
abandonadas en mitad del desierto. Más tarde no se llevó a cabo ninguna
expedición.
1947 D. C, JARVIE, COLUMBIA BRITÁNICA
Una serie de artículos de cinco
periódicos diferentes cuentan los acontecimientos sangrientos y el heroísmo
individual asociado con esta pequeña aldea canadiense. Los historiadores sospechan
que el transportista Mathew Morgan, un cazador de la zona, regresó a la aldea
una noche con un misterioso mordisco en el hombro. Al amanecer del día
siguiente, veintiún zombis merodeaban por las calles de Jarvie. Devoraron por
completo a nueve personas. Los quince humanos que quedaban hicieron una barrera
en la oficina del sheriff. Un disparo fortuito de uno de los ciudadanos
aguerridos demostró lo que podía hacer una bala en el cerebro. Pero para
entonces la mayoría de las ventanas estaban cubiertas, por lo que nadie podía
apuntar con sus armas. Planearon trepar hasta el tejado, contactar con la
oficina de teléfono y telégrafo y avisar a las autoridades en Victoria. Los
supervivientes estaban a mitad de camino por la calle cuando los gules percibieron
su presencia y les dieron caza. Un miembro del grupo, Regina Clark, les dijo a
los otros que continuaran mientras ella detenía a los no muertos. Clark,
armada únicamente con una carabina MI de EEUU, dirigió a los zombis hasta un
callejón sin salida. Los testigos insisten en que Clark lo hizo a propósito,
reuniendo a los no muertos en un lugar limitado que le permitiera alcanzar a
un máximo de cuatro objetivos a la vez. Con una puntería fantástica y un tiempo
de recarga pasmoso, Clark eliminó a todo el grupo. Varios testigos aseguran que
vació un peine de quince balas en doce segundos sin fallar un solo tiro. Más
pasmoso aún resultó que el primer zombi al que derribó fuera su marido. Fuentes
oficiales tachan el suceso de «exposición inexplicable de violencia pública».
Todos los artículos que salieron en el periódico se basan en lo que dijeron los
ciudadanos de Jarvie. Regina Clark se negó a ser entrevistada. Sus memorias
siguen siendo un secreto guardado por su familia.
1954 D. C, THAN HOA, INDOCHINA FRANCESA
Este pasaje se tomó de una carta
escrita por Jean Beart Lacoutour, un hombre de negocios francés que vivió en la
antigua colonia.
El juego se llama «La danza del Diablo». Una persona
viva es puesta en una jaula con una de estas criaturas. Nuestro humano sólo
tiene un cuchillo pequeño, de unos ocho centímetros de largo a lo sumo. [...] ¿Sobrevivirá a su vals con el cadáver
viviente? De no ser así, ¿cuánto tiempo resistirá? Se realizan apuestas sobre
esta y otras variables. [...]
Mantenemos un establo para ellos, los gladiadores fétidos. La mayoría son
víctimas de contiendas fallidas. A algunos los cogemos de la calle. [...] Pagamos bien a sus familias. [...] Que Dios me perdone por este pecado
inimaginable.
Esta carta, junto a una considerable fortuna, llegó
a La Rochelle, Francia, tres meses después de la pérdida de la Indochina
francesa contra las guerrillas comunistas de Ho Chi Minh. El destino de la
«Danza del Diablo» de Lacoutour se desconoce. No se ha descubierto nueva
información. Un año después, el cuerpo de Lacoutour llegó a Francia, muy
descompuesto, con una bala en el cerebro. La explicación del coronel
norvietnamita fue el suicidio.
1957 D. C, MOMBASA, KENIA
Este extracto fue tomado del interrogatorio que
realizó un oficial del ejército británico a un rebelde kikuyu capturado durante
la insurrección de Mau Mau (todas las respuestas provienen de un traductor):
P: ¿A cuántos viste?
R: A cinco.
P: Descríbelos.
R: Hombres blancos, con la piel
gris y llena de grietas. Algunos tenían heridas, marcas de mordiscos en
algunas partes de su cuerpo. Todos tenían orificios de bala en el pecho. Se
tambaleaban y gemían. Sus ojos no veían. La sangre chorreaba por sus dientes.
El olor a carroña anunciaba su llegada. Los animales huyeron.
El intérprete masai y el
prisionero comenzaron a hablar. El prisionero se quedó en silencio.
P: ¿Qué ocurrió?
R: Vinieron a por nosotros.
Sacamos nuestras lalems (un arma masai, parecida al machete) y les cortamos las
cabezas y las enterramos.
P: ¿Enterrasteis las cabezas?
R: Sí.
P: ¿Por qué?
R: Porque el fuego nos habría dado ventaja.
P: ¿No fuiste herido?
R: No estaría aquí.
P: ¿No estabas asustado?
R: Sólo tememos a los vivos.
P: ¿Así que eran espíritus diabólicos?
El prisionero ríe entre dientes.
P: ¿De qué te ríes?
R: Los espíritus diabólicos se
han inventado para asustar a los niños. Estos hombres eran muertos vivientes.
El prisionero dio poca
información el resto de la entrevista. Cuando le preguntaron si había más
zombis sueltos, se quedó callado. La trascripción completa apareció en un
tabloide británico poco después ese mismo año. No se hizo nada al respecto.
1960 D. C, BYELGORANSK, UNIÓN SOVIÉTICA
Se sospecha, desde que terminó la
Segunda Guerra Mundial, que las tropas soviéticas que invadieron Manchuria
capturaron a la mayoría de los científicos japoneses, los datos y los experimentos
realizados (los zombis) involucrados en el proyecto especial Dragón Negro.
Recientes revelaciones han confirmado que estos rumores son ciertos. El
propósito de este nuevo proyecto soviético era crear un ejército secreto de
muertos andantes para usarlos en la inevitable Tercera Guerra Mundial. «Flor de
cerezo», rebautizada con el nombre de «Esturión», fue llevada cerca de una
pequeña ciudad al este de Siberia donde había únicamente un gran edificio que
servía como prisión a disidentes políticos. El emplazamiento no sólo
garantizaba una total discreción sino también la disponibilidad directa de los
experimentos realizados. Basándonos en descubrimientos recientes, somos capaces
de determinar que, por alguna razón, los experimentos se descontrolaron y
causaron un brote de varios cientos de zombis. Algunos científicos lograron
escapar a la prisión. Seguros tras los muros, se asentaron creyendo que sería
un asedio de poco tiempo hasta que llegara la ayuda. Nadie vino. Algunos
historiadores creen que el aislamiento del pueblo (no había carreteras y las
provisiones venían por aire) impidieron una respuesta inmediata. Otros
creyeron que como el proyecto lo había comenzado Yósif Stalin, el KGB era
reacio a informar al primer ministro Nikita Khrushchev de su existencia. Una
tercera teoría sostiene que el líder soviético conocía el desastre y había
cercado el área con tropas para evitar una evasión, y vigilaba y esperaba para ver
el resultado del asedio. Dentro de los muros de la prisión, una coalición de
científicos, personal del ejército y prisioneros sobrevivían de manera bastante
cómoda. Construyeron invernaderos, cavaron pozos; consiguieron producir
energía con molinos de viento y dinamos humanas. Se mantenía el contacto por
radio con la base prácticamente a diario. Los supervivientes cuentan que,
gracias a aquella situación, podrían aguantar hasta el invierno, cuando, con
algo de suerte, los no muertos se congelaran. Tres días antes de la primera
helada de otoño, un avión soviético lanzó un artilugio termonuclear tosco sobre
Byelgoransk. La explosión de un megatón destruyó el pueblo, la prisión y los
alrededores.
Durante décadas, el gobierno soviético explicaba el
desastre como una prueba nuclear de rutina. No se supo la verdad hasta 1992,
cuando comenzó a filtrarse la información hacia Occidente. Los rumores sobre el
brote también surgieron entre los siberianos más viejos, entrevistados por
primera vez por la reciente prensa libre de Rusia. Los testimonios de los
oficiales de alto rango soviéticos insinuaban la verdadera naturaleza de la
devastación. Muchos reconocen que Byelgoransk existió. Otros confirman que se
trataba de una prisión militar y de un centro de armas biológicas. Algunos
incluso van más lejos y admiten algún tipo de «brote», aunque ninguno describe
exactamente lo que lo desató. La prueba más perjudicial surgió cuando Artiom
Zenoviev, un gángster ruso y antiguo archivero del KGB, entregó todas las
copias del informe oficial del gobierno a una fuente anónima occidental (algo
por lo que le pagaron maravillosamente). El informe contiene transcripciones
de radio, fotografías aéreas (del antes y el después) y los testimonios tanto
de las tropas de tierra como de la tripulación del bombardero aéreo, junto a
las confesiones firmadas de los que estaban al mando del proyecto Esturión.
Incluidas con este informe hay 643 páginas con datos de laboratorio en relación
a la fisiología y a los patrones de comportamiento de los experimentos
realizados con los no muertos. Los rusos se toman esta revelación como una
patraña. Si esto es cierto y Zenoviev no es más que un oportunista con una
imaginación brillante, entonces ¿por qué las personas que había en una lista
que los hacía responsables según los informes oficiales, entre los que se
encontraban científicos de altura, comandantes del ejército y miembros de
Politburo, fueron ejecutados por el KGB después de que incineraran
Byelgoransk?
1962 D. C, CIUDAD SIN IDENTIFICAR, NEVADA
Los detalles de este brote son
sorprendentemente incompletos, ya que ocurrieron en una zona relativamente
acomodada del planeta en la segunda mitad del siglo veinte. Según fragmentos de
los relatos de testigos de segunda mano, recortes de periódicos viejos y un
informe de policía sospechosamente impreciso, un pequeño brote de zombis atacó
y asedió a Hank Davis, un granjero de la zona, y a tres de sus empleados en un
establo durante cinco días y noches. Cuando la policía acabó con los gules y
entró en el establo, encontraron a todos los ocupantes muertos. La
investigación posterior determinó que los cuatro hombres se mataron entre
ellos. Más concretamente, tres hombres fueron asesinados, mientras que el
cuarto se quitó la vida. No hay una razón concreta para este acontecimiento. El
establo era más que seguro para soportar un ataque y sólo habían consumido la
mitad de una pequeña provisión de agua y comida que tenían. La teoría actual es
que el incesante gemido de los zombis, mezclado con el sentimiento de total
aislamiento e impotencia, les provocó una completa crisis psicológica. No se
dio una explicación oficial al brote. El caso aún «se está investigando».
1968 D. C, LAOS ORIENTAL
Esta historia la contó Peter
Stavros, un paciente drogadicto y antiguo francotirador de las Fuerzas
Especiales. En 1989, mientras le evaluaban psicológicamente en el hospital para
veteranos de Los Ángeles, contó esta historia al psiquiatra que le atendía.
Stavros afirmaba que su equipo estaba en una misión rutinaria de búsqueda y
destrucción en la frontera vietnamita. Su objetivo era un pueblo del que se
sospechaba que era una zona de preparación de Pathet Lao (guerrillas
comunistas). Cuando entraron en el pueblo, descubrieron que los habitantes
estaban en mitad de un asedio contra varias docenas de muertos andantes. Por
razones que se desconocen, el líder del equipo les ordenó la retirada y luego
pidió un ataque aéreo. Los bombarderos, armados con napalm, destrozaron la
zona, acabando con los muertos vivientes y los supervivientes humanos. No
existen pruebas documentadas que corroboren la historia de Stavros. Los otros
miembros de su equipo están o muertos, o perdidos en combate, o perdidos en
Estados Unidos, o simplemente se negaron a que les entrevistaran.
1971 D. C, VALLE NONG'ONA, RUANDA
Jane Massey, reportera dedicada a
la vida salvaje para La Tierra viviente, fue como enviada por la revista a documentar la vida
de los gorilas de lomo plateado en peligro de extinción. Este extracto es sólo
una pequeña anécdota de las muchas y populares historias de los primates raros
y exóticos:
Cuando cruzamos el valle escarpado, vi moverse algo
entre el follaje. Nuestro guía también lo vio y nos convenció de que
aligeráramos el paso. En aquel momento oí algo bastante extraño en aquella zona
del planeta: completo silencio. Ningún pájaro, ningún animal, ni siquiera insectos,
y hablamos de insectos de un tamaño considerable. Le pregunté a Kengeri y lo
único que me dijo fue que bajara la voz. Desde la zona más baja del valle, pude
oír un gemido espeluznante. Kevin (el fotógrafo de la expedición) se puso más
blanco de lo normal y continuó diciendo que debía de ser el viento. Un dato, yo he oído el viento en Sarawak,
Sri Lanka, el Amazonas e incluso en Nepal y ¡eso NO es viento! Kengeri puso una
mano en el machete y nos dijo que nos calláramos. Le dije que quería bajar al
valle para echar un vistazo. El se negó. Cuando insistí, me dijo: «Los muertos
andan sueltos por aquí» y se marchó.
Massey nunca exploró el valle ni descubrió la fuente
del gemido. La historia del guía podría tratarse de una superstición de la
zona. El gemido pudo haber sido simplemente el viento. Sin embargo, hay mapas
del valle que revelan que está rodeado por acantilados escarpados, lo que hace
imposible que los gules escapen. En teoría, este valle podría servir como
receptáculo para las tribus que quieran atrapar pero no destruir a los muertos
andantes.
1975 D. C, AL-MARQ, EGIPTO
La información relativa a este
brote proviene de varias fuentes: entrevistas a los habitantes del pueblo que
fueron testigos de lo ocurrido, nueve declaraciones juradas del personal
militar egipcio de bajo rango y los relatos de Gassim Farouk (un antiguo
oficial de inteligencia de las fuerzas aéreas egipcias que emigró hace poco a
Estados Unidos), además de la información sobre la investigación de varios
periodistas internacionales que han preferido mantener sus identidades en
secreto. Todas las fuentes corroboran la historia sobre un brote de origen
desconocido que atacó e invadió este pequeño pueblo egipcio. Las llamadas
pidiendo ayuda no obtuvieron respuesta, a la policía de otros pueblos y al
comandante de la base de la Segunda División Armada de Egipto en Gabal Garib a
tan sólo cincuenta y siete kilómetros. En un extraño giro de los
acontecimientos, el operador de teléfono de Gabal Garib también era un agente
israelí del Mossad que pasó la información a los cuarteles generales de la FDI
en Tel Aviv. Tanto el Mossad como los integrantes de la Fuerza de Defensa de
Israel se tomaron la información como una patraña y la hubieran olvidado
rápidamente si no hubiera sido por el general Jacob Korsunsky, un ayudante de
la primera ministra Golda Meir. Judío estadounidense que fue colega de David
Shore, Korsunsky estaba al tanto de la existencia de los zombis y de la amenaza
que suponían si no les ponían obstáculos. De forma impresionante, Korsunsky
convenció a Meir para que formara una misión de reconocimiento para investigar
Al-Marq. La infección se encontraba en aquel momento en su día catorce. Nueve
supervivientes habían formado una barricada en la mezquita del pueblo con un
poco de agua y sin comida. Con el consentimiento de Korsunsky, una patrulla de
paracaidistas descendió al centro de Al-Marq y, tras doce horas de batalla,
eliminaron a todos los zombis. Se sospecha que esta historia tuvo un final
salvaje. Algunos creen que el ejército egipcio rodeó Al-Marq, capturó a los
israelíes y preparó su ejecución allí mismo. Cuando suplicaron a los
supervivientes, que mostraron a los soldados los cadáveres de los zombis, los
egipcios permitieron a los israelíes pasar de un modo seguro hasta sus hogares.
Otros llevaron esta posibilidad más lejos, dando lugar a que la tomaran como
una de las razones de la tregua egipcio-israelí. No existen pruebas
consistentes que sostengan esta historia. Korsunsky murió en 1991. Sus
memorias, relatos personales, comunicados del ejército, los consiguientes
artículos en los periódicos e incluso películas sobre la supuesta batalla
grabadas por un cámara del Mossad, han quedado ocultos por el gobierno israelí.
Si esto es cierto, se presenta una cuestión interesante y, posiblemente,
perturbadora. ¿Por qué tendría que convencerse el ejército egipcio de que los
muertos vivientes existen a través de testimonios y, al parecer, cadáveres
humanos? ¿No tendría que existir un espécimen (o varios) intacto y con las
funciones activas para probar una historia tan impresionante? De ser así,
¿dónde están ahora esos especímenes?
1979 D. C, SPERRY, ALABAMA
Durante su jornada diaria, Check
Bernard, el cartero de la zona, paró en la granja de los Henrichs y vio que no
habían recogido el correo del día anterior. Como nunca había ocurrido antes,
Bernard decidió llevar el correo a la casa. A quince metros de la puerta
principal, oyó lo que parecían disparos, gritos de dolor y llamadas de socorro.
Bernard se fue, condujo dieciséis kilómetros hasta el teléfono público más
cercano y llamó a la policía. Cuando dos ayudantes del sheriff y un equipo
paramédico llegaron, encontraron a la familia Henrichs completamente
descuartizada. La única superviviente, Freda Henrichs, estaba sufriendo, como
se podía ver a la perfección, los síntomas de una infección avanzada. Golpeó a
los paramédicos antes de que los ayudantes del sheriff pudieran atarla. Un
tercer ayudante, el último en llegar y novato en el cuerpo, sufrió un ataque de
pánico y disparó a la mujer en la cabeza. A los dos hombres a los que había
mordido los llevaron al hospital del condado para que los trataran y poco
después murieron. Tres horas después, resucitaron durante la autopsia,
atacaron al coronel y a su ayudante y salieron a la calle. Alrededor de
medianoche la ciudad estaba aterrorizada. Había veintidós zombis y devoraron
por completo a quince personas. Muchos supervivientes buscaron refugio en sus
casas. Otros intentaron huir del pueblo. Tres colegiales se las arreglaron para
subir a lo alto de la torre de agua. Aunque estaban rodeados (varios gules
intentaron escalar la torre pero volvieron a caerse al suelo), estos niños
permanecieron a salvo hasta que los rescataron. Un hombre, Harland Lee, tenía
en su casa un subfusil Uzi modificado, una escopeta paralela recortada y dos
pistolas mágnum del 44 (una era un revólver y la otra una automática). Los
testigos afirman que vieron a Lee atacar a un grupo de doce zombis, disparando
con la Uzi en primer lugar y a continuación con las otras armas. Cada vez, Lee
disparaba al torso de los zombis, provocándoles gran daño pero sin matarlos.
Como se le terminaba la munición y a su espalda había un montón de coches
destrozados, Lee intentó disparar a la cabeza con una pistola en cada mano.
Como las manos le temblaban mucho, Lee no acertaba ningún tiro. El
autoproclamado salvador de la ciudad terminó siendo devorado al instante. Por
la mañana, los ayudantes del sheriff de los pueblos colindantes, con la
policía del estado y con grupos de voluntarios, se reunieron en Sperry. Iban
armados con rifles de caza con miras y sabían que el tiro en la cabeza era
mortal (un cazador de la zona había aprendido esto al defender su casa), así
que rápidamente acabaron con la amenaza. La explicación oficial (proporcionada
por el Departamento de Agricultura) fue la «histeria colectiva a causa de un
escape de pesticida en el nivel freático del pueblo». El Centro de Control de
Enfermedades se deshizo de todos los cuerpos antes de que pudieran realizarse
las autopsias. La mayoría de las grabaciones de radio, las imágenes de las
noticias y las fotografías de los particulares se confiscaron inmediatamente.
Varios supervivientes rellenaron
ciento setenta y cinco declaraciones juradas. Noventa y dos de esos casos se
han llevado a la corte, cuarenta y ocho aún están por resolver y el resto han
sido retirados misteriosamente. Se ha presentado recientemente una declaración
con motivo del acceso a las imágenes de los medios de comunicación que fueron
confiscadas. Al parecer, para que se tome una decisión habrá que esperar años.
OCT. 1980 D. C, MARICELA, BRASIL
Las noticias de este brote en
principio provenían de Madre Verde, un grupo medioambiental que pretendía
atraer la atención sobre las difíciles condiciones que los indios locales
sufrían a causa de la adquisición y la destrucción de su tierra. Los ganaderos,
que pretendían conseguir sus objetivos utilizando la violencia, se armaron y se
dirigieron al poblado indio. Cuando se encontraban en lo más profundo de la
selva tropical les atacó un enemigo aún más terrorífico: una horda de más de
treinta zombis. Todos acabaron devorados o resucitaron convertidos en muertos
andantes. Dos supervivientes consiguieron llegar al pueblo más cercano,
Santarem. Ignoraron sus advertencias y los informes oficiales explican que la
batalla fue una insurrección de la población india. Tres brigadas armadas se
encaminaron hacia Maricela. Como no encontraron ningún rastro de los no muertos,
se dirigieron al pueblo indio. Lo que ocurrió a continuación lo negó mediante
comunicado oficial el gobierno brasileño, pero sabían que se trataba de un
ataque de muertos andantes. Los relatos de los testigos describen la masacre
exactamente como tal, con las tropas del gobierno matando a todo ser que caminara,
tanto zombi como humano. De forma irónica, los miembros de Madre Verde también
negaron esta historia; afirmando que, en realidad, el gobierno brasileño se
inventó esta patraña de los zombis para justificar la masacre de los indios.
Buena parte de las pruebas provienen de un sargento mayor retirado del
Departamento de Artillería del ejército brasileño. Cuenta que durante los días
precedentes a la batalla, habían requisado prácticamente todos los lanzallamas
del país. Tras la operación, habían devuelto las armas vacías.
DIC 1980 D. C, JURUTI, BRASIL
Esta estación remota, a más de 480 kilómetros río
abajo de Maricela, se convirtió en la escena de varios ataques cinco semanas
después. Los zombis surgieron del agua por toda la ribera. El resultado de
estos ataques (el número, la respuesta, las bajas) aún se desconoce.
1984 D. C, CABRIO, ARIZONA
Este brote, mucho más leve
considerando el espacio y las personas involucradas, apenas se considera de
clase 1. Sin embargo, las ramificaciones representan uno de los acontecimientos
más significativos en el estudio del Solanum. El incendio en una escuela
elemental causó la muerte a cuarenta y siete niños a causa de la inhalación de
humo. La única superviviente, Ellen Aims, de nueve años, escapó saltando desde
una ventana rota pero sufrió profundas laceraciones y pérdida de sangre. Salvó
la vida gracias a una transfusión de urgencia del banco de sangre. En media
hora, Ellen comenzó a sufrir los síntomas de una infección de Solanum. El
personal médico no lo entendía y sospecharon que la sangre estaba contaminada
por otras enfermedades. Mientras le realizaban las pruebas, la niña murió.
Delante de los empleados, los testigos y los padres, resucitó y mordió a la
enfermera que estaba atendiéndola. Ataron a Ellen, pusieron a la enfermera en
cuarentena y el médico de guardia contó el caso a un colega de Phoenix
(Arizona). Dos horas más tarde, los médicos del Centro de Control de
Enfermedades llegaron, escoltados por las fuerzas de la ley de la zona y
«agentes federales sin identificación». Llevaron en avión a Ellen y a la
enfermera infectada a un lugar sin revelar para un «tratamiento avanzado».
Confiscaron todos los informes del hospital y el banco de sangre. No
permitieron a la familia Aims acompañar a la niña. Tras una semana sin recibir
noticias, les informaron de que su hija había «fallecido» y que habían tenido
que incinerar el cuerpo por «motivos sanitarios». Este caso ha sido el primero
registrado que demuestra que el Solanum puede transferirse desde la sangre
almacenada en un banco. Esto plantea las siguientes preguntas: ¿Quién fue el
donante con la sangre infectada? ¿Cómo pudo tomarse su sangre sin que el sujeto
supiera que estaba infectado y por qué nunca se supo nada sobre el donante?
Además, ¿cómo se enteró el CCE del caso de Ellen tan rápido (el médico de
Phoenix se negó a que le entrevistaran) y por qué respondió la agencia tan
rápido? Aunque no es necesario decirlo, la teoría sobre una conspiración rodea
aún este caso. Los padres de Ellen han presentado una demanda contra el CCE con
el único propósito de conocer la verdad. Sus declaraciones han contribuido en
la investigación de este caso del autor.
1987 D. O, KHOTAN, CHINA
En marzo de 1987, varios grupos
de disidentes chinos informaron a Occidente sobre un desastre cerca de la
planta de energía nuclear en Xinjiang. Tras varios meses negando la historia,
el gobierno chino anunció de modo oficial que había habido un «fallo» en las
instalaciones. En un mes, la historia cambió a «intentan realizar sabotaje
[...] unos terroristas contrarrevolucionarios». En agosto, Tycka!, un periódico sueco, publicó la
historia de que un satélite espía de Estados Unidos sobre Khotan había
fotografiado tanques y otros vehículos armados disparando a quemarropa a lo
que parecían ser grupos desorganizados de civiles que intentaban entrar en la
planta nuclear. Otras fotografías revelan que algunos de los «civiles» rodeaban
a otros y los desmembraban y se comían sus cadáveres. El gobierno
estadounidense niega que su satélite aportara tales imágenes y Tycka! se retractó de tal historia. Si
lo que ocurrió en Khotan fue un brote zombi, entonces hay más preguntas que
respuestas. ¿Cómo empezó el brote? ¿Cuánto duró? ¿Cómo se contuvo al final?
¿Cuántos zombis había? ¿Entraron en la planta? ¿Cuánto daño causaron? ¿Por qué
no ocurrió algo parecido al desastre de Chernóbil? ¿Escapó algún zombi? ¿Ha
habido más ataques desde entonces? Una parte de la información que aporta
cierta credibilidad a la historia del brote proviene del profesor Kwang Zhou,
un disidente chino que había desertado a Estados Unidos. Kwang conocía a un
soldado que había participado en aquel incidente. Antes de que lo enviaran a un
centro de reeducación junto con otros testigos, el joven le contó que el nombre
clave de aquella operación era «Pesadilla del despertar eterno». Aún hay otra
pregunta: ¿Cómo empezó este brote inicial? Tras leer el libro de David Shore, en
especial la sección sobre cómo capturaron un zombi de Dragón Negro las tropas
comunistas chinas, es lógico sacar la conclusión de que el gobierno chino tuvo,
o aún tiene, su propia versión de «Flor de cerezo» y «Esturión», su propio
proyecto para crear un ejército de no muertos.
DIC. 1992 D. O, MONUMENTO NACIONAL JOSHUATREE, CALIFORNIA
Varios excursionistas y viajeros
de este parque en el desierto encontraron una tienda de campaña y equipo
abandonados junto a la carretera principal. Investigando las historias, los
guardas del parque descubrieron una escena horripilante a dos kilómetros del
campamento abandonado. Encontraron a una chica de unos veinte años muerta, con
la cabeza destrozada a golpes de piedra y su cuerpo cubierto de marcas de
mordeduras realizadas por otro humano. Una investigación más a fondo realizada
por la policía local y nacional identificó a la víctima; se trataba de Sharon
Parsons de Oxnard, California. Ella y su novio, Patrick MacDonald, acamparon en
el parque la semana anterior. Todos los boletines difundidos por los medios de
comunicación apuntaban hacia MacDonald. La autopsia completa de Parsons reveló
un hecho que sorprendió al juez de instrucción del caso. El nivel de
descomposición de su cuerpo no cuadraba con el del tejido cerebral. Además, el
esófago contenía restos de carne humana que coincidían con el grupo sanguíneo
de MacDonald. Sin embargo, las muestras de piel que había bajo las uñas encajaban
con un tercero en discordia, Devin Martin, un fotógrafo de la fauna salvaje y
solitario que había recorrido en bicicleta el parque un mes antes. Como tenía
pocos amigos, no tenía familia y trabajaba como autónomo, la desaparición de
Martin nunca se denunció. Una búsqueda completa en el parque no reveló nada. El
vídeo de vigilancia de una gasolinera en Diamond Bar reveló que MacDonald había
parado allí brevemente. El empleado de servicio describió a MacDonald como
demacrado, frenético y llevando un trapo lleno de sangre sobre el hombro. La
última vez que se vio a MacDonald iba en dirección oeste, hacia Los Angeles.
ENE. 1993 D. C, CENTRO DE LOS ÁNGELES, CALIFORNIA
Aún se está realizando una
investigación en relación a la primera fase de este brote, incluyendo cómo se
expandió en un principio a las zonas cercanas. El brote lo detectó primero un
grupo de jóvenes, miembros de una banda callejera conocida como los VBR, o los
Venice Boardwalk Reds. Entraron en aquella zona de la ciudad para vengar a uno
de sus miembros, asesinado por una banda rival conocida como los Perros Negros.
Alrededor de la 1 a. m., entraron en una zona industrial casi abandonada donde
los Perros tenían su guarida. Lo primero que notaron fue que no había
vagabundos. La zona era conocida por su gran barrio de chabolas que había en un
solar desocupado. Las cajas de cartón, los carros de la compra y demás
parafernalia que pertenecía a los sin techo estaban desparramados por toda la
calle, pero no había señal alguna de ellos. Iban prestando muy poca atención a
la carretera y el conductor del vehículo de los Reds atropello por accidente a
un peatón que se movía muy despacio. El conductor perdió el control de su El
Camino y viró bruscamente hacia el lado de uno de los edificios. Antes de que
los Reds pudieran atender al vehículo, que se había estropeado, o reprender a su
compañero por su falta de habilidad al volante, vieron moverse al peatón que
habían atropellado. Aunque tenía la columna rota, la víctima empezó a reptar
hacia la banda callejera. Uno de los Reds sacó una pistola de 9 mm y disparó al
hombre en el pecho. Este acto no sólo no paró al hombre, sino que envió una
onda de sonido a un radio de varias manzanas. Abrió fuego varias veces más,
todos hacia su objetivo, sin producir resultado alguno. El último disparo fue
directo al cráneo y lo mató. Los Reds nunca tuvieron tiempo de descubrir
exactamente lo que lo había matado. De repente oyeron un gemido que parecía
proceder de todas direcciones. Lo que creían que se trataba de las sombras de
las farolas era un grupo de más de cuarenta zombis que se acercaba desde todas
las direcciones.
Como tenían el coche estropeado, los Reds fueron
calle abajo, literalmente atravesaron una pequeña línea libre entre los muertos
vivientes. Tras varias manzanas, se encontraron, irónicamente, a los miembros
que quedaban de los Perros Negros, también a pie después de que los zombis
hubieran invadido su guarida y destrozado sus coches. Cambiaron la rivalidad
por la supervivencia, las dos bandas pactaron un cese de fuego y se dispusieron
a buscar un medio de escapar o un refugio seguro. Aunque muchos de los
edificios (bien construidos, almacenes sin ventanas) les hubieran servido de
buenas fortalezas, estaban cerrados o (en el caso de los que habían sido
abandonados) entablados y no podían entrar. Como conocían mejor la zona, los
Perros tomaron la iniciativa y sugirieron que debían dirigirse al instituto De
Soto Júnior, un edificio pequeño a una distancia fácil de cubrir corriendo.
Con los zombis a pocos minutos de distancia, las dos bandas llegaron al
instituto y para poder entrar rompieron una ventana del segundo piso. Al hacer
esto activaron la alarma antirrobo que, además, alertó a todos los zombis que
se encontraban por la zona, aumentando su número a más de cien. La alarma, sin
embargo, era el único aspecto negativo de aquel reducto formidable. En los
términos de una fortaleza, De Soto era una elección excelente. Una construcción
de cemento armado sólida, con rejas y cubierta de ventanas con mallas y
puertas de madera maciza cubiertas de acero hacían fácilmente defendible aquel
edificio de dos plantas. Una vez dentro, el grupo actuó con una prudencia
admirable, estableciendo un plan secundario, comprobando todas las puertas y
las ventanas para estar más seguros, llenando todos los recipientes que
pudieron de agua y almacenado sus propias armas y municiones. Como creyeron que
la policía era peor enemigo aún que los muertos vivientes, ambas bandas usaron
el teléfono para llamar a las bandas callejeras aliadas en lugar de a las autoridades.
Ninguno con los que lograron contactar se creyó lo que estaban escuchando, pero
prometieron llegar lo antes posible.
Este último acto fue, en otro giro irónico, uno de
los pocos casos de exceso de medios jamás registrado en una insurrección de no
muertos. Bien protegidos, bien armados, bien liderados, bien organizados y
extremadamente bien motivados, los miembros de las bandas fueron capaces de
matar a los muertos vivientes desde las ventanas de arriba sin perder a ninguno
de los suyos. Los refuerzos (bandas callejeras aliadas que prometieron ofrecer
apoyo) llegaron, desafortunadamente, al mismo tiempo que la policía de Los
Ángeles. El resultado fue el arresto de todos los involucrados.
El incidente se definió oficialmente como «un tiroteo entre bandas callejeras de la zona».
Tanto los Reds como los Perros intentaron transmitir la verdad a todos los que
quisieran escucharla. Su historia se explicó como una ilusión psicótica producida
por el «hielo», un narcótico popular en esa época. Como la policía y los
refuerzos de los miembros de otras bandas sólo vieron cadáveres muertos a tiros
pero a ningún zombi, nadie pudo actuar como testigo. Los cuerpos de los no
muertos fueron recogidos e incinerados. Como casi todos ellos habían sido
vagabundos, no se pudo identificar a ninguno y tampoco los echaron en falta.
Declararon culpables de asesinato en primer grado a los miembros originales de
las bandas que se vieron involucradas y la sentencia fue cadena perpetua en
alguna de las prisiones de California. Todos fueron asesinados el primer año de
su encarcelación, supuestamente por miembros de bandas rivales. Esta historia
habría acabado aquí si no hubiera sido por un detective de la policía de Los
Ángeles que pidió permanecer en el anonimato. El/ella leyó sobre el caso
Parsons-MacDonald varios días antes y estaba intrigado/a por los detalles más
extraños. Así que, en cierto modo, creyó las historias de los miembros de las
bandas. El informe del juez de instrucción le dio el argumento más convincente.
Cuadraba perfectamente con la autopsia de Parsons. El último clavo en el ataúd
fue una cartera que se había encontrado en uno de los no muertos, un hombre de
unos treinta años que parecía ir mejor vestido y aseado que la mayoría de los
vagabundos. La cartera pertenecía a Patrick MacDonald. Como el propietario tenía
un disparo en la cara de una bala del calibre doce, no había forma exacta de
identificarlo. El/la detective anónimo/a creyó que era mejor no decírselo a sus
superiores por miedo a la acción disciplinaria. En lugar de eso, él/ella copió
el informe del caso al completo y lo presentó al autor de este libro.
FEB. 1993 D. C, ESTE DE LOS ÁNGELES, CALIFORNIA
A la 1.45 a. m., Octavio y Rosa
Melgar, los propietarios de una carnicería, se despertaron al oír gritos
desesperados debajo de la ventana de su habitación en el segundo piso.
Asustados al creer que estaban robando en su negocio, Octavio cogió una pistola
y corrió escaleras abajo mientras Rosa llamaba a la policía. Encogido cerca de
una boca de alcantarilla había un hombre tiritando y sollozando, cubierto de
barro, vestido con un mono de trabajo andrajoso del Departamento de Sanidad y
le salía a borbotones la sangre del muñón donde una vez había tenido el pie
derecho. El hombre, que no quiso identificarse, gritó varias veces a Octavio
para que cubriera la boca de la alcantarilla. Sin saber qué más hacer, Octavio
obedeció. Antes de que la tapa de metal encajara en su sitio, Octavio creyó oír
un sonido parecido a un gemido lejano. Cuando Rosa sujetó la pierna herida del
hombre, entre llantos y gritos contó que él y cinco trabajadores sanitarios
estaban inspeccionando la unión de una boca de tormenta cuando les atacó un
grupo numeroso de «locos». Al describir a los asaltantes dijo que iban
cubiertos de harapos y heridas, gruñendo en lugar de hablar, y se aproximaban a
ellos cojeando de modo regular. Las palabras del hombre se desvanecieron en
una ininteligible concatenación de frases, gruñidos y sollozos antes de que se
quedara inconsciente. La policía y los paramédicos llegaron noventa minutos más
tarde. Para entonces, el hombre había muerto. Cuando recogieron su cuerpo, los
oficiales de la policía de Los Ángeles interrogaron a los Melgar. Octavio
mencionó que él había oído los gemidos. Los oficiales tomaron nota pero no
dijeron nada. Seis horas después, los Melgar oyeron en las noticias de la
mañana que la ambulancia que transportaba al muerto se
había chocado y había explotado de camino al hospital. La llamada por radio de
los paramédicos (cómo pudo la estación de noticias obtenerla es aún un
misterio) consistía principalmente en gritos de pánico afirmando que el muerto
había abierto el saco donde se encontraba. Cuarenta minutos más tarde de la transmisión, cuatro camiones
de policía, una ambulancia y un camión de la guardia nacional se detuvieron
frente a la carnicería de los Melgar. Octavio y Rosa vieron cómo la policía de
Los Ángeles acordonaba la zona y levantaban un puesto de campaña grande de
color verde militar sobre la boca de la alcantarilla con un pasaje idéntico de
allí al camión. Los Melgar, junto a un pequeño grupo de curiosos, oyeron un eco
inconfundible de disparos desde la boca de la alcantarilla. En una hora,
quitaron la tienda de campaña, levantaron la barricada y los vehículos fueron
rápidamente retirados. Existe una pequeña duda de que este incidente sea una
réplica del ataque en el centro de la ciudad de Los Ángeles. Los detalles del
gobierno sobre lo que exactamente ocurrió en el laberinto subterráneo nunca se
conocieron. Los Melgar, alegando «razones personales legales», no hicieron más
averiguaciones. La policía de Los Ángeles explicó el incidente como una
«inspección de mantenimiento y rutina sanitaria». El Departamento de Sanidad
de Los Ángeles niega la pérdida de ninguno de sus empleados.
MAR. 1994 D. C, SAN PEDRO, CALIFORNIA
Si no fuera por Allie Goodwin,
una conductora de grúa en este astillero del sur de California y su cámara
desechable con veinticuatro fotos, el mundo nunca podría haber sabido la
verdadera historia de este brote zombi. Un contenedor sin marcar fue descargado
del SS Mare Caribe, un carguero con bandera panameña de Ciudad de Davao, en
Filipinas. Durante varios días permaneció en los astilleros esperando la
recogida. Una noche, el vigilante oyó sonidos dentro del contenedor. El y
varios guardas de seguridad, al sospechar que había inmigrantes ilegales
dentro, lo abrieron inmediatamente. Cuarenta y seis zombis salieron en tropel.
Los que estaban más cerca fueron devorados. Otros buscaron refugio en los
almacenes, edificios de oficinas y otras instalaciones. Algunas de estas
estructuras proporcionaron un refugio adecuado, otras se convirtieron en
trampas mortales. Cuatro conductores de grúa intrépidos, entre los que se
encontraba Goodwin, subieron a sus vehículos y los usaron para crear una
fortaleza con los contenedores. Este refugio prefabricado mantuvo protegidos a
trece trabajadores el resto de la noche. A continuación usaron sus vehículos
como armas, lanzando contenedores a los zombis que estaban a su alcance. Para
cuando la policía llegó (para entrar a las instalaciones había que pasar por
varias puertas cerradas), sólo quedaban once zombis. Fueron derribados con una
descarga de artillería (incluyendo algún tiro fortuito en la cabeza). Se
estimó que habían muerto veinte humanos. Los zombis asesinados fueron treinta y
nueve. Los siete que faltaban se creyó que habían caído al agua y la corriente
los había arrastrado.
Las noticias calificaron este incidente de intento
de robo. El gobierno no hizo declaraciones, ni una sola. La dirección del astillero,
la policía de San Pedro (incluso la compañía de seguridad privada que perdió a
ocho de sus guardas) permanecieron en silencio. La tripulación del Mare
Caribe, su capitán e incluso la propia compañía negaron saber lo que había en
el contenedor, que también desapareció misteriosamente. Casualmente, el puerto
se incendió el día siguiente al ataque. Lo que hace tan increíble este encubrimiento
es que San Pedro es un puerto grande, activo, situado en una de las zonas más
pobladas de Estados Unidos. Resulta verdaderamente asombroso cómo el gobierno
fue capaz de ocultar casi todas las fuentes de información. Todas las partes
implicadas en esta historia califican las fotos y la declaración de Goodwin de
patraña. La despidieron apelando incompetencia psicológica.
ABR. 1994 D. C, BAHÍA
DE SANTA MÓNICA, CALIFORNIA
Tres residentes de Palos Verdes,
Jim Hwang, Anthony Cho y Michael Kim, contaron a la policía que les habían
atacado mientras pescaban en la bahía. Los tres hombres juraban que Hwang
estaba pescando en la zona profunda cuando el sedal enganchó una presa grande
y extremadamente pesada. Lo que llegó a la superficie fue un hombre, desnudo,
quemado, parcialmente descompuesto y aún vivo. El hombre atacó a los tres
pescadores, agarrando a Hwang e intentando morderle en el cuello. Cho empujó a
su amigo y Kim le destrozó la cara a la criatura con un remo. El atacante se
hundió bajo la superficie mientras que los tres pescadores se dirigían a la
orilla. El Departamento de Policía de Palos Verdes realizó inmediatamente a
los tres las pruebas de alcoholemia y sustancias estupefacientes (todas las
pruebas dieron negativo), les interrogaron durante toda la noche y los
liberaron a la mañana siguiente. El caso aún está siendo oficialmente
«investigado». Dado el momento y el lugar del ataque, es lógico suponer que la
criatura fuera uno de los zombis del brote original de San Pedro.
1996 D. C, LÍNEA DE CONTROL, SRI NACAR,
INDIA
Este extracto ha sido tomado de un informe realizado
por el lugarteniente Tagore de las Fuerzas de Seguridad de la Frontera:
El sujeto se aproximó con un tambaleo lento, como si
estuviera enfermo o intoxicado. [A través de los prismáticos] pude observar que llevaba el
uniforme de los soldados pakistaníes, algo extraño ya que ninguno de ellos opera
en esta zona. Cuando estaba a trescientos metros le ordenamos que parara y se
identificara. No accedió. Le dimos un segundo aviso. Siguió sin dar respuesta.
Parecía gemir de forma incoherente. Con el sonido de nuestras llamadas aceleró
el paso ligeramente. A doscientos metros de nosotros activó la primera mina,
una mina saltadora estadounidense. Observamos cómo recibía heridas de metralla
en la zona superior y anterior del torso. Tropezó, se cayó de boca y luego
volvió a ponerse de pie y continuó avanzando. [...]
Deduje que llevaría algún tipo de armadura. [...]
Ocurrió de nuevo lo mismo a ciento cincuenta metros. Esta vez la metralla le
arrancó la mandíbula. [...] A esa
distancia pude observar que la herida, no sangraba. [...]El viento soplaba en nuestra dirección. [...] Notamos un olor pútrido que provenía
del sujeto, parecido al olor de la carne al descomponerse. A cien metros ordené
al soldado Tilak [un francotirador del pelotón] que matara al sujeto. Tilak realizó un disparo
directo a la frente del sujeto. El sujeto cayó inmediatamente. No volvió a
levantarse, ni a hacer ningún tipo de movimiento.
Los informes posteriores documentan la recuperación
del cuerpo y su autopsia en el hospital militar en Sri Nacar. Poco después el
cuerpo fue retirado por la Guardia de Seguridad Nacional. Tras aquello no se ha
revelado más información en relación a aquel descubrimiento.
1998 D. C, ZABROVST, SIBERIA
Jacob Tailor, un aclamado
realizador de documentales de la Canadian Broadcast Company, llegó al pequeño pueblo
siberiano de Zabrovst con la intención de fotografiar el cadáver de un tigre
dientes de sable intacto y potencialmente clonable. También habían encontrado
el cuerpo de un hombre de casi treinta años, cuya vestimenta encajaba con la de
un cosaco del siglo dieciséis. La filmación debía tener lugar en julio, pero
Tailor se anticipó y llegó con un equipo en febrero para familiarizarse con la
zona y sus compañeros. Tailor creía que el cadáver humano sólo aparecería unos
segundos en la película, pero pidió que lo guardaran junto al tigre hasta que
regresara. Tailor y su equipo regresaron a Toronto para un merecido descanso.
El 14 de junio algunos miembros del equipo de Tailor volvieron a Zabrovst para
preparar a los dos sujetos congelados y la excavación para la filmación. Fue
la última vez que se supo de ellos.
Cuando Tailor llegó en helicóptero con el resto del equipo de la película
el 1 de julio, encontró que los doce edificios del lugar estaban desiertos.
Había signos de violencia y de haber forzado la entrada, incluyendo ventanas
rotas, muebles volcados y sangre y pedazos de carne en las paredes y el suelo.
Un grito hizo que Tailor volviera al helicóptero. Encontró un grupo de treinta
y seis gules, incluyendo a habitantes del pueblo y los miembros desaparecidos
de su equipo, comiéndose a los pilotos. Tailor no entendía lo que estaba
viendo, pero sí comprendió que debía correr para salvar su vida.
La situación parecía desalentadora. Tailor y su
cámara, el técnico de sonido y el investigador de campo no tenían armas, ni
provisiones y se encontraban en mitad del erial siberiano y sin ningún sitio a
donde ir a pedir ayuda. Se refugiaron en una granja de dos plantas que había en
el pueblo. En lugar de entablar las puertas y las ventanas, Tailor decidió destruir
las dos escaleras. Almacenaron en la segunda planta toda la comida que pudieron
encontrar y llenaron los cubos de agua en el pozo. Utilizaron un hacha, un mazo
y varias herramientas pequeñas para destruir la primera escalera. La llegada de
los zombis les impidió destruir la segunda. Tailor actuó con rapidez, cogiendo
las puertas de las habitaciones de la segunda planta y colocándolas en la
segunda escalera. Esto creó una rampa que impidió a los zombis que iban
acercándose poder subir. Uno a uno intentaban subir la rampa y eran empujados
abajo por el equipo de Tailor. Esta batalla de baja intensidad duró dos días,
la mitad del grupo mantenía a raya a los atacantes mientras la otra mitad
dormía (con algodón en los oídos para amortiguar el sonido de los gemidos).
El tercer día, un accidente extraño le dio a Tailor la idea para su
salvación final. Como temían que los gules les agarraran las piernas si los
pateaban rampa abajo, recurrieron a empujar a los zombis con una escoba de
madera de mango largo. El mango de la escoba, muy débil debido al uso, acabó
rompiéndose cuando uno de los depravados atacantes lo agarró. Tailor se las
arregló para echar hacia abajo al zombi y observó con sorpresa que la punta
rota y puntiaguda del mango, que aún estaba en la mano del monstruo, se le
clavó en la cuenca del ojo a otro gul. Tailor no sólo consiguió matar sin
querer al primer zombi, sino que también se dio cuenta de la forma correcta de
deshacerse de ellos. Entonces, en lugar de intentar tirar a los atacantes por
la rampa, el equipo de filmación los incitaba de forma agresiva a que subieran.
El que se acercaba lo suficiente para atacar recibía un golpe devastador en la
cabeza con el hacha del equipo. Cuando perdieron este arma (se le atascó a un
zombi muerto en el cráneo), lo intentaron con el mazo. Cuando se rompió el
mango, recurrieron a un desencofrador. La batalla duró siete horas, pero al
final los cineastas canadienses, exhaustos, habían matado a todos los
atacantes.
Desde ese día, el gobierno ruso no ha dado una explicación
oficial de lo que ocurrió en Zabrovst. A cualquier oficial que se le pregunte
explica que lo están «investigando». Sin embargo, en un país con tantos
problemas sociales, económicos, políticos, medioambientales y militares como es
la Federación Rusa, hay poco interés por la muerte de unos pocos extranjeros y
algunos siberianos atrasados.
Tailor, increíblemente, dejó grabando las dos cámaras durante el
incidente. El resultado son cuarenta y dos horas del metraje más excitante
jamás grabado, vídeo digital con el que la Película Lawson no puede
compararse. Tailor ha tratado durante los últimos años de presentar al menos
una parte de este metraje al gran público. Todos los expertos internacionales que han visto el
vídeo dicen que se trata de una patraña rodada por un experto. Tailor ha
perdido toda la credibilidad en una industria que una vez lo aclamó como uno de
los mejores. Ahora está en proceso de divorcio y tiene varios litigios
pendientes.
2001 D. C, SIDI-MOUSSA, MARRUECOS
La única prueba de un ataque
proviene de un pequeño artículo de la contraportada de un periódico francés:
Brote de histeria colectiva en un pueblo de
pescadores marroquí. Las fuentes confirman que una condición neurológica que
antes se desconocía ha afectado a cinco residentes, provocando que atacaran a
sus parientes y amigos en un intento por comerse su carne. Actuando según las
costumbres locales, los afectados fueron atados con cuerdas y pesas, los
llevaron al mar y los lanzaron al agua. Queda pendiente la investigación por
parte del gobierno. Los cargos que se les imputan van del asesinato al homicidio
por negligencia.
No se materializó un juicio por parte del gobierno y
no aparecieron informes posteriores.
2002 D, C, ST. THOMAS, ISLAS VIRGINIA EN
EEUU
Un zombi (hinchado, empapado, con
la piel a tiras) llegó a la orilla de la costa noreste de la isla. Los
habitantes locales no estaban seguros sobre qué hacer; guardaron las distancias
y llamaron a las autoridades. El zombi se levantó a trompicones en la playa y
comenzó a perseguir a los curiosos. Aunque la curiosidad hacía que se
mantuvieran cerca de él, la multitud iba alejándose conforme el gul se
aproximaba. Dos miembros de la policía de St. Thomas llegaron y ordenaron al sospechoso que parara. Como no obedeció, dispararon
una vez como aviso. El zombi no dio respuesta alguna. Uno de los oficiales le
disparó dos veces en el pecho, sin producir ningún efecto. Antes de que
volvieran a descargar munición sobre él, un niño de seis años, emocionado por
los acontecimientos y sin darse cuenta del peligro, corrió hacia el zombi y
comenzó a pincharle con un palo. El muerto andante agarró inmediatamente al
niño e intentó levantarlo para acercárselo a la boca. Los dos oficiales
corrieron hacia él e intentaron sacar al niño de las garras del zombi. En aquel
momento, Jeremiah Dewitt, un inmigrante recién llegado de la isla de Dominica,
se adelantó entre la multitud, agarró el brazo de uno de los oficiales y
disparó a la cabeza del zombi. Dewitt quedó absuelto de todos los cargos en un
proceso criminal, al considerarse que actuó en defensa propia. Las fotografías
del cadáver del zombi demostraron, aunque estuviera muy descompuesto, que era
de ascendencia norteafricana o de Oriente Medio. La ropa andrajosa y la cuerda
demostraron de forma convincente que la criatura era una de las que lanzaron al
mar desde la costa de Marruecos. En teoría, sería posible que un espécimen no
muerto viajara con las corrientes a través del Atlántico, aunque es el único
caso que se ha registrado. En uno de los más extraños giros en el
encubrimiento y la supresión de los brotes, este caso ha alcanzado el estatus
de celebridad. Como con el Bigfoot en el noroeste del Pacífico o el monstruo
del Lago Ness en Escocia, los turistas pueden comprar fotografías del «zombi
de St. Thomas», camisetas, figuras, relojes de pared, relojes de pulsera e
incluso libros infantiles en muchas de las tiendas del centro de Charlotte
Amalie (la capital de la isla). Decenas de conductores de autobuses compiten
cada día (a veces ferozmente) por la oportunidad de llevar a los turistas
recién llegados del aeropuerto Rey Cyril y a la orilla donde apareció el
zombi. Tras el juicio, Dewitt comenzó una vida nueva en Estados Unidos. Sus
amigos en St. Thomas y su familia en Dominica no han vuelto a saber nada de él.
ANÁLISIS HISTÓRICO
Hasta finales del siglo veinte,
los que han estudiado a los muertos vivientes estaban convencidos de que la
frecuencia de los brotes permanecía constante a través del tiempo. Las sociedades
que habían sufrido más ataques que otras aparentaban eso sólo porque
mantuvieron los mejores registros. El ejemplo que se elige normalmente es el de
la antigua Roma comparada con el comienzo de la Edad Media. Esta teoría fue
usada también para calmar a los alarmistas afirmando que, cuanto más y más confiaba la
humanidad en su conjunto en la palabra escrita, parecía como si los brotes se
volviesen más y más comunes. Este modo de pensar, aunque aún es común, ha caído
en el rechazo por algún tiempo. La población mundial aumenta. Su centro ha
pasado de la zona rural al casco urbano. El transporte une el planeta a una
velocidad cada vez mayor. Todos estos factores han llevado a un renacimiento de
las enfermedades infecciosas, la mayoría de las cuales creíamos haber erradicado
hace siglos. La lógica dicta que el Solanum puede florecer en un entorno tan
bien preparado. Aunque la información se está registrando, compartiendo y
almacenando como nunca antes se había hecho, esto no puede ocultar el hecho de
que los ataques zombi están aumentando y que su frecuencia se refleja en el desarrollo de nuestro planeta. A este ritmo,
los ataques sólo aumentarán y culminarán en una de dos posibilidades. La
primera es que los gobiernos del mundo tendrán que admitir, tanto privada como
públicamente, la existencia de los muertos vivientes y crear organizaciones
especiales para tratar con la amenaza. En este
escenario, los zombis se
convertirán en parte aceptada de nuestra vida diaria (marginados, de fácil
contención, tal vez incluso vacunados). La segunda, un escenario más ominoso,
podría resultar en una guerra total entre los vivos y los muertos: una guerra
para la que ahora tú estás preparado.
…………………………………………………………..
Agradecimientos:
Primero y sobre todo, gracias a Ed Victor por creer
en esto. A David, Jan, Sergei, Jacob, Alex, Carley, Sara, Fikhirini, Rene,
Paulo y Jiang por las traducciones. Al doctor Zane y a su equipo por su
investigación de campo. A James, el Coronel, Lofton por su perspectiva
estratégica. Al profesor Sommers por los datos. A sir Ian por el uso de su
biblioteca. A Red y Steve por su ayuda con la cartografía. A Manfred por
revisar el sótano de un viejo museo. A Artiom, por tu honestidad y valentía.
A «Joseph» y «Mary» por hacer que un extraño se sienta bienvenido en su
país. A Chandara, Yusef, Hernán, Taylor y Moishe por las fotografías. A Avi por
las transcripciones. A Masón por la grabación. A M. W. por las ilustraciones. A
Tatsumi por su tiempo y paciencia.
A la «señora Malone» por acortar el camino con el papeleo. (¡GRACIAS!) A
Josene por el viaje.
A Tron por una vuelta en coche por el lugar. Al capitán Ashley y a la tripulación del Sau Tome
por comprobar la zona.
A Alice, Pyotr, Hugo, Telly, Antonio, Hideki y el doctor Singh
por las entrevistas. A los chicos (y la chica) del
laboratorio por vosotros sabéis qué. A Annik por su lucidez con la pluma y la espada. Y, por supuesto, a todos aquellos que
pidieron seguir en el anonimato. Las vidas que habéis ayudado a salvar serán vuestro mejor reconocimiento.
SOBRE EL AUTOR
Max Brooks vive en Nueva York, pero está preparado para mudarse a un
lugar más remoto y defendible cuando el momento lo requiera.
Zombi.
Guía de supervivencia se acabó de imprimir en Córdoba el 9 de
septiembre de 2008 como respuesta a la amenaza de un ataque inminente de los
muertos vivientes.
«Tan minucioso y bien
documentado que asusta más que divierte.»
ESQUIRE
«Dudo que lea un libro
más inquietante este año... Brillantemente escrito, morbosamente divertido,
completamente convincente.»
VECTOR
«Un libro que empiezas
a leer por diversión hasta que, al llegar a la página 50, sales a comprar un
machete sólo para sentirte seguro.»
NEW YORK POST
¡No descuides tu mayor tesoro: la vida! Este libro es la clave para
sobrevivir a las hordas de no muertos que pueden estar acechándote en este
preciso momento sin que lo sepas. Zombi. Guía de supervivencia ofrece protección completa contra los muertos vivientes gracias a útiles
consejos para salvaguardar tu vida y la de los tuyos. Este es el libro que
podría salvarte la vida.
Max Brooks vive en Nueva York pero está preparado para mudarse a un
lugar más remoto y resguardado si la situación lo requiere. Su reciente Guerra Mundial Z ha
sido aclamada por el
experto en zombis Simón Pegg como una obra «absolutamente indispensable».
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